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sábado, 17 de noviembre de 2018

“OVERLORD” (Julius Avery, 2018)


 La esencia del Mal
 OVERLORD  êêê
(Julius Avery, 2018)


   Tuve la oportunidad de ver la ópera prima del director australiano Julius Avery titulada Son of a Gun (2014), un thriller aceptable como artefacto de pura evasión que protagonizado por Ewan McGregor versa sobre un joven que es condenado a prisión por un delito menor y que encuentra allí la protección del criminal más famoso de Australia. Overlord es segunda película pergeñada a raíz de una idea de Billy Ray que también ha colaborado en el guión. La acción nos sitúa en la Segunda Guerra Mundial antes del Día D, cuando un grupo de paracaidistas estadounidenses caen tras las líneas enemigas en Francia para realizar una misión crucial. Pero a medida que se acercan al objetivo, comienzan a darse cuenta de que algo más que una simple operación militar se está gestando en la aldea ocupada por los nazis.


   Producida por J.J. Brams, existe ya una notable filmografía que mezcla el cine de terror y bélico (una de las más famosas es Zombis nazis que dirigió Tommy Wirkola en 2009), pero Overlord  tal vez sea una de las mejores muestras de este subgénero. En un paisaje reconocible de las clásicas películas bélicas, la trama que poco a poco se va bifurcando hacia los oscuros dominios donde tiene lugar un festival de horror. El que se deriva de los experimentos nazis en la búsqueda del inmortal supersoldado. Como si de una versión terrorífica de Malditos bastardos se tratara, la misión del grupo de soldados de derribar una torre de control que los nazis han situado en la iglesia de un pueblo francés, se impone como la excusa para sumergirnos en su espeluznante sótano del terror, epicentro de las más crueles aberraciones, en donde un émulo del Dr. Josef Mengele (el ángel de la muerte de Auschwitz) se eleva como icono imperecedero del Mal que destila la esencia pura del nazismo. 


   Con buenas interpretaciones de todo el reparto (especial mención para Wyatt Russell, hijo de Kurt Russell y Goldie Hawn, y del afroamericano Jovan Adepo), el film se abre con una escalofriante escena en la que el avión que transporta a los paracaidistas es atacado por las baterías antiaéreas alemanas siendo agujereado como un queso emmental, secuencia que nos muestra el nervio de Avery para para planificar la acción y crear una tensión dolorosa. Aunque la función por momentos desprenda un tufillo de exaltación patriotera, los aficionados al género saludamos este estreno con gran júbilo.   

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