Durante la Transición política
española tuvo lugar un fenómeno cinematográfico genuinamente español que llegó
a convertirse en un género y que todo el mundo conoce como “cine quinqui”. Estas
películas narraban las vivencias y aventuras delictivas de jóvenes y conocidos
delincuentes que le debían su fama gracias a ello, un cine que marcó a toda una
generación de adolescentes (la mía) que creció y vivió su adolescencia y
juventud en una gran urbe como Barcelona, donde podemos afirmar que se inició
el género en 1977 con Perros callejeros que luego
alcanzaría su esplendor en la década de los ochenta. Una época de alarmante
inseguridad ciudadana y desigualdades sociales que dejó a muchos chavales en la
marginación o exclusión social. Los temas más recurrentes de estas recordadas
películas eran las drogas, los atracos y robos de coches, las críticas al
sistema (la corrupción política, policial y de las clases burguesas) y el sexo,
todo amenizado con la insustituible música de grupos rumberos como Los Chichos
o Los Chunguitos. Muchas de estas películas estaban protagonizadas por los
propios delincuentes que a veces utilizaban palabras del caló.
LAS DIEZ
MEJORES PELÍCULAS DEL CINE QUINQUI:
1-EL PICO (Eloy de la Iglesia, 1983)
Protagonizada por el malogrado José Luis Manzano, a quien De la
Iglesia descubrió e hizo debutar en Navajeros y que moriría a edad
temprana en casa del director a causa de una sobredosis, El Pico nos relata la
historia de amistad de los hijos de un Guardia Civil y de un dirigente abertzale en el Bilbao de
los primeros años 80. Sin duda la mejor cinta del director sobre la temática,
rodada con un fondo de convulsión política y social y con el terrorismo en su
etapa más sangrienta. La película es mítica porque casi todos las personajes y
buena parte del equipo técnico murieron a causa de las drogas. Filmada con una
frescura documentalista aterradora, en el film se mezclan temas como el de la
homosexualidad, las drogas y la política para componer un demoledor documento
histórico sobre una época y una juventud insatisfecha y autodestructiva. Una película
que aún hoy produce un lacerante sentimiento de culpa colectiva y que contó con
una secuela inferior estrenada al año siguiente.
2-DEPRISA, DEPRISA (Carlos Saura, 1981)
Aportación de Carlos Saura al
género que se alzó con el Oso de Oro a la Mejor Película en el Festival de
Berlín aunque había puesto ya una hermosa pica en el género debutando con su ópera prima Los Golfos (1959). Deprisa, deprisa narra la historia de unos chavales que quieren escapar del
ambiente marginal en dónde viven. Para ello necesitan dinero y no están
dispuestos a trabajar, de modo que sólo hay un método para conseguirlo rápido y
vivir deprisa rodada con actores aficionados, algunos de ellos delincuentes,
Saura retrata con virtuosismo la España decadente de la Transición y el
realismo social de una juventud sin futuro en los barrios marginales de la
periferia madrileña. La música de Los Chunguitos ameniza la que es sin duda la
que es una de las más bellas y tristes historias de amor con el agitado mundo
del lumpen como fondo.
3-PERROS
CALLEJEROS (José Antonio de la
Loma, 1977)
El inicio de todo. La película
pionera del género quinqui en España, el fílm mítico dirigido por José Antonio de la Loma que tendría varias secuelas y que no sólo inaugura una
corriente sino que sienta unas bases argumentales que serán a partir de entonces repicadas
machaconamente y elevaría a “el Torete” a la condición de icono del lumpen
interpretado de forma más que convincente por tempranamente fallecido Ángel
Fernández Franco, haciendo muy popular la frase “Dale caña Torete, que es robao”. Mucho cariño le tengo a esta
película rodada en Barcelona y a la que tuve la oportunidad de asistir a una
secuencia de su rodaje. Insisto, los conceptos a partir de entonces se
mantendrían invariables en casi todas las muestras del género. El suburbio
degradado conocido como la Mina, en San Adrián de Besós, entonces un auténtico
basurero, sirve como escenario para reflexionar sobre el negro porvenir de
estos chavales y su peligroso descenso a la delincuencia, viviendo en pisos
hacinados e insalubres y que sentían que el estado del bienestar no se había
creado para ellos. Así, el Torete, el Vaquilla, el Jaro, el Pirri, el
Fitipaldi, el Corneta, cuya esperanza de vida no llegaba a la mayoría de edad,
forman parte del imaginario de toda una juventud, más urbana que rural, que se
identifica con sus golferías a los ricos y las ínfulas de Robin Hood que tenían
muchos de sus personajes. Ya saben, las bandas sonoras estaban compuestas por Los
Chichos, Los Chunguitos o Bodón 4, que también sacaron provecho del éxito de
estas cintas.
4-NAVAJEROS (Eloy de la Iglesia, 1980)
El
director Eloy de la Iglesia hace debutar a José Luis Manzano
en una comunión artística que duraría algunos años para meterle en la piel de el Jaro, que
acompañado de su banda de chorizos se gana la vida pegando tirones, atracando y
robando coches. Se nota la escasez de medios y los intérpretes, la mayoría de
ellos tan amateur, que tuvieron que ser doblados debido a su analfabetismo y
horrorosa dicción. La línea de diálogos es muy simple y la jerga quinqui ha
quedado muy desfasada, pero las secuencias de acción están rodadas eficazmente,
con ritmo. El film alcanza una dimensión social naturalista retratando la atmósfera
de la época posfranquista, con sus grises y temibles policías, las moles de
edificios de protección oficial de la M-30, la diferencia de clases, el paro
juvenil, la delincuencia como forma para sobrevivir y las drogas, en un
ambiente donde todavía no se tenía noticia de ese apocalíptico jinete que
conoceríamos por SIDA.
5-CHOCOLATE
(Gil Carretero, 1980)
Lástima que esta segunda y última
película de Carretero se estrenase el mismo año que Navajeros y La
quinta del porro, que tuvieron mejor suerte y mayor distribución. Chocolate,
con un guión firmado por el escritor José Luis Martín Vigil, se mereció más
reconocimiento del que en su día se le dispensó, y fue en formato VHS cuando
alcanzó la proyección masiva que no obtuvo en las salas de cine. La trama gira
en torno a tres jóvenes de Vallecas, el Muertes, el Jato y la Magda (Manuel de
Benito, Ángel Alcazar y Paloma Gil) que bajan a Marruecos para comprar droga
barata que luego venderán a un precio más alto en Madrid. Nueva crónica de
supervivencia, adicciones y autodestrucción que despliega todos los clichés del
género: homosexualidad, prostitución, drogas, machismo, navajas… pero que
ampliaba el horizonte más allá del deprimente extrarradio de las grandes
ciudades para centrarse en una dramática realidad social que dejó muy diezmada a toda una generación: el consumo compulsivo de todo tipo de drogas y las trágicas consecuencias de su tráfico.
Pirri, el mejor de todos. Me divierten esas películas, sobre todo las dos primeras (la de Saura me parece muy inspirada), aunque al final se empeñaban más en repetir un esquema de eficacia probada que en profundizar en su retrato de la marginación social.
ResponderEliminarLa mayoría de esos delincuentes de medio pelo murieron de sobredosis o a causa del sida. Actualmente, La Mina agoniza y oculta su miseria encerrada entre los pisos más caros de Barcelona, en Diagonal Mar, y el circuito de las rondas.
Un abrazo.
El cine, Ricard, además de cultura y entretenimiento, es también memoria. Y, al final de nuestros días, si nos respeta el monstruo del alzheimer, eso es lo único que nos quedará. Yo que tenía la ilusión de ver rodar una escena de "Perros callejeros, me las apañé para conseguirlo ¿sabes por qué me hacía especial ilusión? Sí claro, porque se trataba de una película de cine, pero no era la principal motivación pues ya había asistido a algún otro rodaje. Se trataba al fin, de que tal vez por primera vez en nuestro país se iba a levantar acta sobre una realidad, la de la marginalidad de los jóvenes del extrarradio y las consecuencias en cuanto a seguridad ciudadana y autodestrucción que ese ambiente generaba.
ResponderEliminarYo lo viví, y conocí bien La Mina y el Campo de la Bota, en donde creo que ahora se encuentra el Forum de las Culturas. Es decir, estaba seguro entonces y era un crío, que la película serviría también de documento para reflexionar sobre lo peligroso que es para una sociedad no dar una salida a una juventud sin medios, educación ni futuro abocándola a la más deprimente exclusión social. Fue una época salvaje que forma parte de la memoria colectiva de una generación (la mía), tanto que te aseguro que mucha gente tenía miedo a salir de noche. No fue mi caso, pero es que yo mientras estuve soltero nunca tuve miedo de nada. Ahora sí tengo mucho.
Un abrazo, estoy de acuerdo con tus apreciaciones, a mí el Pirri siempre me cayó muy simpático, era un tipo pintoresco.
Un abrazo, y recuerda que frase mítica fue "Dale caña Torete, que es robao".