AL FINAL DE LA ESCAPADA
(A BOUT DE SOUFFLE)
Drama romántico - Francia, 1959 -
89 Minutos - Blanco y Negro.
DIRECTOR: JEAN-LUC GODARD.
INTÉRPRETES: JEAN-PAUL BELMONDO, JEAN
SEBERG, HENRI JAQUES HUET, DANIEL BOULANGER, VAN DOUDE, CLAUDE MANSARD.
Jean-Luc Godard (París,
1930), es uno de los directores europeos que más han influido en posteriores
generaciones de cineastas. Pionero de la Nouvelle vague francesa,
su cine vanguardista y experimental sigue hoy en día siendo motivo de
apasionados debates y concienzudos estudios. Tras su paso por la universidad de
la Sorbona en París, en donde estudia etnología, se convierte en asiduo de las
sesiones de la cinemateca y colabora como crítico cinematográfico de las
prestigiosas revistas La Gazzete de Cinema y Cahiers
de Cinema.
Debuta como documentalista con Operación
Beton (1954), para a continuación realizar varios cortometrajes. Con A
bout de souffle, una película que dinamita muchas de las
reglas del lenguaje fílmico, obtiene un gran éxito y le confirma como uno de
los grandes directores de su país. De su dilatada, aunque ciertamente desigual
filmografía dividida en varias etapas, destacan los siguientes títulos: El
soldadito (1960) su segundo largometraje, es la historia de un desertor
del ejército francés en la guerra de Argelia y que cuenta con la primera
intervención de Anna Karina, posteriormente esposa del director. Vivir su
vida (1962) relato sobre una
vendedora de discos que decide dedicarse a la prostitución. Los carabineros
(1963) alegato antibélico para el cual contó con Roberto Rossellini como
guionista. El desprecio (1963) sobre una novela de Alberto
Moravia que cuenta con la presencia como actor del realizador alemán Fritz
Lang. Pierrot, el loco (1965) basada en un relato de
Lionel White sobre una pareja que huye por el sur de Francia. Lemmy contra
Alphaville (1965) fábula de corte futurista protagonizada por Eddie
Constantine como el de detective Caution que llega a la ciudad de Alphaville
para rescatar a un científico.
Tras las interesantes La chinoise
(1967) y después del mayo francés, Godard se dedicó a un cine marginal y
militante alejado de la industria, optando por incorporarse al grupo Dziga
Vertov. Preocupado más por la provocación y el escándalo, sus obras
causaron impacto en los sectores más reaccionarios e integristas: Yo te
saludo María (1984) singular visión del nacimiento de Jesucristo,
pareció confirmar su irremisible decadencia artística. Sin embargo, Elogio
del amor (2002) es una interesante película en forma de poema
visual en la que el director galo intenta captar, a partir de tres parejas, la
evolución del amor en tres movimientos: las disputas, la separación y la
reconciliación.
Sinopsis: basada en un hecho real y
partiendo de una idea de François Truffaut, Al final de la
escapada es un bello film a costa de la historia de Michel Poiccard
(Jean-Paul Belmondo) un ladrón de automóviles que al ser sorprendido mata a un
agente de policía, viéndose obligado a escapar. En su huida entabla relaciones
con Patricia (Jean Seberg) una joven norteamericana de visita en París y que
vende el New York Herald Tribune por las calles de
la capital francesa. Ella le confiesa su sueño de convertirse en periodista y
los dos jóvenes vivirán con entusiasmo su efímera pasión, que durará hasta que
Patricia delate a Michel a la policía, quienes disparan contra él ante la
presencia de ella, en un hermoso, emotivo y triste final.
Considerada por muchos críticos la mejor
ópera prima de la historia del Séptimo Arte, con una producción marginal,
director debutante y actores casi desconocidos, el estreno de Al final
de la escapada, en 1960, fue un gran éxito que supuso un
choque emocional que revolucionó por sus innovaciones técnicas los esquemas
cinematográficos, a la vez que sirvió de impulso para revitalizar todo el
panorama sociocultural de la época. De este modo, Jean-Luc Godard, director
cinéfilo, figura clave dentro del movimiento de la Nouvelle vague,
consiguió con este film situar al cine de su país en la vanguardia europea,
creando un estilo auténtico y de improvisación imitado hasta la saciedad, y por
tanto, abriendo camino al ejercicio de unas nuevas formas de expresión fílmicas
más sinceras, sin dejar de ser al mismo tiempo imaginativas.
El dibujo de loser desarraigado y
romántico del personaje que interpreta eficazmente Belmondo, quien lo
proporciona un cariz despreocupado, tierno y soñador, asumiendo algunos de los
aspectos y tics más definitorios de la personalidad de uno de los primeros
antihéroes del cine, Humphrey
Bogart -ídolo del protagonista- que lleva intrínseca la nebulosa del destino
trágico, la lógica implacable de la fatalidad, circunstancia que unida a otras,
nos hace ver el film como un homenaje al cine norteamericano.
Con la muerte de Michel, abatido por los
disparos de la policía, nace una
leyenda, lo comprende Patricia con el gesto del pulgar en los labios, en un
último signo de comunión. La incomprendida traición de Patricia -memorable Jean Seberg con su peinado garçon-
no representa un simple acto de ingratitud, ni de violación de la fidelidad, es
de alguna manera la abstrusa manifestación de un sentimiento compasivo para
acabar así con el sufrimiento de un ser sin salida ni identidad, perdido en el
torbellino de un mundo que no le hace sitio, que no le acepta ni cree en sus
sueños.
Aunque yo destacaría la secuencia final -
romántica, corrosiva, incendiaria - como mi favorita, vale la pena fijarse en
aquella magistral escena en la que Patricia encuentra a Michel Poiccard en su
cama, y en un momento dado ella le lee el final de Las palmeras salvajes
de Faulkner: “entre la pena y la nada, yo
elijo la pena”, y le pregunta qué elegiría él, Michel
contesta: “la nada, no es mejor, pero
la pena es una idiotez, conlleva un
compromiso, o todo o nada”. Queda así resumida la
filosofía y el carácter inconformista de nuestro héroe, también la química tan
especial que desprende la pareja protagonista. Al final de
la escapada es más que ninguna otra cosa un documento ejemplar
sobre la frenética velocidad del tiempo y del amor, al retratar de forma
esencialmente romántica la huida -suicida-
hacia delante de Michel, Godard evoca con increíble madurez y frescura,
a través del dramático itinerario de un hombre, el sentido de la pasión más
pura y cegadora.
La película fue galardonada con el premio
Jean Vigo, el de la mejor puesta en escena en el Festival de Berlín, así como
el premio a la mejor fotografía -a cargo
de Raul Coutard- otorgado por la crítica
alemana. En el año 1984, James McBride, realizó un remake con el título Vivir
sin aliento, con Richard Gere y Valerie Kapriski de protagonistas,
versión que a pesar de su mediocridad, es por algunos motivos recomendable
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