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lunes, 2 de julio de 2012

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: 4 MESES, 3 SEMANAS, 2 DÍAS


 4 MESES, 3 SEMANAS, 2 DÍAS

DIRECTOR: CRISTIAN MUNGIU.
INTÉRPRETES: ANAMARIA MARINCA, LAURA VASILIU, VLAD IVANOV, TEO CORBAN, ION SAPDARU.
GÉNERO: DRAMA/RUMANIA/2007.
DURACIÓN: 113 MINUTOS
   
  Merecidamente, una de las películas más premiadas del pasado año, con algunos galardones tan prestigiosos como la Palma de Oro en el Festival de Cannes, el Premio FIPRESCI  de la crítica internacional o el Premio a la Mejor Película y al Mejor director en los Premios Europa de cine. Digo justamente porque 4 MESES, 3 SEMANAS, 2 DÍAS (título que hace referencia al tiempo de gestación de una de sus protagonistas) es una obra que conmueve al retratar con maestría la vida miserable en los dominios de el Gran Hermano). Dirigida por el rumano Cristian Mungiu, que declaró que todo ese reconocimiento era un estímulo para los pequeños cineastas de pequeños países, que no necesitan grandes presupuestos ni grandes estrellas para narrar una historia que llegue a todo el mundo.
 
    Un relato que nos cuenta el calvario personal de Gabita (Laura Vasiliu), una joven emocionalmente frágil y dueña de un embarazo no deseado que comparte habitación en una residencia de estudiantes con Otilia (Anamaria Marinca) mujer de mucho más coraje y disposición. Estamos en el Bucarest de 1987, en las postrimerías del régimen comunista del muy siniestro Ceaucescu, en un país sin esperanza de libertad donde sólo en el mercado negro cualquier mercancía se puede vender o comprar. Otilia  se compromete a ayudar a su amiga a superar el doloroso trance, para lo que alquila una habitación en un hotel de mala muerte, en lo que será el punto de reunión para encontrarse con un tal señor Bebe (Vlad Ivanov), que puede ayudarla a salir del apuro en que se encuentra. En la Rumania de los ochenta el aborto es ilegal, de ahí la situación desesperada, el nerviosismo y pánico de las jóvenes mujeres al enfrentarse a una cosa así por primera vez en sus vidas.
  
   Magnífica irrupción en el cine internacional de este cineasta perteneciente al emergente Nuevo Cine Rumano. La narración sigue en tiempo real los penosos avatares de las protagonistas en el día quizás más decisivo de sus vidas, y Mungiu despoja al relato de todo artificio y ornamento para que el lacerante, terrorífico itinerario de las dos chicas resulte más realista y espantoso. Hoy puede parecer increíble, una trama deprimente sacada de una mala pesadilla, pero que el negociado de un aborto clandestino sirva como catalizador de todas las perversas y sórdidas patologías derivadas de un régimen totalitario que infunde el terror y la depresión a través de una estructura policial y de extrema vigilancia, ha llevado al padecimiento perpetuo, a la cárcel, a la locura y el suicidio a muchos ciudadanos derrotados  en sus defensas físicas e intelectuales, sin fuerzas ni ayuda para seguir luchando. La crisis  moral de una nación acuciada por la miseria, la mezquindad, la insatisfacción y el miedo permanente, sobreviviendo en un tiempo inexistente entre la cobardía de muchos y el coraje de unos pocos.

      En ese sentido el film resulta espeluznante, un delirio absurdo anclado en un tiempo oscuro que esquematiza y/o aísla cada situación para que podamos regodearnos en su tenebrosa atmósfera. El realizador rumano, con solo dos películas a sus espaldas, se muestra como un maestro a la hora de dotar de técnica y estilo a la función (perfecta utilización de la cámara en mano y de la elipsis, amplios encuadres y fenomenal uso del fuera de campo, excelente descripción de ambientes) sin caer  en ningún momento  en la tentación efectista ni estridencias (prescinde hasta de la música) y sin abandonar la profundidad de su desgarrador discurso. En la línea de esa otra obra maestra titulada La vida de los otros, los jóvenes cineastas surgidos de la Europa del Este –urgidos por su propia devastación emocional- siguen con sus severas denuncias sobre la represión y el sufrimiento en los antiguos regímenes comunistas, que marcaron todos esos gulags enclavados en el Telón de Acero, así Mungiu va laminando con cada fotograma de su austera, amarga y contundente obra, toda esa basura ideológica progresista que tan sólo hace dos décadas partía piñones con el camarada Nicolae Ceaucescu. Cruel metáfora del destino: en el cine no les será tan fácil mirar para otro lado.

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