Obra maestra de incalculable valor
cinematográfico
MAD MAX: FURIA EN LA CARRETERA êêêêê
DIRECTOR: GEORGE MILLER.
INTÉRPRETES: TOM HARDY, CHARLIZE THERON, NICHOLAS HOULT,
HUGH KEAYS-BYRNE, ZOE KRAVITZ, ROSIE HUNTINGTON-WHITELEY.
GÉNERO: ACCIÓN / AUSTRALIA
/ 2015 DURACIÓN: 120 MINUTOS.
Cuando en 2012 tuve
conocimiento del retorno de la franquicia de Mad Max, dos factores
influyeron para que se inflamaran mis ansias y expectativas por comprobar el
resultado de un proyecto cuya catalogación tendría que ir mucho más allá del
simple homenaje nostálgico. Por una parte, al frente de la producción se
encontraba George Miller, el hombre
que en 1979 con Mad Max: salvajes de la autopista creó in icono de la cultura
popular, puso a Australia en el mapa cinematográfico con una película de tintes
postapocalípticos rodada sólo con 400.000 dólares que a partir de entonces
sería imitada hasta la nausea y lanzó a la fama a un actor desconocido llamado
Mel Gibson en un papel memorable, el del policía Max Rockatansky. Un film que recaudó más de cien millones de
dólares y fue automáticamente etiquetado como de culto dando lugar a un par de
secuelas, Mad Max: el guerrero de la carretera (1981) y Mad
Max: más allá de la Cúpula del Trueno (1985), las dos dirigidas también
por Miller; el otro factor importante fue la confirmación de la atractiva
pareja protagonista, el británico Tom
Hardy al que califiqué hace tiempo como el mejor intérprete actual y una Charlize Theron que, además de ser una
actriz impecable, también es para este cronista la más hermosa.
Mad Max: furia en la
carretera se desarrolla, como las anteriores entregas, en un desolador
y árido paisaje postapocalíptico, en donde Max
Rockatansky (Tom Hardy), un hombre de acción y pocas palabras perseguido
por su pasado, cree que la mejor forma para sobrevivir por un mundo devastado
es ir solo. Sin embargo, en su huida se ve forzado a formar parte de un convoy
que huye a través del desierto y que está liderado por Emperatriz Furiosa (Charlize Theron), una guerrera que ha robado al
malvado Inmortan Joe (Hugh
Keays-Byrne) su tesoro más preciado: cinco mujeres con quienes pretendía
perpetuarse. Enfurecido, el Señor de la Guerra moviliza a todas sus bandas y
persigue implacablemente a los rebeldes desatando el infierno en la carretera,
una guerra incendiada con altas revoluciones en donde necesitarán el
conocimiento que Max tiene del desierto para huir de las huestes de Inmortan y
llegar a una zona segura.
Pertenezco a la
generación de los 80, mi infancia y adolescencia transcurrieron entre las
décadas de los 60 y 70, viví en una gran urbe durante todos esos años
empapándome de buen cine y tuve la oportunidad de asistir al estreno de muchas
películas que iban a marcar un hito en la historia del cine convirtiéndose en
clásicos o películas de culto. Películas que estábamos seguros que serían
reivindicadas por generaciones futuras a través de la influencia de sus padres
y de toda la mitología popular creada en torno a ellas. Mad Max: salvajes de la
carretera fue un fenómeno mundial que por su peculiar e inquietante atmósfera,
su esquema narrativo cercano al western, su desoladora ambientación
postapocalíptica, su tratamiento visceral, sádico de la violencia y su estética
gótica y punk revolucionó el panorama cinematográfico de la época partiendo de
una premisa muy simple: un policía en busca de venganza tras asistir al asesinato
de su familia a manos de una banda de forajidos motorizados.
Más de tres décadas y media después de que
se estrenara el film seminal, Max Rockatansky sigue su huida hacia adelante por
un desierto en cuya yerma tierra enterró hace mucho tiempo su rabia y sus
ansias de venganza, un penoso itinerario en el que se ve abrumado por los
pecados cometidos y los fantasmas del pasado. George Miller (que tiene 70 años
y supera en creatividad a muchos cineastas jóvenes) no ha gastado demasiado
tiempo en pergeñar una sólida línea de diálogos, algo a todas luces innecesario
para la definición de unos personajes abocados a un virulento frenesí que tiene
como único faro la huida y la supervivencia.
Mad Max: furia en la carretera es cine en su más alto concepto, un espectáculo volcánico y delirante que engancha al espectador desde su brutal arranque con el rapto de Max para servir de bolsa de sangre a los condenados de Inmortan. Un musculoso preámbulo que sirve de alerta para la feroz aventura que vamos a vivir, muy alejada de la inane condición de todas esas franquicias de superhéroes. En la cinta toma forma el empoderamiento de la mujer, con una magnífica Charlize Theron liderando a un grupo de féminas que demuestran una resistencia titánica en la salvaje lucha contra la desigualdad y su carácter de mujeres objeto. Estamos, amigo lector, ante una película que resulta imprescindible disfrutar en una sala: la sublime labor de iluminación a cargo de John Seale con una habilidad prodigiosa para jugar con los filtros y dotar a las distintas tonalidades cromáticas de poesía y sentimiento: un magistral trabajo de montaje que acopla con vertiginosa pulcritud la fisicidad de la acción y el desvarío de una sociedad distópica: su naturaleza de sentido homenaje a films legendarios y magistrales como La Diligencia (John Ford, 1939), Caravana de mujeres (William A. Wellman, 1951) y El Maquinista de la General (Buster Keaton, 1926). Mad Max: Furia en la carretera es una golosina visual, un regalo para los sentidos, un endiablado chute de adrenalina, cine de acción en su estado más puro, la magia del cine en una algarabía de motores en un paisaje yerto y con olor a gasolina, una obra maestra de incalculable valor cinematográfico.
Un oasis de cine puro. Una absoluta gozada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pienso como tú, Amigo Ricard, estamos ya ante un clásico imperecedero. Una película que como Citizen Kane, Taxi Driver o El Padrino, debería estudiarse en todas las escuelas de cine.
ResponderEliminar¿Recuerdas cuándo dije que Tom Hardy es mi actor favorito y el mejor del panorama cinematográfico actual? Parecía una boutade, pero parece que por ahí hay ya mucha gente subiéndose a ese carro.
Un abrazo.
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