Espectros del pasado
SPECTRE êê
DIRECTOR: SAM MENDES.
INTÉRPRETES: DANIEL CRAIG, LÉA SEYDOUX, CHRISTOPH WALTZ, RALPH FIENNES, NAOMIE HARRIS, BEN WHISHAW, DAVE BAUTISTA.
GÉNERO: THRILLER / EE.UU. / 2015 DURACIÓN: 148 MINUTOS.
Recuerdo que siendo un tierno infante, todas las películas de James Bond (casi todas protagonizadas por Roger Moore, salvo digas Nunca digas nunca jamás en la que Sean Connery retomó por última vez el personaje) eran todo un acontecimiento para los aficionados de la época. Hace tiempo que esto no ocurre debido tal vez a que nadie espera ya originalidad ni vida inteligente en las llamadas películas blockbusters. Y es que las películas del agente al servicio de su majestad se repiten más que el ajo a pesar de que en la nueva etapa protagonizada por Daniel Craig la franquicia se ha tenido que adaptar al espíritu de los tiempos siguiendo la estela de sagas como la de Jason Bourne o Misión imposible. No, Spectre no supera a Casino Royale (2006), aquel reebot que insufló a una nueva energía a un agente 0007 más granítico sin perder ni un ápice de su feeling original. Ni siquiera llega a la altura de Skyfall (2013), la anterior entrega dirigida también por Sam Mendes con un villano de superlujo, Silva, interpretado por Javier Bardem.
En Spectre, un críptico mensaje del pasado envía a James Bond (Daniel Craig) a una misión no autorizada con el fin de destapar una siniestra organización conocida como SPECTRE. Una nueva amenaza para el gobierno británico que podría acabar con la seguridad y la paz del planeta. Mientras, en Londres, M, Gareth Mallory (Ralph Fiennes), tiene que enfrentarse a las presiones políticas que ejerce C, Max Denbigh (Andrew Scott), que defiende la eficacia del uso de drones y la vigilancia digital por encima del de los servicios prestados por los agentes Doble Cero. Será la bella y peligrosa viuda de un criminal, Lucía Sciarra (Mónica Belucci), la que pondrá en la pista a Bond para que pueda asistir a una reunión secreta de la institución criminal liderada por Franz Oberhauser (Christoph Waltz) que actualmente lleva el nombre de Ernst Stavro Blofeld tras fingir su muerte 20 años atrás. Junto a él su fiel y principal asesino Mr. Hinx (Dave Bautista). Bond, que contradiciendo las órdenes ha reclutado a Moneypenny (Naomie Harris) y a Q (Ben Whishaw), para que le ayuden a encontrar a Madeleine Swann (Léa Seydoux), la hija de un antiguo y poderoso enemigo suyo. El motivo: el puede tener la clave para desenmarañar la red de SPECTRE.
Y dentro de ese espíritu de los nuevos tiempos está, por supuesto, la corrupción, cuyos tentáculos llegan hasta la misma agencia. Spectre arranca con un aparatoso e inverosímil plano-secuencia que incluye un tiroteo, una espectacular explosión y una pelea desde un helicóptero que sobrevuela a baja altura una plaza de México DF atiborrada de gente disfrazada celebrando el Día de los Muertos. Menos tenebrosa que Skyfall, la película indaga en el pasado de Bond, en su infancia tenebrosa rebosante de traumas que acabaron marcando su carácter y que tiene mucho que ver con el proceso de humanización del personaje. Es fácil encontrar en esta nueva entrega dirigida por Sam Mendes multitud de guiños y tributos a títulos míticos de la eterna saga (la pelea en tren parece un homenaje a la que mantuvo Sean Connery con Robert Shaw en Desde Rusia con amor o a la de Roger Moore contra Tiburón en La espía que me amó), así como un somero repaso a los villanos de la era Craig, manejados todos por una mente diabólicamente criminal. Para este nostálgico homenaje, se ha resucitado a uno de los malos más celebrados de la saga, Ernst Stavro Blonfeld, y con ello se da la oportunidad al actor austriaco Christoph Waltz, muy sobreactuado, de dar una nueva vida a uno de los villanos más autoparódicos y olvidables que han desfilado por la franquicia.
En Spectre encontramos ausencias notables (Judi Dench como la recordada M) e incorporaciones intrascendentes (una Mónica Belucci vista y no vista) pero sobre todo, no logramos entender la sucesión de escenas inútilmente alargadas y otras de ejecución tan simple como la del reloj bomba, truco ya explotado en alguna entrega protagonizada por Roger Moore; o ese disparo certero a una bombona que hace explotar la guarida del desierto. Estamos ante una película redundante y autorreferencial dentro de una saga que necesita urgentemente un reseteo. Como siempre, los cambios de escenarios se imponen como uno de sus más grandes atractivos, eso y la belleza enigmática de Léa Seydoux, una actriz que me provoca mucho morbo pero que apenas destila química con Daniel Craig. La factura impecable del film no evita el cansancio de transitar terrenos ya muy trillados y monsergas mil veces repetidas, un hastío fácilmente adivinable en su protagonista, un Craig deseando de decir adiós a un personaje que va a aportar ya muy pocas cosas a su carrera. Poca innovación en los gadgets, a vueltas con el Aston Martin y el Rolex, escenas de seducción sin emoción ni picardía y un vano intento de revitalizar a un agente secreto que pide a gritos el retiro. Spectre no es un film desdeñable, pero todo huele a refrito, a espectros de un pasado que aparecen ante nosotros con una fórmula ya muy gastada.
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