lunes, 7 de enero de 2019

CRÍTICA: “FLEUVE NOIR (SIN DEJAR HUELLLAS)” (Erick Zonca, 2018)


Bajo sospecha

“FLEUVE NOIR (SIN DEJAR HUELLLAS” êêê
(Erick Zonca, 2018)
     

    El realizador francés Erick Zonca tuvo un gran éxito de crítica y público con el drama La vida soñada de los ángeles (1998), que representó su ópera prima. Pero su filmografía sólo constaba de dos títulos más, El pequeño ladrón (1999) y Julia (2008), cumplidos ya veinte años desde su debut. Tras una década sin ponerse detrás de las cámaras, vuelve a la pantalla grande con este thriller titulado Fleuve noir, que sin estrenarse aún en España ha sido traducido como Sin dejar huellas.

    
    Un film que basado en una novela del escritor israelí Dror Mishani, comienza cuando Dany, el hijo mayor de la familia Arnault, desaparece sin dejar rastro. Su madre, Solange (Sandrine Kiberlain), pide ayuda a la policía. El comandante François Visconti (Vincent Cassel), que ha sido abandonado por su mujer y tiene problemas con el alcohol, es asignado al caso. Todo indica que Dany ha escapado de un ambiente familiar opresivo, con un padre siempre ausente y una hermana con síndrome de down, pero una llamada anónima, abre otras hipótesis. Cuando el antiguo tutor de Dany, Yan Bellaile (Romain Duris) se entera de la desaparición de su ex alumno, le ofrece su ayuda al comandante. Visconti sospecha del obsesivo interés de Bellaile en la investigación.

    
   Zonca, en su regreso, nos plantea una investigación detectivesca en donde el primer sospechoso para el comandante Visconti es un profesor extremadamente interesado en el caso del chico desaparecido, pero debido a su caótica vida, su amargado carácter y su romance con el Whisky, nadie le cree. Tampoco yo como espectador, porque sé que eso es lo que quiere Zonca que creamos y pronto la investigación dará un giro. Sin embargo, el director francés gasta dos tercios del metraje en seguir la cometa de esa sospecha. Y mientras tanto, subtramas insustanciales que sirven de relleno como los problemas del policía con su hijo enredado en el trapicheo de drogas. También, por supuesto, algunos apuntes sobre la vida doméstica del profesor de lengua al que da vida Romain Duris, su relación con su mujer, Lola (Élodie Bouchez) y los escarceos del comandante con la madre del chaval desaparecido.


    La magnética interpretación de un Vincent Cassel envejecido, su desordenada vida y su permanente estado de embriaguez, se impone como lo más acertado de este thriller que transita por un siniestro laberinto dejando varias pistas falsas. Con una lograda atmósfera y forzando ese cliché que el cine francés en particular ha tratado en múltiples ocasiones (retrato del policía cínico, pasado de rosca, al que un fracaso sentimental ha sumido en la más absoluta miseria moral), Fleuve noir está dirigida con buen pulso por Zonca, que sabe que en la torturada mente y desastrada presencia del comandante encarnado por Cassel se encuentra lo más atractivo de una historia que despide al espectador con una confesión devastadora, que supondrá el golpe final en la herida existencial del comandante. Buena peli.

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