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sábado, 3 de junio de 2017

MIS PELÍCULAS FAVORITAS: "MILLION DOLLAR BABY" (2004)



"MILLION DOLLAR BABY"
Drama - EE.UU.- 2004 - 137 Minutos.
DIRECTOR: CLINT EASTWOOD.
INTÉRPRETES: CLINT EASTWOOD, HILARY SWANK, MORGAN FREEMAN, JAY BARUCHEL, MIKE COLTER, LUCIA RIJKER.


    Hay veces en que una pantalla de cine se convierte en un ente tan inmisericorde y supremo que puede arrojar sobre el patio de butacas tempestades que agitan las conciencias y las emociones. Million Dollar Baby, la última gran obra de Clint Eastwood, es un film sobre la soledad atravesada por mil cuchillos, sobre la culpa y la expiación, sobre seres golpeados por la vida que ven como se alejan los restos del naufragio, sin gloria donde poder lavar los pecados de la existencia. Quienes pensamos que el cine es la forma de expresión colectiva más directa y penetrante, quienes buscamos en el arte fórmulas secretas de implicación y los más variados itinerarios mentales, podemos aceptar cualquier excusa para acercarnos al compromiso ético de un autor, porque al fin resulta irrelevante sobre qué tablero se ventilen los dilemas morales. En la cinta del cineasta  nacido en San Francisco la coartada es el boxeo, pero lo que importan son sus personajes que nos miran y hablan desde un fondo de integridad, realismo y superación.
   
    
   Si se trata de buscar a nuestros héroes alrededor de un ring, ahí les encontraremos: Clint Eastwood es el veterano entrenador de boxeo Frankie Dunn. De ascendencia irlandesa, cumple con el compromiso de su dogma y acude asiduamente a una iglesia católica, pero el doloroso alejamiento de su hija le hace mantener una actitud distante con casi todo el mundo, sólo su viejo socio Eddie-Scrap-Iron (Morgan Freeman) un ex-boxeador que perdió un ojo en un combate, puede acercarse a él, actuando a veces como su conciencia. Un día, por el gimnasio que regenta  se acerca Maggie Fitzgerald (Hilary Swank) una chica que perdió a su padre siendo una niña y que con 31 años aspira a convertirse en campeona del cuadrilátero. Así, el áspero y amargado Frank -alentado por Scrap- tiene la oportunidad de recuperar el contacto humano -el de la hija distante- y volver a sentirse útil. Maggie, por su parte, puede disfrutar a su lado de la presencia del padre desaparecido, esa persona que por encima de todo crea en ella, en su gran fuerza y voluntad.
    
   
   Cremallera, creo que llaman en términos pugilísticos a la sucesión de golpes que te machacan el hígado, los riñones y otros órganos. El guionista Paul Haggis firma un poderoso libreto basado en un relato de F.X Toole, seudónimo tras el que se esconde Jerry Boyd, un ex-entrenador de boxeo que lo incluyó en su libro “Rope Burns: Stories From the Corner” y que al parecer está basado en una historia real. Pero, no es una ristra de golpes lo que el espectador recibe -al menos en los dos primeros tercios del film- dentro de este universo extremadamente personal que Eastwood nos propone, de hecho, la película se desarrolla punteando todos los clichés y convencionalismos de los clásicos films de épica deportiva que Hollywood nos ha regalado a lo largo de la historia. Conociendo al personaje, enseguida nos damos cuenta de que el boxeo es el pretexto, el Macguffin que el realizador utiliza para llevarnos a su terreno, ese en el que sus protagonistas se enfrentan a la vida desde unos inalterables principios morales, a pesar de los desgarros íntimos, de la visión fatal de los abismos de la derrota y la depresión. 


    Nunca he considerado al director de Mystic River un gran creador de atmósferas, empero siempre me ha interesado mucho la dinámica interna de sus obras, reveladoras de las ambiguas pulsiones de su autor, su peculiar noción del éxito y del fracaso, su austera forma de rodar, con calendarios muy cortos de trabajo y presupuestos relativamente modestos. El ajustado dibujo de los personajes denota un trabajo cercano y de gran entendimiento con los actores, para, de paso, reivindicar su enorme talla de actor.


    Está claro, Clin Eastwood cree en los héroes y cree en el amor. En héroes de vidas atomizadas que buscan su espacio de regeneración, en el amor en su dimensión más pura. Million Dollar Baby es una de las mejores “películas de actor” de la historia, en la que el nivel de inspiración creativa de su director alcanza el cenit de su envidiable carrera. Sacando el máximo partido a la interconexión entre el escenario y los personajes, logra una lúcida introspección sobre los mecanismos ocultos de la naturaleza humana, una odisea metafísica que abarca todos los estados productivos del hombre ante su destino, ante el dolor y la generosidad, el amor y la ausencia. 


    El color universal de este drama conmovedor proyecta un mensaje que nos llega nítido, narrada de forma sencilla y eficaz, supone una magistral lección de cine y buen oficio -encuadres, planificación, banda sonora, ritmo...-  impartida por el último gran clásico de la industria, que no necesita dinamitar las convenciones ni minar los géneros, porque siempre tiene presente cuáles son sus influencias y quiénes han sido sus maestros. Acompañados durante todo el metraje por la voz en “off” de Scrap-Iron, recurso pocas veces tan bien utilizado, el film pega un giro brutal en el último cuarto, donde cobra mayor valor esa máxima con la que Frank obsequia a sus discípulos: “lo importante es protegerse a sí mismo”. El nudo en la garganta es insoportable, el espectador cautivado no logra distanciarse de lo que ocurre en la pantalla, y ante el lecho de muerte, con las lágrimas congeladas, asiste hipnotizado a este paseo por el amor y la muerte, cuyo sentido filantrópico es de una hondura inmensurable.

   


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