"ORPHELINE" êê
Amo Francia y amo el cine
francés, pero actualmente se está volviendo tan surrealista y sofisticado que
ya ni lo entiendo. Del tal Arnaud des
Pallières, cuya carrera comienza allá por 1997 con el drama histórico Drancy
Avenir,
sólo había visto otro drama de época ambientado en el siglo XVI titulado Michael
Kohlhaas, que protagonizado por Mads Mikkelsen nos cuenta la historia de
un mercader de caballos que tras una injusticia se toma cumplida venganza.
El director galo nos presenta ahora esta
película centrada en las vidas de cuatro personajes femeninos que pueden ser
uno solo. Una niña que vive en el campo y cuyo juego del escondite tendrá
inesperadas consecuencias. Una adolescente atrapada en una sesión de huidas,
hombres y contratiempos, porque cualquier cosa le parece mejor que su desolado hogar
familiar. Una joven que se muda a París en un momento al borde del desastre. Y
finalmente, una mujer adulta de éxito que se pensaba a salvo de su propio
pasado. Poco a poco estos personajes se unen para formar un solo protagonista.
Película de narrativa muy fragmentada, lo
que en realidad Orpheline cuenta es la azarosa historia de una mujer infeliz y
maltratada, un periplo vital errático y desgraciado desde su desventurada
infancia, un recorrido en el que se ha visto humillada, chantajeada y vejada. Pero
la función resulta irritante por dos cuestiones fundamentales: su absurda
estructura fragmentada y el hecho de utilizar cuatro actrices diferentes dotando
a la trama de un componente farragoso innecesario. Sobre todo si las desaprovechadas
actrices son Adèle Exarchopoulos, Adèle Haenel, Gemma Arterton y Solène
Rigot.
Entendemos que la historia tiene su origen
en un terrible trauma de la infancia, con la consiguiente deriva melodramática,
que la criatura fue maltratada por el padre era niña, y que todo lo demás tiene
que ver con la dificultad de ser mujer en ambientes nada favorables. Pero Orpheline
no llega nunca a atrapar la atención del espectador porque Arnaud des Pallières
atomiza el eje narrativo e incluso atmosférico para construir una serie de
cuadros episódicos sobre la maldición de ser mujer en un entorno machista y
opresor, en donde la figura de la madre está ausente, ya que las cuatro
protagonistas carecen de ella y sólo tienen el refugio de la siempre
inquietante y perturbadora figura paterna.
Orpheline está impregnada de abusos,
soledad, sexo y muerte, pero nunca se deja claro si la osadía de las féminas
que protagonizan la historia se eleva como un canto visceral feminista o
representan la abominación de ese discurso por el castigo que sufren todas
ellas lejos del tenebroso refugio del macho. Como reflejos en una habitación de espejos, las cuatro desdichadas
protagonistas caminan con la herida de la orfandad, no sólo de la madre, sino
de cualquier referente que les sirva de guía en su ciega trayectoria. Cuando
Renèe, el personaje interpretado por Adeèle Haenel, decide tener su hijo,
intuimos que concluye su itinerario de madurez, pero con la opción narrativa
escogida por Arnaud des Pallières uno no puede estar seguro de nada.
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