Un telefilm tan caro como mediocre
EN LA MENTE DEL ASESINO ê
DIRECTOR: ROB COHEN.
INTÉRPRETES: TYLER PERRY, MATTHEW FOX, EDWARD BURNS, JEAN
RENO, RACHEL NICHOLS, GIANCARLO EXPOSITO.
GÉNERO: THRILLER
/ EE. UU. / 2012 DURACIÓN: 101 MINUTOS.
Las dos veces que
el psicólogo forense Alex Cross, personaje creado por el novelista James Patterson,
ha surcado la pantalla grande en películas como El coleccionista de huesos
(Gary Fleder, 1997) y La hora de la Araña (Lee Tamahori,
2001), ha tenido el rostro y el porte del veterano actor Morgan Freeman. Surgidas
ambas al rebufo de éxitos como El silencio de los corderos o Se7en,
ninguna logró convencerme aunque el film
de Tamahori mantenía un cierto tono que no la dejaba caer en el ridículo. La elección
de Tyler Perry como sustituto de Morgan Freeman dando vida al detective
psicólogo mantendrá contenta a la extensa comunidad afroamericana estadounidense,
para quien es todo un ídolo, pero el cambio efectuado se nos antoja desafortunado
o al menos muy discutible a pesar de que alguien quiera convencernos de su
cercanía a la figura más neutra, sin los dilemas existenciales ni las contradicciones
del personaje literario.
Vayamos con el
argumento: Alex Cross (Tyler Perry)
es un detective de la policía de Detroit, además de psicólogo forense, que vive
feliz con su familia y tiene una excelente relación con sus compañeros de
trabajo, Tommy (Edward Burns) y Monica (Rachel Nichols). Su rutina laboral
se ve truncada cuando se cruza en su camino el asesino a sueldo sociópata Michael “El Carnicero” Sullivan
(Matthew Fox), cuyas habilidades siempre le han permitido eludir a las
autoridades… hasta que Cross se enfrenta a él cuando intenta un asesinato y
casi le atrapa. Herido, ninguneado y rabioso, Sullivan decide vengarse de Cross
matando a su esposa María (Carmen
Ejogo) cuando se encuentran celebrando su aniversario en un restaurante. El dolor
por la inmensa pérdida hará que el detective se salte todas las leyes morales y
legales para atrapar al asesino, lo que le hará descubrir cosas que ni siquiera
imaginaba.
EN LA
MENTE DEL ASESINO, con una premisa nada original, está penalizada por
un guión endeble, muy deslavazado y lleno de agujeros: profusión de diálogos
absurdos (la secretaria drogada que recibe en la mansión a los detectives, los
tres tipos que acosan a Matthew Fox en el metro); situaciones realmente
ridículas (Fox entrando en la acorazada mansión por el conducto del aire
acondicionado y escapando por una alcantarilla).
El primer error que se comete
es la elección de Perry para dar oxígeno al detective, un actor absolutamente imposibilitado
para ponerse al frente de una función necesitada de un tono más severo y un
intérprete capaz de desarrollar registros dramáticos más acusados; la segunda
elección pésima es situar detrás de las cámaras a un director cuyos mayores
logros han sido en el cine palomitero más vulgar con propuestas como Dragonheart
o Pánico
en el túnel; por último está el tufo a telefilm que desprende el
invento, con peleas cuerpo a cuerpo y secuencias de acción torpemente
planificadas y unos personajes dibujados a brochazos. Lo peor es que el espectador se queda en demasiados momentos sin
asideros, preguntándose de dónde le vienen al detective esos poderes
sobrenaturales que le hace entrar sin esfuerzo ni trance en la mente del
asesino.
Pese a todo lo escrito, la cochambrosa
apuesta puede resultar atractiva para ese público de telefilms de sobremesa y
para el cual el cine es sólo un vehículo para la evasión, un público al que le
trae sin cuidado la lógica de la trama y el uso pueril de los condicionantes
dramáticos. Aun así, cualquier chaval podría superar con un simple programa
los mediocres efectos especiales que, de todas formas, carecen de relevancia.
Es
curioso que el protagonismo en el cartel de la peli se lo lleve Matthew Fox –al
que lanzó a la fama la serie Perdidos-
y no veamos ni rastro de Perry, curioso si uno no ha visto el film, porque Alex
Cross pierde mucha fuerza cuando en el desarrollo progresivo de la trama vemos
que todo sucede en la mente del implacable asesino, un Fox que tuvo que
adelgazar 15 kilos para meterse en la piel de un psicópata solitario y estridente,
al que es incapaz de dotar de una verdadera dimensión y carisma, y que roza en
demasiados momentos la caricatura. Nos le pintan como un hábil tirador y terrorífico
en sus métodos de tortura, pero sólo es un monigote si lo comparamos con otros
psicópatas cinematográficos como Buffalo Bill o Jhon Doe. EN LA MENTE DEL ASESINO gasta
todo su potencial en el enfrentamiento de dos personajes antitéticos –tanto como
lo son el Bien y el Mal-, un desafío que carece de interés y en el que ni
siquiera funciona el giro final, una tuerca inservible para ajustar el
desastre.
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