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lunes, 7 de agosto de 2017

CRÍTICA: "ATÓMICA" (ATOMIC BLONDE, DAVID LEITCH, 2017)


ATÓMICAêêê


    No esperaba gran cosa de la nueva película de David Leitch que, recordemos, dirigió junto a Chad Stahelski la primera entrega de John Wick: otro día para matar (2014) y que estrenará en 2018 la secuela de Deadpool, pero he de reconocer que sin ser una película que marcará época, Atómica tiene los suficientes alicientes como para no caer en el olvido.

     
   Con un elenco de lujo, la trama nos sitúa en el año 1989 cuando el muro de Berlín está a punto de ser derribado. Un agente del MI6 aparece muerto y la espía Lorraine Broughton (Charlize Theron) debe encontrar por todos los medios una lista que el agente estaba intentando hacer llegar a Occidente, y en la que figuran todos los nombres de los agentes encubiertos que trabajan en Berlín Oriental. Lorraine emprende una misión ciega para encontrar esa lista, por lo que se enfrentará a un puñado de terribles asesinos y se sumergirá en un mundo en el que nadie es quien dice ser.


   Por la sinopsis puede parecer que la trama, que tiene como eje central una entrevista a la protagonista, se desarrolla de una forma diáfana, pero nada más alejado de la realidad porque el argumento, que trata de imitar los oscuros vericuetos de las clásicas novelas de espías de Graham Greene y John Le Carré, se demuestra abstruso, vanamente laberíntico. Estamos ante una anfetamínica fusión de cine de acción y espías que gravita en la órbita amenazante de la Guerra Fría y que tiene como base la serie de novelas gráficas “La ciudad más fría” de Anthony Johnston y Sam Hort. Aun así, Atómica no es un film despreciable y aunque Leitch abusa de las peleas cuerpo a cuerpo –muy bien rodadas, con una violencia seca y contundente- el enrevesado guión nunca encuentra la consistencia para dar claridad y profundidad política al relato anclado en ese tiempo de espías y traidores que arrojó el infame vertedero del Telón de Acero.


    Y claro, está Charlize Theron, dura y estilosa, convertida en los últimos años -como Scarlett Johansson- en una verdadera heroína del cine de acción, creíble más por la pericia de Leitch para rodar secuencias de acción adrenalínicas y contundentes que por las habilidades de la actriz en la noble y letal práctica de las artes marciales. Charlize, siempre sexy sin pretenderlo, con una mirada aviesa y cara de palo se nos aparece con su cabello rubio platino como un trasunto salvaje de Deborah Harry, la mítica cantante y alma de Blondie, y aunque sin venir muy a cuento, le agradecemos el  desnudo integral de espaldas y una acelerada escena lésbica con Sofía Boutella; resulta fascinante verla salir de una bañera cubierta de hielo para mitigar el dolor de sus muchas laceraciones… pero, insisto, aunque demuestra estar en forma, el mérito de las secuencias de peleas está más en la labor de montaje y el pulso firme en la dirección. Así nos encontramos con un fantástico plano secuencia en el que la temible y atómica rubia da buena cuenta de unos sicarios de la Stasi en la escalera de un edificio.

   
   Acompañada de un oscuro James McAvoy que sabe que el juego doble o triple forma parte de las reglas, con una fotografía de colores terrosos y gran creación de atmósferas, por la función desfilan espías, topos,  agentes dobles, grises funcionarios, ciudadanos que quieren huir del siniestro bloque de hielo soviético y secretos que, finalmente y como era de esperar, se imponen como simples MacGuffins para desarrollar un magnético ejercicio de estilo. Lo realmente fascinante es la recreación de la mítica ciudad de Berlín en una época irrepetible, con la caída de ese muro de la vergüenza y el terror que tras 28 años es derribado, y con él la degradación moral de la vida social y política de unos ciudadanos que a uno y otro lado del muro se abrazan, lloran de felicidad y brindan con champán celebrando el histórico hito.


     Esto y la sublime selección de temas musicales de los 80, que incluye himnos como Blue Monday de New Order, Personal Jesus de Depeche Mode y Fascination Street de The Cure. Atómica apura la nostalgia para entregarnos una impagable secuencia que tiene lugar en un cine en el que se proyecta Stalker de Tarkovski, película que nos guía hacia un gélido e inquietante paraje, aunque no tan sucio ni tan sórdido como el que recorre nuestra heroína Lorraine. Simpático y atmosférico film.


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