La multifacética actriz vallisoletana Concha Velasco (1939-2023), fallecida el pasado 2 de diciembre, forma parte de la memoria sentimental de varias generaciones desde que comenzó su carrera como intérprete a mediados de los 50 con sólo 15 años. Actriz de cine, teatro y televisión, cantante, bailarina y presentadora, ha sido uno de los iconos más populares e incombustibles del cine patrio a lo largo de siete décadas. Su debut se produce con un fugaz papel de bailaora sin acreditar en la comedia La reina mora (1955), y su última aparición en la pantalla grande fue en 2020 en la cinta de terror Malasaña 32. Junto a Tony Leblanc formó una de las parejas más recordadas y famosas de nuestro cine y fue conocida como “La Chica Ye-yé” por el tema que interpretó en la película de 1965 Historias de la televisión. Todo un exitazo. Mi sinceridad me obliga a reconocer que en pocas ocasiones me he sentido seducido por su protagonismo debido a la mediocridad de las producciones en las que participó la prolífica artista (más de un centenar de títulos) y no recomendaría a nadie películas tan inanes y apolilladas como Las chicas de la cruz roja. Sin embargo, tuvo la oportunidad de desplegar todo su talento interpretativo en las siguientes películas:
“EL INDULTO”
(José Luis Sáenz
de Heredia, 1961)
España, 1906. Embarazada tras haber sido violada, Antonia (Concha Velasco), se ve obligada a casarse con Lucas (Pedro Armendáriz), para salvar su honor. Pero su madre le entrega a Lucas 20.000 reales con la condición de que no se acerque a nunca más a Antonia ni al niño que va a nacer. Cuando se queda sin dinero, Lucas reclama a su mujer y termina matando a la madre de ésta. Pedro (Manuel Monroy), hermano de Lucas, protege a Antonia ante las amenazas de éste.
Dirigida por José Luis Sáenz de Heredia
y basada en la novela de Emilia Pardo Bazán, El indulto encumbra
a Concha Velasco en uno de sus primeros papeles dramáticos y acapara casi todo
el protagonismo de una historia de bajas pasiones, violencia sexual, celos,
venganzas y sucesos trágicos que tienen lugar en un pueblo español durante el
reinado de Alfonso XIII. Con un
magnífico guión del propio director y una brillante iluminación llena de
contrastes de Cecilio Paniagua, estamos ante un sólido melodrama fatalista que
levanta acta sobre la decrépita moral de la época, la permisibilidad de la ley
ante los delitos machistas y la cobardía de una sociedad sumida en las tinieblas.
“TORMENTO” (Pedro
Olea, 1974)
La acción nos sitúa en Madrid a finales del siglo XIX. Tras hacer fortuna en América, Agustín (Francisco Rabal), vuelve a España y se instala en casa de unos parientes, Francisco y Rosalía de Bringas (Rafael Alonso y Concha Velasco). Enseguida comienza a cotejar a Amparo (Ana Belén), una atractiva joven que trabaja de criada en la casa y que oculta un inconfesable secreto: su relación amorosa con un sacerdote, Pedro (Javier Escrivá).
Dirigida por Pedro Olea, adapta la
obra homónima de Benito Pérez Galdós que narra la vida de una sirvienta que se
debate entre los amores que le profesan un cura y un hombre que se ha hecho
rico en América. Tormento es el relato de una sociedad decadente,
de moral pacata y desvencijada y los amores tristes y atormentados de Amparo,
impecable en sus labores como criada, pero que, a pesar de sus virtudes, se ve
asaltada por los fantasmas del pasado, que siempre vuelven. Empleada de la
arrogante, mezquina, codiciosa y odiosa Rosalía de Bringas, una Concha Velasco
esculpiendo la forma humana de la envidia y que se siente impotente ante el
hechizo que Amparo ejerce sobre su primo Agustín. Inolvidable ese final en
la estación de tren cuando, desde el vagón y antes de partir con ella, Agustín
le pide a Amparo que se despida de su familia. El cruce de miradas entre Ana
Belén y la rencorosa Concha Velasco murmurando puta… puta… puta… cuando el tren se aleja, es puro fuego.
“LA COLMENA”
(Mario Camus, 1982)
Adaptación de la magistral novela de
Camilo José Cela en la que tiene un pequeño papel como el inventor de palabras Matías,
La colmena, dirigida con virtuosismo por Mario Camus, es para este cronista la mejor película en la que
intervino la recordada Concha Velasco en el papel de Purita, una afectuosa
prostituta que acaba teniendo un romance con Martín (José Sacristán), un
harapiento superviviente republicano que vive de la caridad de su hermana y
duerme en un burdel. La acción nos sitúa en el Madrid de 1943 en plena
posguerra. Son años de hambre, enfermedades, represión, homofobia y miedo. En el Café La
Delicia regentado por Doña Rosa (representado como émulo del mítico Café Gijón), un grupo de
tertulianos se reúne todos los días. Un enjambre, una colmena, de gentes que a
veces son felices y a veces, no.
Oso de Oro en el Festival de Berlín de
1983, La colmena nos muestra un fresco realista de la vida mísera y la crudeza de
la sociedad de posguerra, con el ajetreo del Café La Delicia regentado por Doña
Rosa donde se reúnen un grupo heterogéneo de poetas pobres e intelectuales peripatéticos que
un día descubren que las mesas de mármol en torno a las cuales se sientan no
son otra cosa sino lápidas. Película coral rebosante de excelentes intérpretes,
la trama se desarrolla a través de un encadenado de microhistorias
entrelazadas en las que entran y salen personajes de diferentes clases, con sus
prejuicios, pesares y aspiraciones, un rincón de una ciudad de Madrid deprimente
y gélida, con sus colas de racionamientos, pensiones de mala muerte y casas de
latrocinio. Una radiografía desangelada y áspera de una época tenebrosa. Atención
a la soberbia banda sonora de Antón García Abril... y un recordatorio: lo
queramos o no, todos somos hijos de esa mugre.
Sólo he visto la tercera y el personaje de Concha Velasco resulta adecuadamente entrañable.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno, es la mejor de las tres.
ResponderEliminarUn abrazo.