"PIRATAS DEL CARIBE: LA VENGANZA DE SALAZAR" êê
Corría el año 2003 cuando el
director Gore Verbinski fue
requerido para situarse detrás de la cámara en Piratas del Caribe: La maldición
de la Perla Negra. Era previsible que aquel inteligente artefacto comercial
sería ordeñado hasta la última gota tras el bombazo en taquilla, ya que
partiendo de un presupuesto de 140 millones de dólares acabó recaudando 654
millones. Y es que el invento, ideado para ser disfrutado por un amplio
espectro del público, tenía todo lo que el espectador pide a una película
palomitera: aventura, romance, acción y humor, así como un elenco muy atractivo
encabezado por Johnny Depp, Orlando Bloom y la bella Keira Knightley. Ese fue
el principio y debería haber representado también el fin. Pero en Walt Disney
no estaban dispuestos a sacrificar a la gallina de los huevos de oro y la
convirtieron en una gallina clueca si dejar que abandonara el nido. Así, Piratas
del Caribe: El cofre del hombre muerto (2006), Piratas del Caribe: En el fin del
mundo (2007) y Piratas del Caribe: En mareas misteriosas
(2011) nunca llegaron a rozar el listón dejado por el film original, sobre todo
la última, que estuvo dirigida por el mediocre Rob Marshall.
En la Quinta entrega de la saga nos
encontramos de nuevo con el pirata más excéntrico del Caribe, Jack Sparrow (Johnny Depp) que esta vez
no podrá escapar tan fácilmente de su destino. En su camino se cruzará un
peligroso villano llamado Salazar
(Javier Bardem), un capitán que junto a su fantasmal tripulación acaban de
escapar del temible Triángulo del Diablo. El único deseo de Salazar será matar
a cada pirata con el que se encuentre, y especialmente, acabar con el
escurridizo Jack Sparrow. Para escapar de Salazar, Sparrow tendrá que hacerse
con el Tridente del Poseidón, y para encontrarlo tendrá que forjar una alianza
con la astrónoma Carina Smyth (Kaya
Scodelario) y Henry Turner (Brenton
Thwaites) Hijo de Will Turner
(Orlando Bloom) y soldado de la marina real que quiere acabar con la maldición
de su padre.
Flojita esta nueva entrega firmado por los
nórdicos Joachim Ronning y Espen Sandberg que en 2006 estrenaron aquella
tontería titulada Bandidas con Salma Hayek y Penélope Cruz. Piratas del Caribe: La venganza
de Salazar es una película plúmbea, que es lo peor que se puede decir
de un film de piratas que dura casi 130 minutos. Estrenada seis años después
que la anterior, estamos ante una rara mezcla de secuela y reebot que apuesta
todos sus activos a un impresionante despliegue de efectos digitales y que
tiene en el prólogo sus momentos más inspirados: el fantasmagórico navío de
Salazar surgiendo de la espesura del océano con sus piratas zombies proyectando
una imagen espectral.
Pero si los avances tecnológicos sirven
para conformar un fastuoso diseño de producción y dotar a la función de un espléndido
look visual, el anodino e infantiloide guión penaliza en exceso una trama en
donde el Tridente del Poseidón es sólo una excusa, un MacGuffin para
desarrollar de manera torpe la aventura. Recordemos
que la idea original de la franquicia surge de una atracción de un parque
temático, de modo que no es de extrañar el tono paródico de los personajes y lo
desmesurado de la acción, que nunca encuentra el equilibrio entre el guiño
autorreferencial, los escasos momentos de acción hiperbólica y la desvalida
narrativa. Y es que se va haciendo cada vez más complicado no resultar
reiterativo en algún aspecto que no sea la simple pirotecnia.
Hay momentos logrados que para muchos
espectadores compensarán el precio de la entrada: la infernal nave de Salazar alzando
su esquelética armadura y atrapando los barcos, los temibles tiburones zombies de carne
horadada atacando la barca de Jack
Sparrow, Salazar y su legión de los muertos del mar caminando por el agua y tal
vez el momento culmen del fin de la maldición dentro del largo clímax final. Pero, apuntado está, al espectador le
invade una sensación déjà vu sin importar que los rostros cambien y la comicidad
de Depp supera todos los límites del amaneramiento. Sirva como homenaje la
aparición de rostros entrañables como los de Knightley y Bloom, y reseñaremos
el aspecto viscoso y repugnante de nuestro Bardem entregado en un papel que
oscila entre la melancolía y la ira. Ciclotimia aplicable a una historia que avanza entre la
bufonada y el esteticismo barroco.
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