Cine revolucionario, una obra
maestra absoluta.
MAGICAL GIRL êêêêê
DIRECTOR: CARLOS VERMUT.
INTÉRPRETES: LUIS BERMEJO, JOSÉ SACRISTÁN, BÁRBARA LENNIE,
LUCÍA POLLÁN, ISABEL ELEJALDE.
GÉNERO: DRAMA /ESPAÑA / 2014 DURACIÓN: 127 MINUTOS.
Tras realizar los cortos Maquetas
(2009) y Michiriones (2009), el ilustrador y cineasta Carlos Vermut debuta en el año 2011 con
el largo Diamond Flash, un dramático relato en el que una mujer está
dispuesta a lo que sea para encontrar a su hija desaparecida, y que al igual que
las otras mujeres de la función, está relacionada con un personaje misterioso
llamado Diamond Flash que cambiará sus vidas para siempre. El film pasó desapercibido para gran parte del
público pero no así para una selecta crítica especializada que la saludó como
una de las películas más inclasificables, turbadoras y sorprendentes de la
historia del cine español. Un film lanzado de manera independiente y estrenado
on line tras ser su guión rechazado por varias productoras. Costeada por el
mismo director, la película fue trendic-topic en España y la más vista en el
portal on line Filmin durante dos semanas. Lo que verdaderamente duele es
comprobar una vez más el olfato atrofiado de las productoras y la ceguera que demuestran
a la hora de captar nuevos talentos, pero esto es España, tal vez el país
occidental que más abomina de la cultura con mayúsculas y de los creadores
genuinos.
Tampoco es que Magical Girl, para este cronista
junto a La Isla Mínima, la mejor película española de 2014, haya
supuesto un derroche de dinero (poco más de medio millón de euros), pero su
exhibición en el Festival de Cine Internacional de Toronto, así como el exitazo
obtenido en el reciente Festival de San Sebastián alzándose con la Concha de
Oro a la Mejor Película y la Concha de Plata al Mejor Director, hará posible
que por fin este talentoso director cuente con más medios para poner en marcha
sus originales creaciones. El film nos narra la historia de Luis (Luis Bermejo), un profesor de
literatura en paro que intentará hacer realidad el último deseo de Alicia (Lucía Pollán), su hija de 12
años que se encuentra enferma de un cáncer terminal: poseer el vestido oficial de la serie de animación
nipona “Magical Girl Yukiko”. El elevado precio del vestido hará que Luis se
adentre en una insólita y oscura cadena de chantajes que involucra a Damián (José Sacristán), un profesor
retirado con un tormentoso pasado y a Bárbara
(Bárbara Lennie), una atractiva joven que sufre trastornos mentales. Los tres
acabarán atrapados en una siniestra red en donde lo instintivo y la razón
entrarán en conflicto.
Si hay algo que define el poder hipnótico
de esta segunda película de Carlos Vermut (pseudónimo castizo, por cierto) por
encima de la sublime e inquietante utilización de los espacios, son las
prodigiosas interpretaciones de sus cuatro principales protagonistas, con un
soberbio Luis Bermejo que por fin obtiene un papel protagonista a la altura de
sus enormes dotes interpretativas, un magistral José Sacristán en el mejor
momento de su carrera, una Bárbara Lennie absolutamente turbadora y una
sorprendente Lucía Pollán. No estamos ante una película fácil pero sí ante un
cine revolucionario, por lo que puede que al espectador dominguero le cueste
entrar en una historia en la que un padre sin recursos económicos hará lo
imposible por tratar de hacer realidad el último deseo de su hija enferma
terminal de Leucemia sin medir las consecuencias que se pueden derivar de su
desesperada misión. Pero si uno logra sumergirse en la trama se dará el gustazo de saborear un excéntrico y delicioso
cóctel de intriga, drama y comedia negra que en un sentido radial se clausura
tal y como se abre, un modo de poner énfasis tonal a un mundo cruel, hermético,
absorbente y desasosegante que se va izando como una de las señas de identidad
de este indefinible autor. Un microcosmos rebosante de oscura imaginería, melancolía,
realismo irritante, languidez, costumbrismo hiriente, violencia latente y moral
desvencijada acorde con los sueños rotos y la pegajosa depravación de unos
personajes al fin tan humanos en sus osadías, irracionalidad, penurias y patetismo
que Vermut se siente animado para escudriñar su insufrible carga de fatalismo y
miseria.
Nadie abandona la sala indemne tras ver
Magical Girl, que deja un poso indeleble en la memoria como señal de su condición de obra
de culto eterna, como ejemplo de la importancia de un guión de perfecta sintaxis
y caligrafía en donde quedan excelentemente definidos cada personaje y
situación. Como en su ópera prima, la trama se hilvana a través de la conversación
de dos personajes, y el uso de sinuosas elipsis, movimientos pausados de cámara,
el plano fijo que desprende una sensación de perturbadora fisicidad para bucear
por los peregrinos recodos, las incógnitas y la abstrusa psicología de unos
personajes atrapados en una dimensión existencial caótica y en posesión de
enigmas evanescentes, incorpóreos. El espectador
más avispado sentirá los ecos del Buñuel más sórdido, sarcástico, delirante e
indescifrable, o tal vez encuentre algún punto de unión argumental con La noche de los girasoles (Jorge
Sánchez-Cabezudo, 2006), pero la función tiene identidad propia, una
peculiaridad rayana en la pureza artística que te hace desear una introspección
más severa sobre esa galería de figurantes golpeados por el infortunio que
desfilan por la pantalla. Dividida en tres capítulos (Mundo, Demonio y Carne) que vinculan, anudan, entrelazan
a unos personajes que dejarán tras de sí un vació esperado víctimas de su
egoísmo, innato en los seres humanos que en beneficio propio desprecian toda
norma moral, ética, terrenal; el instinto animal imponiéndose sobre la lógica
de la razón en un mundo que ya no admite más mártires, y al que uno se aboca
como quien salta al vientre oscuro de un abismo a la espera de un sueño mejor. Obra
maestra absoluta.
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