Debut de Agustín Díaz Yanes en la dirección tras consagrarse como uno de los
mejores guionistas españoles. Autor de los estupendos libretos de Belmonte,
Baton
Rouge,
A
solas contigo y Demasiado
corazón, los tres últimos con Victoria Abril de protagonista, requiere el
concurso de la musa española para filmar con energía este estremecedor y
potente relato.
La película narra la historia de Gloria
Duque (Victoria Abril) una mujer de clase baja casada con un banderillero.
Todas sus esperanzas de una vida mejor se frustran y el mundo se le viene abajo
cuando su marido sufre una cogida a causa de la cual queda minusválido. No
logra sobreponerse a tan terrible trauma y ahoga sus penas en alcohol. Para
olvidar, un día se marcha a México D.F., allí la cosa no le va mejor, y se ve forzada
a prostituirse y obligada a mil y una bajezas. Un día, Gloria es utilizada como
cebo y se convierte en testigo presencial del asesinato de unos policías a
manos de dos gángsteres, uno de ellos es Eduardo
(Federico Luppi). Uno de los agentes antes de morir le entrega a Gloria un
portafolios con las direcciones donde los narcos blanquean dinero por todo el
mundo. Gloria es repatriada y abandona México a toda prisa. De regreso a
Madrid, se queda en casa de su suegra (Pilar Bardem), que cuida de su marido
inválido. Con la información del portafolios intenta rehacer su vida robando el
dinero que los narcotraficantes tienen escondido en algunas tiendas, pero el
plan resulta un fracaso y desde México le han puesto precio a su cabeza.
A partir de la renovación generacional llevada a cabo por jóvenes
creadores, que con ideas frescas y variadas influencias visuales asaltaron el
panorama cinematográfico –y cultural en general-, el cine de nuestro país
parecía soltar de una vez por todas el lastre traumático de la temática
política y las comedias pachangueras ibéricas, olvidando –no sé si decir
restañando- las heridas abiertas por la división de las dos Españas y superando
el atasco mental y sociocultural dejado por el impacto moral del
guerracivilismo una vez muerto Franco. Junto a Díaz Yanes, podríamos citar a
Almodóvar, De la Iglesia, Amenábar, Calparsoro, Gómez Pereira, La Cuadrilla,
Ray Loriga, Fernando y David Trueba, Armendáriz, el ya fallecido Ricardo Franco
y un largo etc, cineastas todos ellos que contribuyeron a conformar una
narrativa multitemática bajo la luz de una nueva estética y el uso de nuevo
soportes, y que trataron de avanzar con dignidad ofreciendo obras más acordes
con las actuales preocupaciones sociales, y por supuesto, más sugerentes dentro
del fragor de la actual ola audiovisual.
Con Nadie
hablará de nosotras cuando hayamos muerto, Díaz Yanes se gana el respeto
como director que había conseguido como guionista y de nuevo un excelente
libreto original sirve para armar un desolador relato –homenaje a su padre
banderillero-, auténtico drama sobre la decadencia humana, los problemas de
supervivencia de una mujer y sus contínuos fracasos, con escenas escalofriantes
(todavía nos duele el sacacorchos desgarrando tejidos en la rodilla de Gloria,
momento en que mucha gente desvía la mirada), y apenas unas gotas de humor
negro (la secuencia en la que Gloria no quiere desprenderse de la merluza en el
mercado), logrando, con sobriedad, una buena muestra de serie negra americana
pasado por el filtro latino, y que incluye todos los ingredientes esenciales
del género: escenarios y tipos sórdidos, secuencias de violencia cruda, robos,
fatalismo, autodestrucción, redención y algún mensaje humanista. Lo que no hay es ganadores, porque
esta es una historia en donde todos pierden, y la que más Gloria, una mujer con
mala suerte que se ahoga en un mundo repugnante y que se mueve sobre arenas
movedizas por la senda de la devastación, pues recorrerá un tortuoso camino
para la regeneración física y moral. En ese itinerario sufrirá una brutal
persecución de la que logrará huir, pero su sentida y trágica vida personal no
incluye ni una sola ráfaga de felicidad, ni un solo sueño cumplido.
Siempre he defendido a Victoria Abril, una
de las mejores actrices españolas, lo que ocurre es que sólo ha tenido la
oportunidad de demostrarlo en poco más de media docena de películas en su ya
larga filmografía. Aquí no sólo firma uno de los mejores papeles de su carrera,
su retrato de mujer humilde, sin cultura y frustrada, debería servir como icono
referencial, pues borda el personaje con una mezcla de nervio interpretativo,
angustia y tristeza gestual, haciéndolo creíble hasta la congoja y la piedad. Por otra parte, Federico Luppi
cumple muy bien en su papel de asesino con problemas de conciencia, y Pilar
Bardem, como secundaria de lujo, se enfrenta de manera magistral a un personaje
hecho a su medida, el de Doña Julia, una luchadora militante comunista en el
ocaso de su vida. La película fue galardonada con 8 premios Goya de la Academia
Española, incluido el de Mejor Película, Mejor Actriz y Mejor Director Novel.
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