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lunes, 9 de julio de 2012

LOS MEJORES CARTELES DE CINE: MANIAC


      MANIAC (William Lustig, 1980) es una de las películas que con mayor arraigo ha quedado implantada en la memoria cinéfila de este crítico desde su psicotrónica y ya lejana etapa de juventud. La película de Lustig es un ejercicio escalofriante, sórdido y enfermizo rodado con tono semi-documental, cierta pátina neorrealista en la ambientación y un clima absolutamente neoyorquino que irrumpió como una bocanada de aire fétido haciendo añicos las convenciones del cine de horror moderno, aletargado entonces por productos más o menos pulidos y refinados (Viernes 13, La noche de Halloween). La demoledora eficacia de este retrato del asesino Frank Zito, dueño de una mente letalmente erosionada y castigada por los remordimientos, con obsesión por los maniquíes y que, confundido con el paisaje, deambula por la magnética y peligrosa Calle 42 asesinando con un enorme cuchillo a hermosas féminas, recae en el indiscutible y categórico protagonismo de Joe Spinell. Porque si uno es capaz de aislar la polémica suscitada por la ira de las feministas en su denuncia por el catálogo de mujeres sacrificadas, los truculentos, sangrientos y eficaces efectos de maquillaje creados por Tom Savini, lo que queda es el rostro picado y vulgar, los ojillos húmedos y hundidos, la figura burda de Spinell, coguionista del film y protagonista magistral, imagen pesadillesca y eminentemente urbanita desposeída de toda magia y glamour, tan real e insertado en el decorado de la ciudad como los taxis amarillos, los chaperos y las putas, elementos perfectamente integrados en la sucia poética de la noche neoyorquina.

         El excepcional póster del film logra captar magníficamente el estilo casposo y brutal de esa atmósfera de alienación esquizoide, de soledad sangrante y perturbadora sin perder, a día de hoy, ni un ápice de su fiereza; el rostro insignificante y patético de un perfecto representante de la basura blanca oculto tras las sombras de la noche, un marginado, un residuo abotargado y corroído por mil demonios que subvierte los códigos estéticos-narrativos del psychokiller tradicional, sin coartadas metafóricas. Le vemos abierto de piernas, con un enorme paquete marcando su entrepierna (subtexto falocéntrico atribuido siempre al cine de cuchilladas), pateando un charco de sangre, blandiendo en su mano izquierda un aterrador  puñal y con la derecha agarrando con fuerza la cabellera escalpada a una bella rubia. El cartel lleva impreso un consejo fatalmente despreciado: “Te advertí que no salieras esta noche”. Es la nueva imagen del Terror plasmada de forma impactante y realista, todo un hito del grafismo gore, un clásico que refleja como pocos la pesada rutina del psicópata.

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