La mujer pública (Femme publique, Andrzej Zulawski, 1984)
Cine de “auteur” que se decía entonces, en la época de los cines de arte y ensayo y vídeoclubs en donde reinó (décadas de los 70 y 80) el director polaco Andrzej Zulawski, de quien sólo recuerdo un par de películas notables, el drama romántico Lo importante es amar (1975) y la original y terrorífica La posesión (1981), una cinta que contiene algunas de las secuencias más recordadas e impactantes del cine de terror. La mujer pública nos narra la historia de la joven y bella Ethel (Valérie Kaprisky), una aspirante a actriz que acepta el papel protagonista en una película que adapta un texto de Dostoievski. Descontento con su actuación, el excéntrico y dominante director, Lucas Kessling (Francis Huster) somete a la actriz a una presión que la deja mentalmente exhausta, incapaz de distinguir el mundo real y su papel en la película. Paralelamente, Ethel mantiene una relación con Milan Mliska (Lambert Wilson) un expatriado checo cuya anterior mujer fue musa de Kessling.
Cine de “auteur” que se decía entonces, en la época de los cines de arte y ensayo y vídeoclubs en donde reinó (décadas de los 70 y 80) el director polaco Andrzej Zulawski, de quien sólo recuerdo un par de películas notables, el drama romántico Lo importante es amar (1975) y la original y terrorífica La posesión (1981), una cinta que contiene algunas de las secuencias más recordadas e impactantes del cine de terror. La mujer pública nos narra la historia de la joven y bella Ethel (Valérie Kaprisky), una aspirante a actriz que acepta el papel protagonista en una película que adapta un texto de Dostoievski. Descontento con su actuación, el excéntrico y dominante director, Lucas Kessling (Francis Huster) somete a la actriz a una presión que la deja mentalmente exhausta, incapaz de distinguir el mundo real y su papel en la película. Paralelamente, Ethel mantiene una relación con Milan Mliska (Lambert Wilson) un expatriado checo cuya anterior mujer fue musa de Kessling.
Cuando en mis
dorados años de juventud asistí al estreno de esta película, lo único que saqué
en limpio fue la constatación de que la belleza de la actriz Valérie Kaprisky era tan asombrosa como
inmarcesible. Una actriz que, recordemos, compartió protagonismo con Richard
Gere en el resultón remake de Al final de la escapada de Godard
firmado por Jim McBride y titulado en nuestro país Vivir sin aliento (1983).
Tras rodar La mujer pública, Valérie cayó en una profunda depresión, ya
que el film, rebosante de una taimada misoginia, provocó en ella un terrible
desgaste como consecuencia de las drásticas exigencias del director y de tener
que exponer sus intimidades sin reservas. Una exposición física y una presión
psicológica que acabarían dinamitando la resistencia de la actriz que todavía
hoy reniega de un título que en su momento tuvo una aceptable acogida crítica y
fue un éxito de público. No nos engañemos, La mujer pública es un film fallido
solamente soportable por alguna recordada secuencia como la del frenético baile
de Valérie Kaprisky totalmente desnuda durante
una sesión fotográfica, en una interpretación lamentable y condicionada por la
inseguridad y la presión que sufrió.
Su belleza es lo único reseñable
de una película muy irregular que incide en una de las obsesiones de los
cineastas franceses (o afrancesados, como es el caso) de la época: el cine
dentro del cine, un ejercicio de metaficción que aborda como excusa el rodaje
de una obra de Dostoievski para desplegar las constantes de un nuevo triángulo
amoroso tan banal como irritante. Un
film excéntrico, por momentos sórdido y siempre estridente en donde la mujer
queda expuesta como una ilusión sin voluntad, voluble, maleable y rodeada de
personajes grotescos con la innata capacidad de desquiciar a cualquiera. La
folletinesca historia se debate entre la perversidad y el romanticismo dentro
de la deriva volcánica de un trío de histriones; con un Francis Huster a
modo de aborrecible remedo de Klaus Kinski; y un Lambert Wilson dando oxígeno a
un tipo colérico que intenta convertir a Ethel en una figuración de su
desaparecida mujer y antigua musa de Kessling. Sólo al final, terminado el
rodaje, Zulawski parece redimirse de los grandes brochazos sacando a las
espectrales calles de París al director, actores y equipo técnico, que saludan
a la cámara y al público. Momento en que, tras el tormentoso itinerario de un
rodaje que la ha vaciado, se vislumbra un resquicio de luz en Ethel.
El viejo Zulawski... Creo que en Sitges se ha visto su última película, después de llevar retirado desde el año 2000.
ResponderEliminarUn abrazo.
No tenía ese dato, gracias. De todas formas a mí quien me gustaba era la Kaprisky ¿la recuerdas en "Vivir sin aliento" junto a Richard Gere? Una mujer hermosísima a las órdenes de un director pagado de sí mismo que tuvo su momento y del que que casi nadie se acuerda.
ResponderEliminarUn abrazo.