TED BUNDY
DIRECTOR: MATTHEW BRIGHT.
INTÉRPRETES: MICHAEL REILLY BURKE, BOTTI ANN BLISS,
JULIANNA MCCARTHY.
GÉNERO: TERROR / EE.UU
/ 2002 DURACIÓN: 98 MINUTOS.
Ted Bundy era un ambicioso estudiante
de derecho atractivo, inteligente y con gran éxito entre las mujeres. A mediados
de la década de los 70, tuvieron lugar asombrosas coincidencias: siempre que
Bundy se trasladaba de ciudad, comenzaban a desaparecer chicas jóvenes en la
zona. Seductor, dueño de una encantadora sonrisa, tenía una “colección”
ilimitada de estudiantes jovencitas a las que cautivaba fácilmente con su
talento y su apariencia física. Cruzó los Estados Unidos en busca de víctimas y
huyendo de la policía, pero nunca pudo escapar de la necesidad de matar. Nadie conoce
verdaderamente el número total de víctimas (se creen que fueron 35), Bundy se
llevó consigo ese secreto a la silla eléctrica.
En la vida y andanzas de este serial killer, uno de los más famosos de
la historia, está basado este interesante film de Matthew Bright, una cinta presentada en el Festival de Sitges de
aquel año que sigue la estela de otros biopics más o menos recientes (Henry Lee
Lucas, Chikatilo, Ed Gein) y añade un eslabón a la cadena de siniestros
retratos en forma de opúsculos que tanto agradecemos los fans de la
criminología. Si este ciudadano, en apariencia sin tacha, impecable, que acabó
licenciándose en psicología y que trabajaba para el Partido Republicano y era
voluntario en un centro de mujeres maltratadas, nos indica, a través de su
trayectoria vital, que el crimen era para él una necesidad perentoria ¿qué
podemos pensar de los criminales que han crecido en ambientes marginales y
familias disfuncionales?
Protagonizada por
un soberbio Michael Reilly Burke
dando oxígeno a Bundy, el realizador ilumina de forma rutinaria y aséptica el
escalofriante sendero por el que transita este ciudadano de aspecto agradable e
instintos asesinos, mostrando su condición brutal con aspereza, sin demasiadas
concesiones al tan facilón como pueril recurso del morbo y la grosería. Es decir,
sin adentrarse apenas en las oscuras entrañas de la depravación, el horror y
sus dramáticas derivaciones. Una elección
muy acertada por parte de Bright, y el resultado es una película hipnótica y
extraña, como extraño y repugnante es el personaje que vemos desde que se hacía
pajas espiando a mujeres, hasta que elabora una calculada táctica para regar de
cadáveres la geografía de Norteamérica, sin que la policía le eche el guante. En
el film no se hacen necesarios los exabruptos narrativos, los simplones
subrayados, el énfasis en su comedido tono dramático, porque despojado de toda
incertidumbre, de las tantas veces huera y torpe profundidad psicológica y el
siempre socorrido discurso moralista, el personaje se hace más descarnado, real
y transparente en sus irrefrenables pulsiones criminales, y lejano como una
atroz pesadilla.
Ted Bundy es una espléndida película que en esencia busca –y consigue- resultar desagradable y molesta desarrollando un estilo neutro que evita que el espectador se identifique con el corrosivo “héroe” sin llegar a penetrar nunca en su maraña interior de traumas y desgarros íntimos. Todo un tratado de comportamientos criminales y un poderoso retrato de una mente torturada que gustará, sin duda, a los amantes de las tormentas psíquicas, pero que defraudará a los que busquen en la función escenas gores o deleite sádico. Tras ver la película, queda todo un agujero negro, preguntas para las que no hay respuestas, tragedia y dolor con el paisaje de una América convulsa y alienada al fondo.
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