"MILLION DOLLAR BABY"
Drama - EE.UU.- 2004 - 137 Minutos.
DIRECTOR: CLINT EASTWOOD.
INTÉRPRETES: CLINT EASTWOOD, HILARY SWANK, MORGAN FREEMAN, JAY
BARUCHEL, MIKE COLTER, LUCIA RIJKER.
Hay veces en que una pantalla de cine se
convierte en un ente tan inmisericorde y supremo que puede arrojar sobre el
patio de butacas tempestades que agitan las conciencias y las emociones. Million
Dollar Baby, la última gran obra de Clint Eastwood, es un film sobre
la soledad atravesada por mil cuchillos, sobre la culpa y la expiación, sobre
seres golpeados por la vida que ven como se alejan los restos del naufragio,
sin gloria donde poder lavar los pecados de la existencia. Quienes pensamos que
el cine es la forma de expresión colectiva más directa y penetrante, quienes
buscamos en el arte fórmulas secretas de implicación y los más variados
itinerarios mentales, podemos aceptar cualquier excusa para acercarnos al
compromiso ético de un autor, porque al fin resulta irrelevante sobre qué
tablero se ventilen los dilemas morales. En la cinta del cineasta nacido en San Francisco la coartada es el
boxeo, pero lo que importan son sus personajes que nos miran y hablan desde un
fondo de integridad, realismo y superación.
Si se trata de buscar a nuestros héroes
alrededor de un ring, ahí les encontraremos: Clint Eastwood es el veterano
entrenador de boxeo Frankie Dunn. De ascendencia irlandesa, cumple con el
compromiso de su dogma y acude asiduamente a una iglesia católica, pero el
doloroso alejamiento de su hija le hace mantener una actitud distante con casi
todo el mundo, sólo su viejo socio Eddie-Scrap-Iron (Morgan Freeman) un
ex-boxeador que perdió un ojo en un combate, puede acercarse a él, actuando a
veces como su conciencia. Un día, por el gimnasio que regenta se acerca Maggie Fitzgerald (Hilary Swank)
una chica que perdió a su padre siendo una niña y que con 31 años aspira a
convertirse en campeona del cuadrilátero. Así, el áspero y amargado Frank -alentado
por Scrap- tiene la oportunidad de recuperar el contacto humano -el de la hija
distante- y volver a sentirse útil. Maggie, por su parte, puede disfrutar a su
lado de la presencia del padre desaparecido, esa persona que por encima de todo
crea en ella, en su gran fuerza y voluntad.
Cremallera, creo que llaman en
términos pugilísticos a la sucesión de golpes que te machacan el hígado, los
riñones y otros órganos. El guionista Paul Haggis firma un poderoso libreto
basado en un relato de F.X Toole, seudónimo tras el que se esconde Jerry Boyd,
un ex-entrenador de boxeo que lo incluyó en su libro “Rope Burns: Stories
From the Corner” y que al parecer está basado en una historia real. Pero,
no es una ristra de golpes lo que el espectador recibe -al menos en los dos
primeros tercios del film- dentro de este universo extremadamente personal que
Eastwood nos propone, de hecho, la película se desarrolla punteando todos los
clichés y convencionalismos de los clásicos films de épica deportiva que
Hollywood nos ha regalado a lo largo de la historia. Conociendo al personaje,
enseguida nos damos cuenta de que el boxeo es el pretexto, el Macguffin
que el realizador utiliza para llevarnos a su terreno, ese en el que sus
protagonistas se enfrentan a la vida desde unos inalterables principios
morales, a pesar de los desgarros íntimos, de la visión fatal de los abismos de
la derrota y la depresión.
Nunca he considerado al director de Mystic River
un gran creador de atmósferas, empero siempre me ha interesado mucho la dinámica
interna de sus obras, reveladoras de las ambiguas pulsiones de su autor, su
peculiar noción del éxito y del fracaso, su austera forma de rodar, con
calendarios muy cortos de trabajo y presupuestos relativamente modestos. El
ajustado dibujo de los personajes denota un trabajo cercano y de gran
entendimiento con los actores, para, de paso, reivindicar su enorme talla de
actor.
Está claro, Clin Eastwood cree en los
héroes y cree en el amor. En héroes de vidas atomizadas que buscan su espacio
de regeneración, en el amor en su dimensión más pura. Million Dollar Baby
es una de las mejores “películas de actor” de la historia, en la que el nivel
de inspiración creativa de su director alcanza el cenit de su envidiable
carrera. Sacando el máximo partido a la interconexión entre el escenario y los
personajes, logra una lúcida introspección sobre los mecanismos ocultos de la
naturaleza humana, una odisea metafísica que abarca todos los estados
productivos del hombre ante su destino, ante el dolor y la generosidad, el amor
y la ausencia.
El color universal de este drama conmovedor proyecta un mensaje
que nos llega nítido, narrada de forma sencilla y eficaz, supone una magistral
lección de cine y buen oficio -encuadres, planificación, banda sonora,
ritmo...- impartida por el último gran
clásico de la industria, que no necesita dinamitar las convenciones ni minar
los géneros, porque siempre tiene presente cuáles son sus influencias y quiénes
han sido sus maestros. Acompañados durante todo el metraje por la voz en “off”
de Scrap-Iron, recurso pocas veces tan bien utilizado, el film pega un giro
brutal en el último cuarto, donde cobra mayor valor esa máxima con la que Frank
obsequia a sus discípulos: “lo importante es protegerse a sí mismo”. El nudo en
la garganta es insoportable, el espectador cautivado no logra distanciarse de
lo que ocurre en la pantalla, y ante el lecho de muerte, con las lágrimas
congeladas, asiste hipnotizado a este paseo por el amor y la muerte, cuyo
sentido filantrópico es de una hondura inmensurable.
Una obra maestra incontestable.
ResponderEliminarUn abrazo.
No puedo estar más de acuerdo.
ResponderEliminarUn abrazo.