A
pocos directores he tenido tanto aprecio y respeto como a Bigas Luna. Además de regalarnos una de las mejores películas de la
historia de nuestro cine, Bilbao (1978), el director
barcelonés fallecido el 5 de abril de 2013, fue el descubridor de estrellas de
talla internacional de nuestro cine como Javier Bardem, Penélope Cruz, Jordi
Mollá, Ariadna Gil y Verónica Echegui. Gran erotómano, le gustaba tanto el sexo
como el buen comer, fusionó estas dos debilidades para conformar una
filmografía muy personal obteniendo sonados éxitos de taquilla a pesar de contar
con fieros detractores. Todavía recuerdo un día de finales de junio de 2001,
cuando el mítico cine Savoy, que estaba situado en el Passeig de Gracia y fue
inaugurado en 1935, cerró sus puertas y al desmontar el letrero de neón de la
entrada, Bigas estaba allí para llevarse como recuerdo la “S” del nombre del
cine. Bigas Luna fue un tipo honesto con una personalidad libérrima, un
fetichista fascinado por las formas y la estética, un cachondo, un transgresor
amante de la cultura mediterránea al que le debemos momentos de cine
impagables.
José
Luis (Jordi Mollá) es el hijo pijo de un acaudalado matrimonio dueño de una
fábrica de ropa interior masculina, en la que trabaja su novia, Silvia (Penélope Cruz), que a su vez es
hija de una prostituta (Anna Galiena). Cuando Silvia se queda embarazada, él le
promete casarse con ella a pesar de la oposición de sus padres (Stefania
Sandrelli y Juan Diego). Con el fin de que la boda no llegue a buen puerto, la
madre decide contratar a Raúl
(Javier Bardem), un aspirante a torero para que seduzca a la joven.
Con un guión escrito entre Cuca Canals y el
mismo director, Jamón, jamón (1992) huele –y sabe- a ajo y aceite de oliva, a
tortilla de patatas, a cebolla, a aceitunas, a jamón y a caracoles, a burdel de
carretera. Como escribió, tras su pase por La Mostra de Venecia, el recordado
Ángel Fernández Santos: “una astuta
sesión de gastronomía sexual orquestada por un cineasta ibérico de pura cepa”.
Primera entrega de lo que se conocería como “trilogía ibérica”, compuesta
además por Huevos de oro (1993) y La teta y la luna (1994), el film
está lleno de simbolismos, gusto por la exacerbación, las situaciones grotescas, la ardiente pasión
mediterránea, la lujuria envenenada y los impulsos viriles de machos en celo…
también de tías jamonas. Un tragedión que tiene como escenario el desierto de
los Monegros, y por el que desfilan una galería de personajes extremos que se
elevan más allá de su retrato esperpéntico, como esa madre castradora a la que
da vida Stefania Sandrelli o ese macho alfa ibérico que encarna Javier Bardem,
que interpreta como nadie el rol de macarra.
Personajes de una España mundana y malasangre cañí, que junto a la
carnal y madura prostituta (Anna Galiena), a Penélope Cruz, su bombo de penalti y sus tetas perfectas, y
el niñato pijo soplapollas al que da oxígeno Jordi Mollá, pueden servir como foto
fija de nuestra cultura y la mitología ibérica teniendo como fondo el icónico toro
de Osborne con sus cojones balanceados por el viento. Era la España de los
fastos, de las olimpiadas y la Expo, de la “Ñ” con mayúsculas, de la ruta del
bacalao, y Bigas Luna enseñó al mundo nuestro reverso castizo, impúdico, trágico
y goyesco en donde se dirimen las diferencias a jamonazos y el que no folla es
porque no quiere.
Sin duda una de sus mejores películas.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Y que tres mujeres!: Penélope Cruz, Anna Galiena y Stefania Sandrelli. Un canto a todo lo que nos hace diferente y por lo que, digan lo que digan, en el extranjero nos envidian; buena comida, excelente clima y frenesí sexual.
ResponderEliminarUn abrazo.