El profeta y la mano de hierro de
Dios
EXODUS: DIOSES Y REYES êê
DIRECTOR: RIDLEY SCOTT.
INTÉRPRETES: CHRISTIAN BALE, JOEL EDGERTON, AARON PAUL, SIGOURNEY
WEAVER, BEN KINGSLEY, JOHN TURTURRO, MARÍA VALVERDE.
GÉNERO: DRAMA ÉPICO /EE. UU. / 2014. DURACIÓN: 151 MINUTOS
El relato sobre el segundo libro de la
biblia, El Éxodo, que tiene como protagonista al profeta Moisés ha sido
adaptado al cine y la televisión con desigual fortuna. Fue Cecil B. DeMille
quien en 1923 y de manera seminal adaptó la historia en la época del cine mudo
con el título Los Diez Mandamientos y un argumento compuesto por dos relatos:
la huida de Egipto del pueblo hebreo capitaneado por Moisés, y una historia que
sucedía en la América de los años 20. DeMille superaría ampliamente este primer
acercamiento realizando el remake de 1956 con el mismo título y Charlton Heston
dando vida a Moisés y Yul Brynner encarnando a Ramsés, en la que ha quedado
para la historia como una de las piezas excelsas del cine épico-histórico. Tras
la incomprendida e infravalorada El Consejero (2013), Ridley Scott se pone de nuevo el traje
de artesano para desarrollar una historia de sobras conocida en la que pese a
ser una película de encargo, como casi todas los que viene realizando
últimamente, queda patente su sello personal.
Aunque no enfrentamos a
una temática muy trillada, bastará con apuntar que el film nos sitúa en el año
1.300 a. c., en donde una antigua profecía pronostica la caída del imperio
egipcio. El faraón Seti I (John Turturro) manda sacrificar a todos los
hijos primogénitos varones de los esclavos israelíes. Uno de ellos, siendo
apenas un bebé, es entregado a las aguas del Nilo para que su vida sea salvada
y es recogido por la familia real del faraón que lo criará como si fuera un
hijo. Con el paso de los años, Moisés (Christian Bale), aceptado
plenamente como un egipcio, desarrolla una amistad inquebrantable con el
heredero del trono, Ramsés (Joel Edgerton). Moisés es un general del
ejército respetado por todos y que trata de ser justo en sus decisiones. Movido
por la envidia y el odio y con la inestimable ayuda de la reina Tuya (Sigourney
Weaver), Ramsés se entera del origen hebreo de Moisés, le destierra lejos de
Egipto y ordena su asesinato. Pero Moisés descubrirá su vocación de líder y salvador
liberando a 600. 000 esclavos judíos en una épica huida a través de Egipto,
llena de peligros letales y en busca de la Tierra Prometida.
Scott arriesga poco en esta megaproducción de guión
algo plomizo y errática selección de casting. No es que el film se pueda tildar
de fallido –que se puede- , pero hay algo en ella de epopeya vulgar, de
aventura espectacular técnicamente irreprochable que, sin embargo, carece de
énfasis emocional aunque sí político derivado de las férreas y revolucionarias
directrices de Dios, deidad que guía y
alienta con mano de hierro a Moisés (un convincente Christian Bale al que da
réplica un macarril Joel Edgerton), una determinación que deja atrás los lazos
filiales y que en su empeño por impartir justicia roza peligrosamente la
venganza purificadora tras siglos de subyugación del pueblo hebreo. Con la
actriz española María Valverde en el papel de Séfora, la esposa de Moisés,
mucho se ha criticado a Scott por elegir a actores blancos para dar oxígeno a
ciertos personajes del antiguo Egipto, pero esas licencias forman parte del
tono irreflexivo, algo alocado, de las incursiones del director en el cine
épico-legendario, en donde apenas existen transiciones entre escenas íntimas y
el volcánico fragor de la batalla, y en donde no es extraño percibir sonoros
fallos de raccord y gazapos. Ridley Scott le ha cogido el gusto al cine
faraónico y elefantisíaco dotando a sus artefactos de una armadura de acero que
dice mucho de su tendencia megalomaníaca pero también, en demasiadas ocasiones,
jugando en detrimento del realismo y la naturalidad, y aún peor, dejando sin
efecto el factor dramático.
Esto es algo que podemos observar en
secuencias claves cuando visualmente se nos hurta el itinerario del bebé Moisés
en un canasto a través del río Nilo, con la representación de ese tsunami a
modo de división de las aguas del Mar Rojo, el casi insignificante apunte del
episodio sobre las Tablas de la Ley o en su peculiar visión icónica de Dios. Eso
sí, no ahorra efectismo a la hora de mostrar con descarnada explicitud el
efecto de las plagas bíblicas sobre Egipto o ese viaje de penurias de Moisés y
su pueblo hacía la tierra soñada que acaba convirtiéndose en un viaje hacia el
interior del líder espiritual. En este punto, echamos en falta el sentimiento profundo
derivado de la fe y la pureza insobornable de la creencia y sus ritos de fervor
y pasión. Una vez más Scott atiende más a la literalidad que a la magia y la
poesía. No nos engañemos, Exodus: Dioses y Reyes es un film
corpulento con un fastuoso diseño de producción, una impactante puesta en
escena y una prodigiosa labor de ambientación y vestuarios; técnica, detalles y
efectos digitales puestos al servicio del público de hoy, aparatajes que
amplifican las sensaciones visuales (el ataque de los cocodrilos, la caída por
el barranco de las tropas egipcias) de una historia muy manida. El film trata de humanizar a ese Moisés
anclado en las retinas con el rostro y el porte de Charlton Heston, el problema
es que existe un notable desequilibrio en su ciclotímico desarrollo, oscilante
entre la innovación y puntualmente academicista, deslavazada y acartonada en su
narrativa, musculosa en su aspecto visual. Cuestión de sensibilidad,
probablemente.
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