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lunes, 21 de julio de 2014

EL CINE QUE NADIE REIVINDICA: "EL CORREDOR DE LA MUERTE"

      
     Aunque James Woods se alzó con el Premio al Mejor Actor en el Festival de Sitges por este trabajo, EL CORREDOR DE LA MUERTE (Tim Metcalfe, 1996) fue un film vapuleado en la época de su estreno y nadie lo ha reivindicado desde entonces pese a que funcionó muy bien en el mercado del vídeo, algo que siempre me ha resultado incomprensible, pues si bien no se puede comparar a obras excelsas del subgénero carcelario como La Evasión, La Leyenda del Indomable o Cadena Perpetua, es una película estimable, magníficamente interpretado por todo el reparto y competentemente dirigido por el guionista Tim Metcalfe (Kalifornia, El Laberinto de Acero), en lo que supuso su debut y única experiencia detrás de la cámara hasta la fecha, no sabemos si debido al fracaso crítico de su ópera prima. Teniendo en cuenta lo que ha venido después,  la película se me antoja superior al 70 % del grueso de la producción cinematográfica de los últimos años.


     Con la producción de Oliver Stone y basada en la autobiografía del asesino real Carl PanzramKiller: a journal of murder”, la trama sigue a Henry Lesser (Robert Sean Leonard) desde que ingresa como carcelero en la prisión de Leavenworth, una de los centros penitenciarios más duros del país. Es allí donde conoce a Carl Panzram (James Woods), un peligroso asesino con el que entabla una particular relación que pondrá en cuestión sus principios y su fe en el sistema carcelario. Carl desea escribir su autobiografía y Henry, incumpliendo las normas, le facilita papel y lápiz con la esperanza de que la experiencia le redima. En el manuscrito, Carl, muy inteligente y lector voraz, relata su carrera criminal, mostrándose como un hombre dominado por el resentimiento de todos los que le trataron mal, y atrapado por el odio y la violencia.



      No importa, amigo lector, lo que te digan, porque, sinceramente, hablamos de un film que se merece una oportunidad. No lo digo sólo por la superlativa interpretación del nunca lo suficientemente ponderado James Woods, que cuando aparece (y aparece casi siempre) incendia la pantalla dando oxígeno al rabioso asesino Carl Panzram, autor de 21 asesinatos en la América de los años 20, aunque se sospecha que mató a más de cien personas. Woods, con su inquietante cara de piña, pone en el papel todo su poder de convicción para configurar un enérgico, visceral retrato de una mentalidad criminal carcomida por el rencor y que pide a gritos que el mismo sistema que le ha convertido en lo que es, acabe con su vida. Desea con todas sus fuerzas ser ahorcado y hará todo lo posible para que los doctores no le consideren loco, algo que en ningún caso se debe tomar como un desesperado grito de redención. Con factura de Tv movie y una fotografía saturada y granulosa, Woods se convierte en la más poderosa razón de ser de esta cinta, pero Metcalfe, que juega con un presupuesto muy limitado, se impone como un aplicado artesano que sabe dónde situar la cámara y realiza un trabajo muy profesional en la dirección de actores, aunque sin sacar nunca todo el jugo dramático a la relación que se establece entre el preso y el carcelero (un algo insulso Robert Sean Leonard), que nos narra la historia en primera persona tratando de iluminar las zonas más tenebrosas de la mente del protagonista. Me reafirmo, un film muy aceptable.
                                                                                

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