La maldición de la guerra
EL MAESTRO DEL AGUA êê
DIRECTOR: RUSSELL
CROWE.
INTÉRPRETES:
RUSSELL CROWE, OLGA KURYLENKO, YILMAZ ERDOGAN, CEM YILMAZ, JAI COURTNEY, ISABEL
LUCAS, JACQUELINE MCKENZIE, RYAN CORR.
GÉNERO: DRAMA
BÉLICO / AUSTRALIA / 2014 DURACIÓN: 111 MINUTOS.
El debut como
director del actor neozelandés criado en Australia Russell Crowe, adapta el texto histórico basado en hechos reales
escrito por Meaghan-Wilson Anastasios y Andrew Anastasios, un libro que toca
sensiblemente el sentimiento patriótico australiano y neozelandés por el
contexto histórico en el que transcurre la acción; varios años después de la
batalla de Galípoli (que se inició en febrero de 1915 y finalizó en enero 1916),
en la península turca durante la Primera Guerra Mundial, y que enfrentó a las
fuerzas aliadas contra el ejército otomano que defendía el estrecho, en una
larga contienda en la que se contabilizaron alrededor de medio millón de bajas entre los dos bandos. Entre ellos muchos
miles de jóvenes inexpertos australianos que dejaron un gran vacío en sus
familias. El realizador australiano Peter Weir ya realizó ya realizó una
magnífica y recordada película sobre aquel trágico episodio titulada Gallipoli
(1981), film protagonizado por Mel Gibson en la piel de un atleta que junto con
un colega deciden alistarse para ir a la guerra para luchar contra los turcos
en aquella feroz batalla que se inició en 1915.
El maestro del
agua Es una aventura de tintes épicos ambientada cuatro años después de esa batalla que tuvo como escenario la
península de Galípoli en Turquía, un país inmerso en la primera gran guerra. El
granjero y zahorí Joshua Connor
(Russell Crowe) vive en las llanuras australianas junto a su esposa, Eliza (Jacqueline McKenzie). Un demoledor
acontecimiento preside la existencia del matrimonio: la muerte de sus tres
hijos en la batalla de Galípoli cuyos restos jamás han sido encontrados. Tras
el doloroso suicidio de Eliza, Connor decide viajar a Turquía para intentar
encontrar los restos de sus vástagos cumpliendo así los deseos de su fallecida
esposa. Una vez allí, la empresa no será fácil: Galípoli es una gran tumba y
las autoridades no están dispuestas a colaborar. Sin embargo, Connor encuentra
como aliado a un comandante, Hasan
(Yilmaz Erdogan) que participó en la contienda, y el apoyo de Ayshe (Olga Kurylenko) la hermosa
camarera del hotel donde se hospeda. Connor, aferrado a esa esperanza, se
embarca en un penoso viaje para descubrir el destino final de sus hijos.
El
maestro del agua no es una ópera prima fallida aunque sí un film
carente de hallazgos y que de momento no hace presumir que estemos ante un gran
director en ciernes. La historia del cine está llena de actores que en algún
momento se situaron detrás de las cámaras (el mejor, Charles Laughton, que sólo
dirigió una película y resultó ser una de las más enormes obras de arte de la
historia: La noche del cazador, 1955), pero Crowe no se complica la vida
y relata de manera simple y artesanal una historia que se mueve entre el drama
íntimo, la acción bélica, la aventura y
el romance para desarrollar la odisea particular de un padre, un granjero
zahorí australiano, sin otra misión ya en la vida que encontrar los restos de sus hijos caídos en la batalla
de Galípoli varios años antes. Esta premisa desgarradora nos hace adentrarnos
en un primer tramo que discurre entre las llanuras de Australia, con el
protagonista dedicado a su oficio de zahorí y viviendo una existencia triste y
sin sentido junto a su esposa, y las trabas con las que se encuentra en
Estambul para obtener el permiso que le sirva para trasladarse a Galípoli y
cumplir su objetivo. La tibia historia
de amor entre Crowe y Kurylenko se eleva como un aliciente mínimo ante lo que
el director intenta destacar: la gigantesca tumba erigida en un paisaje vasto y
la reconciliación de los pueblos que ya sólo pueden intercambiar dolor y
sufrimiento; sensación de derrota, laceración, dignidad y memoria histórica.
Con un gran
trabajo de ambientación y una fotografía espectacular, Crowe pone el piloto
automático para insuflar oxígeno a tipo honesto marcado por la tragedia dentro
de un relato que bucea por una herida que supura sepultada bajo la tierra, una
herida que resulta imposible de restañar si no se toma conciencia de que la
destrucción de una guerra solo genera víctimas, y la mayor es, sin duda, la
inocencia. En este aspecto, el film carece de la suficiente garra y emoción,
Crowe en ningún momento logra –ni como actor ni director- elevar la ternura a ese punto de ignición en
que, más allá de las lagrimas, se convierte en desolación, consiguiendo los
mejores momentos en la búsqueda, junto al oficial turco, de ese hijo al que
todos los indicios apunta que puede seguir vivo, y siguiendo la luz de esa
esperanza toma cuerpo su férrea determinación. Aunque la función luce una
impecable factura técnica, a El maestro del agua le sobran flash
backs y le hace falta corazón, la frialdad con que está rodada penaliza esta
historia de coraje y fe, debido en parte a un guión plano, en exceso contenido,
que ralentiza el ritmo de la trama e intenta abarcar demasiados cabos y que
acaba dispersando la acción en subtramas intrascendentes. Todo para remarcar un
axioma que todos deberíamos conocer: la maldición de sobrevivir a una guerra es
que su horrible recuerdo nos acompañará siempre.