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lunes, 13 de mayo de 2013

CRÍTICA DE "OBJETIVO: LA CASA BLANCA"


El peso del 11-S sobre la conciencia colectiva norteamericana
OBJETIVO: LA CASA BLANCA êê
DIRECTOR: ANTOINE FUQUA.
INTÉRPRETES: GERARD BUTLER, AARON ECKHART, DYLAN, RICK YUNE, DYLAN MACDERMOTT, MORGAN FREEMAN.
GÉNERO: ACCIÓN / EE. UU. / 2013  DURACIÓN: 119 MINUTOS.   


     Cualquier aficionado sabe que el público potencial de esta película no es el que acude a ver una cinta de Theo Angelopoulos o Manoel de Oliveira. Estamos ante un film de acción pura y dura sin más trascendencia que la trivial evasión, el entretenimiento sin una lógica interna que no sea el burdo proselitismo patriotero. Es, en suma, lo que en España llamamos atinadamente “una americanada”, uno de esos artefactos que como la mediocre Air Force One o la magnífica 1997: Rescate en Nueva York tienen al presidente en apuros de los Estados Unidos como figura omnipresente.


      OBJETIVO: LA CASA BLANCA nos narra cómo a plena luz del día un grupo terroristas norcoreanos liderado por Kang Yeonsak (Rick Yune) asalta la Casa Blanca tomando como rehenes al mismísimo presidente, Benjamin Asher (Aaron Eckhart) y a todo su gabinete. Mientras en los jardines de la residencia presidencial se libre una encarnizada batalla, el antiguo miembro del Servicio Secreto, Mike Banning (Gerald Butler) consigue abrirse camino hacia el asediado edificio gubernamental con el objetivo de proteger y rescatar a Asher, para quien trabajó hasta la muerte accidental de la esposa del presidente, Margaret (Ashley Judd)


      Banning despliega todas sus habilidades y contundencia para conseguir llevar a cabo su misión, que será seguida paso a paso por el presidente en funciones, Alan Trumbull (Morgan Freeman). Cuando Kang comienza a ejecutar rehenes con la amenaza de seguir haciéndolo si no se cumplen sus disparatadas pretensiones, toda la seguridad nacional del país tendrá que confiar en Banning, tanto para salvar al presidente y a su hijo Connor (Finley Jacobsen) como para evitar que los terroristas pongan en marcha su aterrador plan de exterminio.


      Antoine Fuqua, director de la excelente Día de entrenamiento, no ha vuelto a rayar a tanta altura desde entonces, aunque cierto es que nos ha presentado algunos films aseados como El rey Arturo o Los amos de Brooklyn. Con claras resonancias a las pelis de acción de los años 80 y 90 y dos grandes influencias en mente: la citada 1997: Rescate en Nueva York y La Jungla de Cristal, el cineasta nacido en Pittsburgh nos presenta una serie B que con sus limitaciones y sin ánimo de dejar estela cumple sus objetivos sin que ni una sola secuencia quede grabada en las retinas del espectador ni permanezca en la memoria tras abandonar la sala.


      El espíritu de los tiempos indica ahora que los villanos tienen que ser norcoreanos como en otras ocasiones fueron rusos o islamistas, da igual porque el vacío – y la dolorosa impotencia- alojado por los atentados del 11-S en la conciencia colectiva norteamericana, con un meridiano diagnóstico de estrés post-traumático, necesita pocas coartadas para montar un espectáculo patriotero en donde el Mal, como un ente mutante y polifórmico, nunca descansa y hace aflorar a héroes de pacotilla para su aniquilación.


       Las set-pieces de acción están bien rodadas, pero a la función le falta el sarcasmo de un Bruce Willis solo contra el mundo, aquí la bandera de las barras y estrellas sólo sirve para dar cobertura a una angustia emocional que deriva en una estruendosa balasera y explosiones como eructos incontrolables de una nación permanentemente amenazada e incapaces de encontrar respuestas al desolador interrogante ¿por qué nos odian tanto? No lo sé, y a nivel personal puedo decir que los Estados Unidos de América tienen todo lo bueno y todo lo malo que amo y detesto de un país y una sociedad, pero podría exponer algunas respuestas a esa dramática pregunta.


      El anacronismo de la propuesta (que parece una producción de la mítica Menahem Golan y Yoram Globus) no invita demasiado a la reflexión, elevando la figura del héroe rebosante de testosterona como contrapunto ideal de un villano de opereta. Insisto, OBJETIVO: LA CASA BLANCA sólo se salva por su nula trascendencia, por algunas escenas de acción bien planificadas (como el asalto al jardín del edificio gubernamental), por la rigurosa recreación de escenarios y las dosis ruido y de sadismo necesarias para evitar los cambios de postura y la dulce somnolencia. Esta película todavía no ha sido estrenada en los Estados Unidos, es muy probable que cuando lo haga una legión de fantasmas sobrevuelen las salas recordando al público su lacerante indefensión.  

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