“ATÓMICA” êêê
No esperaba gran cosa de la
nueva película de David Leitch que,
recordemos, dirigió junto a Chad Stahelski la primera entrega de John
Wick: otro día para matar (2014) y que estrenará en 2018 la secuela de Deadpool,
pero he de reconocer que sin ser una película que marcará época, Atómica
tiene los suficientes alicientes como para no caer en el olvido.
Con un elenco de lujo, la trama nos sitúa
en el año 1989 cuando el muro de Berlín está a punto de ser derribado. Un
agente del MI6 aparece muerto y la espía Lorraine
Broughton (Charlize Theron) debe encontrar por todos los medios una lista
que el agente estaba intentando hacer llegar a Occidente, y en la que figuran
todos los nombres de los agentes encubiertos que trabajan en Berlín Oriental.
Lorraine emprende una misión ciega para encontrar esa lista, por lo que se
enfrentará a un puñado de terribles asesinos y se sumergirá en un mundo en el
que nadie es quien dice ser.
Por la sinopsis puede parecer que la
trama, que tiene como eje central una entrevista a la protagonista, se
desarrolla de una forma diáfana, pero nada más alejado de la realidad porque el
argumento, que trata de imitar los oscuros vericuetos de las clásicas novelas
de espías de Graham Greene y John Le Carré, se demuestra abstruso, vanamente
laberíntico. Estamos ante una anfetamínica
fusión de cine de acción y espías que gravita en la órbita amenazante de la
Guerra Fría y que tiene como base la serie de novelas gráficas “La ciudad más fría” de Anthony Johnston
y Sam Hort. Aun así, Atómica no es un
film despreciable y aunque Leitch abusa de las peleas cuerpo a cuerpo –muy bien
rodadas, con una violencia seca y contundente- el enrevesado guión nunca
encuentra la consistencia para dar claridad y profundidad política al relato
anclado en ese tiempo de espías y traidores que arrojó el infame vertedero del
Telón de Acero.
Y claro, está Charlize Theron, dura y estilosa, convertida en los últimos años
-como Scarlett Johansson- en una verdadera heroína del cine de acción, creíble
más por la pericia de Leitch para rodar secuencias de acción adrenalínicas y
contundentes que por las habilidades de la actriz en la noble y letal práctica
de las artes marciales. Charlize, siempre sexy sin pretenderlo, con una mirada
aviesa y cara de palo se nos aparece con su cabello rubio platino como un
trasunto salvaje de Deborah Harry, la mítica cantante y alma de Blondie, y
aunque sin venir muy a cuento, le agradecemos el desnudo integral de espaldas y una acelerada
escena lésbica con Sofía Boutella; resulta fascinante verla salir de una bañera
cubierta de hielo para mitigar el dolor de sus muchas laceraciones… pero, insisto,
aunque demuestra estar en forma, el mérito de las secuencias de peleas está más
en la labor de montaje y el pulso firme en la dirección. Así nos encontramos
con un fantástico plano secuencia en el que la temible y atómica rubia da buena
cuenta de unos sicarios de la Stasi en la escalera de un edificio.
Acompañada de un oscuro James McAvoy que
sabe que el juego doble o triple forma parte de las reglas, con una fotografía
de colores terrosos y gran creación de atmósferas, por la función desfilan
espías, topos, agentes dobles, grises
funcionarios, ciudadanos que quieren huir del siniestro bloque de hielo
soviético y secretos que, finalmente y como era de esperar, se imponen como
simples MacGuffins para desarrollar un magnético ejercicio de estilo. Lo realmente fascinante es la recreación de
la mítica ciudad de Berlín en una época irrepetible, con la caída de ese muro
de la vergüenza y el terror que tras 28 años es derribado, y con él la
degradación moral de la vida social y política de unos ciudadanos que a uno y
otro lado del muro se abrazan, lloran de felicidad y brindan con champán
celebrando el histórico hito.
Esto y la sublime selección de temas
musicales de los 80, que incluye himnos como Blue Monday de New Order, Personal
Jesus de Depeche Mode y Fascination
Street de The Cure. Atómica
apura la nostalgia para entregarnos una impagable secuencia que tiene lugar en
un cine en el que se proyecta Stalker
de Tarkovski, película que nos guía hacia un gélido e inquietante paraje,
aunque no tan sucio ni tan sórdido como el que recorre nuestra heroína
Lorraine. Simpático y atmosférico film.
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