El drama del paro en
la Europa insolidaria
DOS DÍAS, UNA NOCHE êêêê
(DEUX JOURS, UNE NUIT)
DIRECTORES: JEAN-PIERRE Y LUC DARDENNE.
INTÉRPRETES:
MARION COTILLARD, FABRIZIO RONGIONE, CATHERINE SALÉE, OLIVIER GOURMET,
CHRISTELLE CORNILL.
GÉNERO: DRAMA SOCIAL / BÉLGICA / 2014 DURACIÓN: 95 MINUTOS.
Este desgarrador
relato sobre la crisis económica que asola a Europa en los últimos años gira en
torno a Sandra (Marion Cotillard), una mujer casada y con dos hijas que dispone
de un fin de semana para ir a ver a sus compañeros de trabajo y convencerles de
que renuncien a su paga extraordinaria para que ella pueda conservar su
trabajo, su marido, Manu (Fabrizio Rongione), la acompaña para que se sienta
apoyada. Dirigida por Jean-Pierre y Luc Dardenne (Rosetta, El Hijo, El Niño de la Bicicleta) con dos Palmas
de Oro en su haber (Rosetta, 1999, y El Niño, 2005) nos vuelven a poner un
nudo en la garganta narrando el triste periplo de una mujer que cuenta con dos
días y una noche para convencer a sus colegas de que en la votación que se
celebrará el lunes en su trabajo renuncien a su bonificación de 1000 euros para
que ella pueda seguir trabajando junto a ellos, de su sueldo depende la
supervivencia de su familia y que pueda seguir pagando su hipoteca.
Y resulta
verdaderamente amargo ver a la espléndida y creíble Marion Cotillard en su
deprimente itinerario llamando de puerta en puerta para suplicar a cada uno de
sus compañeros que renuncien a su prima y la apoyen para que pueda seguir
trabajando. En el film, rodado con cámara en mano que sugiere un tono
naturalista, los hermanos Dardenne nos obligan a percibir la sombra de la
depresión, el miedo, el llanto, el orgullo herido de la protagonista y la
miseria también al otro lado de esas puertas, en donde esperan esos mil euros para
tapar algún agujero. El neorrealismo está más de moda que nunca en estos
tiempos grises de crisis y tormentos, un cine social con alma pero sin
melodramatismo y una estremecedora pulsión pegada a la realidad.
DOS DÍAS, UNA NOCHE es cine para
golpear conciencias, un cine que como ya hicieran en la que es para mí su mejor
película, La Promesa (1996), nos abre
la puerta de una Europa insolidaria en donde cada vez importan menos los
sentimientos y problemas ajenos, de una clase obrera viciada que arroja a la
basura su dignidad por unos pocos euros. Al mismo tiempo es una película
luminosa y minimalista que nos habla de una pequeña epopeya, la de una mujer
que lucha por algo tan esencial como la supervivencia, por mantener su puesto
de trabajo y que se ve acechada otra vez por el monstruo de la depresión ahora
que estaba abandonando sus fauces.
Estamos, en realidad, ante un film sobre el drama íntimo, sobre los miedos y angustias que asolan a
millones de obreros y su permanente humillación, reflejada en la fragilidad de
una Marion Cotillard superlativa que ruega compasión sacando fuerzas de
flaqueza, en su mirada y cansancio sentimos la emoción y el sufrimiento que
pueden servir de antesala a la definitiva oscuridad. Vale la pena valorar el esfuerzo de
todo el elenco, que aportan dosis complementarias de realismo mostrando sus
reacciones y debilidades (atención a la secuencia en la que visita al colega que en
sus ratos libres entrena a un equipo de fútbol de barrio) y que nos regalan
momentos de una acongojante emotividad. Pero los Dardenne están empeñados en
iluminar las tinieblas encendiendo una llama a la esperanza con la sonrisa de
Sandra en ese final sublime y apoteósico, dejando entrever que si una puerta se
cierra es posible que otra se abra, y que a veces es mejor renunciar que traicionar
los principios humanistas que deben imperar en toda civilización avanzada. Un
film magnífico.
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