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domingo, 23 de diciembre de 2012

CRÍTICA DE "EL CUERPO"

La fría venganza del perdedor
EL CUERPO êêê
DIRECTOR: ORIOL PAULO.
INTÉRPRETES: JOSÉ CORONADO, HUGO SILVA, BELÉN RUEDA, AURA GARRIDO, JUAN PABLO SHUK.
GÉNERO: THRILLER / ESPAÑA / 2012  DURACIÓN: 109 MINUTOS.   
   
    El barcelonés Oriol Paulo escribió junto a su director, Guillem Morales, el guión de Los ojos de Julia (2010), resultón psychothriller que tenía a Alfred Hichcock como mayor inspiración. Fogueado en el campo de la televisión, Paulo presentó en el pasado Festival de Sitges la que supone su ópera prima detrás de la cámara, EL CUERPO, que coescrita junto a Lara Sendim está enmarcada en el terreno donde se siente más cómodo, el thriller, y en donde se encuadran algunos telefilms que se han servido de sus libretos: Pathagorobi, Codi 60 y Ecos.

      La cinta arranca cuando el vigilante nocturno de un depósito de cadáveres es atropellado tras abandonar su trabajo en estado de pánico. Cuando la policía, comandada por el inspector Jaime Peña (José Coronado) se presenta para investigar el caso, descubren que la puerta de una de las neveras  está abierta y el cadáver de Mayka Villaverde (Belén Rueda), una rica empresaria del sector farmacéutico recientemente fallecida, ha desaparecido. Sin apenas pistas que aclaren el extraño suceso, Peña decide interrogar a Álex Ulloa (Hugo Silva), el joven y atractivo viudo de Mayka, para ver si puede arrojar alguna luz sobre el caso. Juntos, durante el transcurso de una noche intensa, intentarán descubrir la verdad sobre las misteriosas causas de la muerte de su mujer y la desaparición de su cuerpo, en la que quizás Ulloa tiene mucho más que ver de lo que quiere reconocer.
  
     Lo cierto es que Oriol Paulo ha realizado un film muy aseado partiendo de una premisa nada original, pues la acción se sigue con cierto interés y el trabajo del reparto resulta bastante aceptable. El director catalán consigue crear una atmósfera inquietante  utilizando la incesante lluvia, los relámpagos y algunos ruidos contundentes como  elementos catalizadores derivados de un guión con demasiadas trampas y falsas pistas que toma como escenario, casi único, una tétrica morgue durante una larga y gélida noche. Un  escenario que actúa como un laberinto de espejos deformantes donde nada es lo que parece, un juego de cluedo o el gato y el ratón en donde todas las pistas diseminadas surgen para guiar al peculiar inspector a la resolución de un caso que aparentemente tiene un móvil claro: un tipo ha liquidado a su ricachona esposa harto de su carácter amenazador, manipulador y humor corrosivo, para así poder escapar con su joven amante, Carla Miller (Aura Garrido)

      Paulo maneja con soltura los códigos del thriller psicológico manteniendo la tensión hasta el final, y a través de unos flashbacks bien diseñados abre dos líneas temporales que nos introducen en las convulsas relaciones de los protagonistas, y por ende, en la intriga que nos lleva a preguntarnos ¿por qué se ha hecho desaparecer el cadáver? ¿Tal vez para evitar la autopsia y con ella a las respuestas a un montón de interrogantes? Demasiado fácil, pronto intuimos que la retorcida imaginación de sus guionistas nos deparará finalmente un giro brutal e inesperado.
  
      Tomando como influencia a la magistral Pura formalidad (Guseppe Tornatore, 1994), film en el que un inspector encarnado por un Roman Polanski pluscuamperfecto someterá durante una noche tormentosa a un duro interrogatorio a un escritor sospechoso de asesinato e interpretado de manera excelente por Gerard Depardieu, la alambicada trama de EL CUERPO contiene excesivos subrayados, algunos agujeros y situaciones poco creíbles, la calidad de la edición de sonido es bastante mediocre, lo que conlleva que algunas líneas de diálogo se pierdan, y ciertos elementos estéticos se nos antojan chirriantes, como el ridículo peinado de José Coronado  o el atuendo de esa mujer policía que parece ataviada para un festival heavy. Aún así, la propuesta se nos muestra como un ejercicio de género entretenido y solvente, técnicamente impecable y elegante en su puesta en escena. 

   Al clima lúgubre y glacial no le falta el toque gore ni los típicos recursos estilísticos y claustrofóbicos del gótico (esas luces que se apagan, la aparición fantasmagórica del cadáver de Mayka, la lluvia azotando las ventanas, las  frías camillas de disección forense, los cadáveres que cambian de identidad), para arrastrar al espectador a un clímax insospechado, que ataca más a la vía emocional que al súbito impacto, la venganza del perdedor sobre esa clase social alta que se cree tan inteligente como intocable. 

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