Cómemela, capullo
TERMINATOR GÉNESIS êê
DIRECTOR: ALAN TAYLOR.
INTÉRPRETES: EMILIA CLARKE, JASON CLARKE, ARNOLD
SCHWARZENEGGER, JAI COURTNEY, J.K. SIMMONS, DAYO OKENIYI.
GÉNERO: CIENCIA
FICCIÓN / EE.UU / 2015 DURACIÓN: 126 MINUTOS.
Sigo sin
encontrar mucho sentido a este tipo de secuelas (remakes, precuelas, reebots)
más allá de los réditos en taquilla -que cada vez serán menos debido al
cansancio del respetable- y lo que suponen como evidencia de la falta de ideas
de Hollywood. Terminator Génesis puede ser entendida como un sentimental homenaje
a las primeras entregas de la saga porque intenta captar la atmósfera y esencia
del film seminal y al mismo tiempo está aderezada con el chute de acción que
nos propuso la segunda entrega. El problema es que queda muy lejos de una y
otra debido a un guión incongruente atiborrado de diálogos tontos,
espectaculares escenas de persecución y superficiales secuencias de acción. El tono
de serie B de la película original se perdió en las múltiples secuelas de la
franquicia, y sólo queda el artificio de un invento inane para ese público de
multisalas tan adicto a los afectos especiales.
Año 2032. En plena
guerra del futuro, un grupo de humanos tienen al sistema de inteligencia
artificial Skynet contra las cuerdas. Jason
Connor (Jason Clarke) es el líder de la resistencia, y Kyle Reese (Jai Courtney) es su fiel soldado, criado entre las
ruinas de una postapocalíptica California. Para salvaguardar el futuro, Connor
envía a Reese a 1984 para salvar a su madre, Sarah (Emilia Clarke) de un Terminator programado para matarla con
el fin de que no llegue a dar a luz a John, aunque a su lado tiene a un T-800 (Arnold Schwarzenegger) cuidando
de ella. Pero lo que Reese encuentra al otro lado no es como él esperaba.
Apuntaba que el
tono pulp del film original se ha demostrado difícil de mantener a pesar de los
continuos guiños a la misma. Sin embargo, era fácil de adivinar que la lucha
entre humano y Skynet cada vez más intrincada se vería enfangada por una trama
con muchas lagunas, farragosa e inverosímil, un galimatías argumental que
penaliza la función hasta el punto de tener la sensación de que muchas cosas
suceden porque sí, sin más explicaciones, o cuando éstas se producen resultan a
todas luces incomprensibles. Si a esto le sumamos el débil perfil de los
personajes (la participación de Schwarzenegger resulta grotesca, sobre todo
cuando hace uso de esos gags tontos) y la alternancia de líneas temporales
acaban por agotar al espectador que asiste al espectáculo con la distancia que
produciría la visión de un vulgar parque temático. Todo para que en los sueños
premonitorios de Reese aparezca una innovadora app informática llamada Génesis
que le otorga el poder total a Skynet pensando en la aniquilación y el éxtasis
de otro Día del Juicio Final. El
director Alan Taylor denota un cierto respeto por la saga, pero no ha sabido
demostrar esa emotividad con su desprecio por la magia y el carácter de culto
de la premisa original inclinándose por un absurdo juego de pirotecnia.
No toda la
culpa es suya, el enrevesado libreto no ayuda en modo alguno, tampoco los
repetidos momentos de una inútil e indigesta verborrea científica y/o
tecnológica, y por supuesto, hubiera sido de agradecer una mayor interacción
emocional entre los personajes, entregados a sus roles mecánicos de héroes
salvapatrias en su misión, trillada, cansina, vomitiva, de evitar un nuevo
apocalipsis, como si de se tratara de pasar las fases de un vulgar videojuego. Terminator Génesis tiene ese aire de
popurrí, de menestra en la que puedes apartar con el tenedor los tropezones de
las hortalizas que no te gustan, y tal vez se pueda disfrutar de unos
prodigiosos efectos digitales, de algunas escenas frenéticas (el autobús y el
Golden Gate), de un montaje acelerado y unos geniales efectos de sonido… Y nos
olvidemos de la velada denuncia sobre el actual uso excesivo, adictivo de la
tecnología y la esclavitud del consumismo desaforado. La escueta escena incrustada entre los créditos finales abre la puerta a
una nueva entrega, pero más de lo mismo siempre es menos, y una sensación
general de decepción se apodera de uno cuando una bonita idea original va
degenerando con el tiempo sin necesidad, de manera incoherente. Más allá del
esmerado aspecto técnico/visual, ningún logro hará que esta película perdure en
el tiempo, y será recordada como un simple ejercicio de auto-reciclaje que
constata que en Hollywood las ideas siguen estancadas.
Si la veo, será por Emilia Clarke, mi querida Reina de Dragones de mi serie favorita.
ResponderEliminarUn abrazo.
Se me ha escapado un gazapo: Quise decir Madre de Dragones. Aunque, al fin y al cabo, también es reina...
ResponderEliminarPuede ser uno de los alicientes... a pesar de que la Emilia es muy bajita y algo rechoncha. Pero, no, Juego de Tronos está muy lejos de ser una de mis series favoritas. Muy por delante están Twin Peaks, Los Soprano, True Detective, Breaking Bad, The Wire, The Killing, Master of sex e incluso la española La huella del crimen. Pero puedo comprender que las luchas encarnizadas por el poder y los lozanos cuerpos desnudos que aparecen en ella supongan una adicción para tanta gente. A mí llegó un momento en que incluso eso dejó de interesarme.
ResponderEliminarUn abrazo.
No te olvides del personaje del enano.
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