FUEGO EN EL CUERPO
(BODY HEAT)
Policíaco - USA, 1981 - 110
Minutos - Color.
DIRECTOR: LAWRENCE KASDAN.
INTÉRPRETES: WILLIAM HURT, KATHLEEN TURNER, TED DANSON, RICHARD
CRENNA, MICKEY ROURKE.
Lawrence Kasdan (Miami Beach,
1949) estudia literatura en la universidad de Michigan, escribe guiones que no
coloca en ninguna parte, no obstante, es llamado por George Lucas para que
colabore con él en el guión de El imperio contraataca (1980) de la que
Lucas es productor y dirigida por Irvin Kershner. Firma también el libreto de En
busca del arca perdida (1981) de Steven Spielberg, y El retorno del Jedi
(1983) de Richard Marquand. Debido al éxito y al prestigio de algunas de estas
producciones lleva a cabo su gran sueño, que consiste en dirigir sus propios
guiones.
Así, debuta en el año 1981 con Fuego en el cuerpo, y un par de
años más tarde rueda Reencuentro, un relato intimista que narra cómo un
grupo de universitarios se reúne tras quince años de separación con motivo de
la muerte de uno de ellos. Silverado (1985) es un western con un
reparto magnífico, que resulta atractivo por lo que tiene de homenaje a los
clásicos del género. En 1983 realiza también uno de sus mejores films, El
turista accidental, a medio camino entre la comedia y el drama cuenta la
historia de un hombre que a causa de la pérdida de su hijo siente como se
derrumba toda su existencia. Te amaré
hasta que te mate (1990) es una floja película basada en un caso verídico
pero realizada con tal torpeza y desgana que es con mucho su peor película. Sin
embargo, al año siguiente demuestra que sigue estando en forma con Grand
Canyon (El alma de la ciudad), una reflexión sobre la violencia que genera
el sistema de vida americano y que desarrolla su acción en Los Ángeles. Wyatt
Earp (1994) un western tradicional, French kiss (1995), y el
fallido film coral Munford (1999) son algunas de sus últimas películas.
Fuego en el cuerpo es una tórrida historia
policíaca en la más pura esencia de la literatura y el cine negro. En ella
seguimos a la ambiciosa y hermosa Matty Walker (Kathleen Turner) que contacta
con el joven abogado Ned Racine (William Hurt) y calculadamente, tras
seducirle, le convence para que asesine a su marido, Edmund Walker (Richard
Crenna) un rico industrial de los negocios
inmobiliarios, y así poder heredar la mitad de sus bienes. Con la ayuda
de Ted Lewis (Mickey Rourke) un delincuente que debe un favor al picapleitos y
se encuentra en la cárcel cumpliendo condena, planearán el crimen perfecto,
pero no todo saldrá como Ned había planeado.
Rodada en las playas de Miami Beach, ciudad
natal del director, situada en la costa sudoriental de Florida, nos encontramos
ante uno de los más elegantes y frecuentados centros balnearios de Estados
Unidos. La exuberante vegetación y el calor pegajoso que se desprende de su
clima tropical húmedo, nos hace evocar perfiles como el de la carnal
“vampiresa” Matty Walker. Tomando como referencias ilustres dos films míticos
del cine negro, como son Perdición (Billy Wilder, 1944) y El cartero
siempre llama dos veces (Tay Garnett, 1946) el mayor acierto del film
reside precisamente en mostrar de forma más o menos explícita lo que aquellas
películas escamoteaban, debido claro está a la censura, y que no es otra cosa
que el factor gráfico del erotismo, sin cuya plástica estoy convencido que Fuego
en el cuerpo perdería muchos enteros.
Reconociendo pues, que Kasdan sabe
extraer todo el atractivo erótico a las escenas de sexo y a la debutante
Kathleen Turner, potente en su retrato al más puro y tradicional estilo de femme
fatal, un sentido, el de la fatalidad, que no logra imprimir un carácter
definitivo al relato, tal vez porque el realizador confiere una excesiva
importancia a la relación casi animal, salvajemente lujuriosa que se trae entre
manos la pareja protagonista, y que diluye de forma gradual-a pesar de la
noche, el calor y la compleja historia- la trama policial, que seguimos a partir
de un determinado momento con cierta desgana. Con todo, Body Heat es en
su conjunto un thriller interesante, al que perdonamos algunas burdas
líneas de diálogo como la siguiente:
Ned - ¿Estás bien?
Matty - Admirable, aunque con el ajetreo me
sube la temperatura a cien.
Ned - Precisarás una puesta a punto.
Matty - y naturalmente tu tienes la
herramienta justa.
Escribo interesante porque resulta un buen
intento por revitalizar el cine negro que en la época era prácticamente
inexistente, y que al no contar ya con el corsé moralizante de la censura nos
hace observar como el sudor, consecuencia del sofocante y húmedo calor, puede
ser un estupendo lubricante para unos cuerpos que arden en deseo en un clima
tropical que enciende la llama de la pasión. Resulta relativamente obvio para
Matty sospechar -una vez que ha fisgoneado en la chaqueta que Ned ha dejado
apoyada en la barandilla- que ese abogado de tres al cuarto, tan impulsivo y
ardiente -Kasdan lo dibuja como un adicto al sexo, al que le ponen las tías con
uniforme: camareras, enfermeras-, puede ser la víctima ideal para llevar a cabo
el trabajo.
Del mismo modo que creemos totalmente factible que Ned, cegado por
la bella y lasciva mujer, se vuelva manejable y acabe encoñado con ella, todo
esto sin hacer caso de las advertencias de los colegas que le previenen de los
peligros que le puede acarrear seguir con esas relación, aconsejándole que lo
más racional sería escapar cuanto antes de sus redes. Ned Racine no sólo no
hace caso, sino que está convencido que la pasión que ella le demuestra no
puede ser falsa, nadie es capaz de fingir tan bien encima de unas sábanas,
quizás si hubiera leído antes el anuario correspondiente al año 1968 del
Instituto Wheaton Cougars sus huesos no se pudrirían en la cárcel, porque
debajo de la fotografía de una sonriente colegial Matty reza: Mary Ann
Simpson “la vampiresa”. Sus aspiraciones: ser rica y vivir en
un país exótico. Ella acaba cumpliendo su sueño en algún lejano e insólito
país, y un tipo, que se encuentra tumbado a su lado, le comenta el calor que
hace, ella asiente sin tan siquiera mirarlo, dando a entender que una vez que
ha conseguido lo que deseaba nada humano le importa.
En fin, muy aceptable muestra de cine negro
de los ochenta, que incluye elementos sugerentes como la codicia, la humedad,
la pasión, el sexo y el asesinato. También resulta determinante, para redondear
el magma atmosférico, la melancólica música de saxo a cargo de John Barry, que
eleva el clima libidinoso entre una maraña de ventiladores. Algunas lagunas de
guión no desmerecen el buen libreto de Kasdan... y ¡ah!, Kathleen Turner, con
problemas siempre para guardar la línea, reconoció haberse puesto verrionda
durante el rodaje de algunas escenas ¿extraño? No, todos nos pusimos como
burros en primavera sólo mirandola.
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