Páginas

domingo, 27 de abril de 2014

CRÍTICA DE: "POMPEYA"


Pastiche multirreferencial
POMPEYA êê
DIRECTOR: PAUL W.S. ANDERSON.
INTÉRPRETES: KIT HARINGTON, EMILY BROWNING, JARED HARRIS, KIEFER SUTHERLAND, CARRIE-ANNE MOSS, JESSICA LUCAS.
GÉNERO: DRAMA HISTÓRICO / EE. UU. / 2014  DURACIÓN: 102 MINUTOS.   

     En esta moda de trasladar a la pantalla grande hechos históricos le toca el turno a la catástrofe acaecida en la Antigua Roma sobre la ciudad de Pompeya -lugar de vicio y corrupción- que fue enterrada por la violenta erupción del volcán Vesubio el 24 de agosto del año 79 d.c., falleciendo sus habitantes debido al flujo piroclástico. Claro que, a uno le invade una pereza infinita cuando se tiene que enfrentar al visionado de una película dirigida por Paul W.S. Anderson, que con una filmografía de una decena de títulos que incluye las tres entregas de Resident Evil, y otras “joyas” como Mortal Kombat, Soldier, Alien vs. Predator, Death Race: la Carrera de la Muerte y Los Tres Mosqueteros, está muy lejos de pasar a la historia en este difícil arte de hacer cine. Sólo me resulto pasable aquel film de ciencia-ficción titulado Horizonte Final (1997), que con cierta resonancia a Alien se veía castigado por una artificiosa resolución final.


      POMPEYA, que como citaba unas líneas más arriba nos  traslada al año 79 d. c., nos presenta al joven celta Milo (Kit Harington), un esclavo convertido en gladiador dispuesto a vengarse de las huestes de Julio César que mataron a su familia y que ve como a su amor, la joven Cassia (Emily Browning), la obligan a prometerse con un corrupto senador, Corvus (Kiefer Sutherland). Cuando el Vesubio entra en erupción  amenazando con destruirlo todo, Milo intentará salvar a su amada en medio de la catástrofe y la destrucción.
     

      Con un impostado tufillo a producto de serie B, POMPEYA se impone como un espectáculo visual pirotécnico en donde nada tiene interés hasta el final. Con su mezcla de cine de aventuras y catástrofes, péplum, epopeya histórica y drama romántico, Paul W.S. Anderson tira por elevación para buscar portentosas influencias que van desde el Conan de John Milius, el Titanic de James Cameron, el Ben-Hur de William Wyler y el Gladiator de Ridley Scott, cuatro películas que podíamos decir han orquestado el guión dando como resultado un pastiche multirreferencial que en determinado momento produce vergüenza ajena. Y no se trata solamente de eso, porque si cogiendo retales de de muchas y variadas películas se confecciona un tapiz lustroso (lo hace casi siempre Tarantino con enorme descaro pero también con envidiable pericia), podemos hasta perdonar el engaño, pero es que el artefacto que nos presenta el director británico no ofrece nada que no hayamos visto antes mil veces pero peor realizado, y sólo es un pasatiempo convencional, desaliñado y simplón saturado de efectos CGI y actuaciones poco convincentes.


      POMPEYA es una película afectada, excesivamente superficial y artificiosa que peca de reiterativa y rocambolesca. Insisto, los actores están desaprovechados a pesar de que Kit Harington (el John Nieve de la serie “Juego de Tronos”) hace lo que puede, no digamos Kiefer Sutherland que en algunos momentos, que suponemos decisivos, roza el ridículo, aun así, me arrancó una gran carcajada que el joven Milo enamorará a la bella Cassia (que a mí no me lo parece en absoluto) quebrándole el cuello a un caballo. Como película épica, de esas en donde la lucha por la libertad se acaba convirtiendo en una lucha por la supervivencia, la función carece de la emoción y espectacularidad de otras películas memorables del género. Los problemas de un guión deslavazado lo impiden, actuando de rémora para la evolución psicológica de los personajes. El invento sólo puede ser mínimamente disfrutable en algunos aspectos técnicos (el diseño de producción, la iluminación y el proteico montaje que nos regala algunas escenas de lucha y acción aseadas), sobresaliendo el clímax brutal de la erupción del volcán como el momento más atractivo de la película, y que queda registrado como un documento dramático aislado que se podría visionar ahorrándose el resto de la película. 

2 comentarios:

  1. Puede que la vea, pero sólo porque me gustan los peplums. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Claro, Ricard, a mí también me gusta el peplum, aunque no es mi género favorito, (ya que soy de los que se amamantaron de las tetas de Sitges) y en manos de otro director esta historia tal vez luciría mejor.

      Un abrazo

      Eliminar