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lunes, 2 de septiembre de 2013

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: "EL HUNDIMIENTO"



EL HUNDIMIENTO (DER UNTERGANG)
Drama Histórico - Alemania, 2005 - 150 Minutos.
DIRECTOR: OLIVER HIRSCHBIEGEL.
INTÉRPRETES: BRUNO GANZ, ALEXANDRA MARIA LARA, ULRICH MATTHES, JULIANE KÖHLER, THOMAS KRETSCHMANN, CORINNA HARFOUCH.
  
      “Nada. En eso reside precisamente el milagro. Tras la muerte de Dios, llamó la nada a la puerta y Hitler fue su único hijo. En cierto sentido, él no existió nunca. Fue, por así decir, la encarnación de la Hitler-lüge, la mentira de Hitler. El anticristo absoluto y lógico”. Extracto de una de las mejores novelas -sino la mejor- publicada en nuestro país en los últimos diez años, “Sigfrido” (Harry Mulisch, 2003, Editorial Tusquets), y que como El Hundimiento se acerca al declive de Hitler y su séquito personal, una excelente obra que profundiza en la tesis de la banalización del Mal, en Hitler como fundador de una nueva religión, el emisario de una comunión cuyo telón de fondo -con sus ritos de masas, antorchas y banderas- sólo escondía el más absoluto vacío. El actor suizo Bruno Ganz, por primera vez en la historia del cine -de las artes escénicas en general- logra imprimir a su caracterización ese abismo de los sentidos, el aura espectral del profeta del exterminio, capaz de despojar de misericordia a su pueblo y convertirlo en una milicia fervorosa, insensible y devastadora.
    
    Oliver Hirschbiegel, autor de la interesante película El experimento (2001) y su guionista Bernd Eichinger tomaron como referencia las obras “El hundimiento: Hitler y el final del Tercer Reich” del ensayista alemán Joachin Fest, y “Hasta el último momento: La secretaria de Hitler cuenta su vida” de la que fuera asistenta personal del Führer, Traudl Junge, para acercarnos a los días finales del dictador: Berlín, abril de 1945. Las tropas rusas toman la capital del Reich siendo sus habitantes conscientes de que el final ha llegado. Hitler (Bruno Ganz) y su círculo más íntimo: su compañera sentimental Eva Braun (Juliane Köhler) y su cuñado Hermann Fegelin (Thomas Kretschmann), su secretaria Traudl Junge (Alexandra Maria Lara) y el ministro de propaganda Joseph Goebbels (Ulrich Matthes) y su familia permanecen atrincherados varios metros bajo tierra en un bunker en el corazón de Berlín. 


     No hay salida, pero Hitler no se plantea rendirse, ni pese a la insistencia de sus acólitos, desea abandonar Berlín, es más, sus órdenes son concisas y directas: las SS ejecutarán a todos aquellos que intenten desertar, entregarse o pactar con los aliados. El ocaso se acerca y con el enemigo a las puertas el Führer decide suicidarse junto con su amante Eva Braun, con la que ha contraído matrimonio varias horas antes, sus cadáveres serán quemados por orden expresa del dictador. Goebbels y su esposa siguen su camino, envenenan a sus seis hijos y se pegan un tiro en la cabeza. Traudl Junge, su secretaria personal, logra huir aprovechando la confusión a través de una ciudad devastada y mezclándose entre unos soldados rusos eufóricos.


    Antes de Hirschbiegel nadie se había atrevido a mostrar los últimos días de Hitler con tal nivel de realismo. El Hundimiento rompe ese tabú germano y nos presenta un film de un clima opresivo en el que el bunker de la cancillería, con sus pasillos y dependencias, se convierte en un laberinto infernal cuyos principales protagonistas buscan ese final mitológico a modo de tragedia griega y de resonancias wagnerianas. Porque Hitler -a ver si nos enteramos de una vez por todas- fue un ser humano, como Nelson Mandela, como yo mismo. Sí, racista, cruel, paranoico, colérico, iracundo, megalómano... pero también amante del arte y los animales, con capacidad para llorar, enfermizo, vacilante, amable con las personas de su entorno personal y que reaccionaba con furia ante la traición y el desengaño. Humano, demasiado humano. Bruno Ganz nos ofrece ese ajustado retrato ambiguo -hombre/monstruo- y se carga sobre sus espaldas el peso de la película, una actuación memorable y de amplios registros que huye del maniqueismo y la trivial caricatura. 

     Si Charles Laughton nos enseñó que el Mal puede imponer su fuerza recitando el evangelio (La noche del cazador, 1955), con Hirschbiegel hemos aprendido que el Mal absoluto puede padecer parkinson y estamparle un beso en los labios a su embebida compañera, Eva Braun.
    
   Tomando como hilo conductor el punto de vista de la secretaria del dictador, el relato explota el hiperrealismo en cada mínimo detalle de su dolorosa reconstrucción histórica, hasta el extremo de convertir El Hundimiento en una especie de dramatización documental. La falta de piedad con su pueblo, el desprecio hacia sus generales, la insensibilidad ante el sacrificio, la inflexibilidad para castigar a los traidores, nos hace ver al hombre que aún hoy en día sigue acosando la memoria colectiva en un grado superlativo, el mismo que un día de marzo de 1936 proclamó: <<Voy siguiendo con la seguridad de un sonámbulo el camino que me ha trazado la providencia>>. 

     Estamos ante una excelente obra que nace libre de la mano de una joven generación, sin atenerse a los rigurosos corsés y la manida corrección política, la caracterización de sus protagonistas (Magda y Joseph Goebbels, Hermann Goering, Albert Speer, Heinrich Himmler, Eva Braun) resultan asombrosamente perturbadoras, y la recreación de ese asfixiante y bullicioso microcosmos subterráneo en el epicentro de Berlín (el baile y las borracheras se alternan con las desesperadas reuniones de un Hitler desconectado de la realidad con sus altos oficiales) representan fielmente el sentido esquizofrénico y a la vez patético del final del nazismo, la amarga decadencia de los sueños expansionista de un hombre que dejó un rastro de 50 millones de cadáveres y sembró el caos y la destrucción. Tras haberlos obligado a ingerir un somnífero, Magda Goebbels envenena a sus seis vástagos vestidos de blanco inmaculado, aprieta sus mandíbulas y oímos el chasquido de la cápsula de cianuro...cierra la puerta. Detrás queda un escenario tenebroso... el Horror... el Horror.

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