El MacGuffin como elemento totalizador
FIN êê
DIRECTOR: JORGE
TORREGROSSA.
INTÉRPRETES:
MARIBEL VERDÚ, DANIEL GRAO, CLARA LAGO, BLANCA ROMERO, ANTONIO GARRIDO, CRAMEN
RUÍZ, MIQUEL FERNÁNDEZ, ANDRÉS VELENCOSO.
GÉNERO: INTRIGA /
ESPAÑA / 2012
DURACIÓN: 90 MINUTOS.
Parece evidente
que el cine español busca nuevos caminos surcando el cine de género, una
apuesta por evaporar los hedores de la comedia bufa, el cine de carácter social
y el drama guerracivilista, que han sido las corrientes generalistas de la
mayoría de las producciones en las últimas décadas. El cambio de tendencia
resulta muy estimulante para este crítico, cansado de sacudirse la caspa y el
pelo de la dehesa cada vez que el cine patrio asaltaba la pantalla grande con
algunos de sus mediocres enredos. FIN, basada en la novela de David
Monteagudo, supone el debut del cortometrajista Jorge Torregrossa en el
largometraje bajo el paraguas de la productora Apache, una propuesta
irregular que se apunta al cine de tono
apocalíptico tan de moda.
Veamos: Tras dos
décadas sin verse, un grupo de amigos se reúne en una aislada casa en la
montaña un fin de semana. Algunos van con pareja y otros solos, pero falta uno
de ellos, Ángel, al que llamaban El Profeta, precisamente el que más interés
tenía en que se celebrase la reunión. Parece que nada haya cambiado entre
ellos, pero pronto aparecen las tensiones debido a un turbio suceso del pasado
que les sigue atormentando. De repente, un extraño relámpago ilumina el cielo,
el incidente corta la electricidad, los teléfonos no funcionan y tampoco el
encendido del motor de los coches. Así, el grupo se queda aislado y sin posibilidad de
comunicación con el exterior. Deciden buscar ayuda e ir caminando al pueblo más
próximo, pero el grupo se va desintegrando y algunos componentes desaparecen sin
explicación. Parece que un nuevo orden natural se impone entre sus atónitos
ojos, una situación anómala en la que no hay rastro de otras personas
A medio camino
entre el cine apocalíptico y el thriller psicológico, FIN está filmada de
manera aseada, con una aceptable puesta en
escena y un tramo inicial dinámico en el que asistimos a la reunión del
grupo con sus recuerdos, anécdotas, envidias, recelos y tensiones, y Torregrosa
mueve hábilmente los hilos para dotar de matices a un elenco coral que
desprende pocas simpatías.
El gran problema de esta cinta es su molesta
indefinición, las constantes variables de una epopeya que no se sabe bien qué
persigue, dando bandazos para salirse de la línea recta que marca su aplastante
esquematismo. La función cuenta con una
imponente luz creada por José David Montero, que baña los impresionantes
paisajes pirenaicos, también el apartado técnico resulta moderadamente eficaz
(perfecta planificación de esa escena de la estampida de los carneros por el
sendero de la montaña), pero el conjunto se ve castigado por el corpus
estructural de un libreto endeble, muy poco trabajado y que elimina piezas de
un puzzle que quedará para siempre incompleto, como el coitus interruptus de
una metáfora.
Si lo que lo que perseguía Jorge
Torregrossa es rodar una alegoría aliñada con vagas reflexiones sobre el
destino del hombre y el fin de la humanidad, lo que en realidad ha parido es el
retrato movido de un grupo de amigos detestables aventurándose hacia la nada en
desafinada sintonía y sin apenas profundidad psicológica. Poco se podía
exprimir la cargante novela de David Monteagudo, en la que se adivinan ecos de El
Incidente
(M. Night Shyamalan, 2008), un film, por otra parte, nada original que dejó muy
poco poso, aunque no recuerdo que aquella irregular propuesta incluyera los
enormes agujeros que el avispado cinéfilo podrá apreciar en FIN:
perros desesperadamente hambrientos cuando sólo ha pasado un día desde el
desastre y que no habían sido capaces de localizar los alimentos hasta que el
grupo da con ellos; la compostura y reacción tibia del grupo cuando se produce
la primera desaparición; la ilógica reflexión sobre el cadáver de un tipo, esencial para la
trama, del que se deduce que ha muerto en accidente antes de que se produjera
la catástrofe porque su reloj se ha parado a una hora distinta.
Grietas que ahondan en la deslavazada
narrativa de un guión que juega con el misterio y las incógnitas, cuando es
fácil adivinar que el enigma sobre la extraña situación solo actúa como
MacGuffin de una aventura que lo fía todo a la imaginación –y paciencia- del
espectador, un espectador que también tendrá que encargarse de ponerle fin al
relato cuando desaparezca tras las brumas.
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