Los demonios de la guerra
AN ACT OF WAR (THE
PROJECTIONIST) êêêê
DIRECTOR: RYAN M.
KENNEDY.
INTÉRPRETES: RUSS
RUSSO, NATASHA ALAM, DOUG E. DOUG, JOSEPH R. GANNASCOLI, ROBER MIANO.
GÉNERO: THRILLER
/ EE.UU. / 2015 DURACIÓN: 99 MINUTOS.
Película indie rodada con un presupuesto de
guerrilla y una cámara digital Arri Alexa (el sistema de cámara digital más
completo, con una calidad de imagen cinematográfica asombrosa, una perfecta ergonomía y el mismo menú y funciones que reproducen las cámaras de cine), el debutante Ryan M. Kennedy irrumpe con una ópera
prima sorprendente en la que se adivinan nítidamente los ecos referenciales de
la mítica Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), en
un nuevo intento para demostrar que la guerra destruye a los hombres más allá
del campo de batalla, convirtiendo en despojos humanos y bombas de relojería
andantes a unos muchachos que, en la flor de su vida, se verán atrapados en una
atronadora pesadilla, en un círculo infernal asaltado por los demonios de la
guerra.
En su lucha
contra el insomnio y los efectos del estrés postraumático no diagnosticado, Jacob, a quien todos conocen por Nicks (Russ Russo) un veterano de la
guerra de Iraq, trabaja por las noches como proyeccionista en un decrépito
cine. Vive solo en un apartamento destartalado, toma café en un Diner en donde
conoce a un yonki negro con pinta de vagabundo que le tienta con la droga y
visita a una joven y bella prostituta, Ivana
(Natasha Alam) a la que confiesa que le gustaría llevar su relación más allá
del sexo. Mientras Nicks lucha por adaptarse a la vida civil, poco a poco se verá
enredado en una red de seducción, adicción y violencia.
Como firmante también del guión, Ryan
M. Kennedy ha creado una visión fascinante, fantasmal y sombría sobre el
aislamiento emocional y la angustia existencial a la vez que una perfecta
radiografía sobre la alienación y el abandono que sufren los soldados por parte
de las administraciones cuando regresan de la guerra. Kennedy, con una
deslumbrante y sobrecogedora fotografía en blanco y negro (salvo en algunas
secuencias del principio y del final), toma como escenario las esquinas más
sórdidas de New York para levantar acta sobre los devastadores efectos
psicológicos tras vivir ese infierno que, en el caso de Nicks, se ven
amplificados por las crueles torturas sufridas durante un terrorífico
cautiverio.
Como recompensa
a su valor, con lo que se encuentra es con la indiferencia de las autoridades y la
sociedad y se pasea como un zombie por las calles de una Nueva York desangelada
y espectral. Nicks, en su proceso de autodestrucción se ha hecho adicto a la
heroína, se siente atrapado en un mundo sin ilusión, sin nada que perder y nada
por lo que vivir... sobre todo cuando sus fantasías con Ivana se desvanezcan. An Act of War (The Projectionist), con
sólidas interpretaciones de actores apenas conocidos, se eleva como una crónica
implacable que hace comprensible al público los tormentos que los soldados
tienen que sufrir no sólo durante la guerra, también en su difícil integración
social, y que derrotados por un insufrible insomnio y asaltados por terribles visiones, comprobarán que sus
pesadillas todavía no han terminado. Un film espléndido que puede servir como
ejemplo de que en el cine actual no es el dinero, sino el talento, el factor imprescindible
para realizar una buena película.
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