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lunes, 29 de mayo de 2017

CRÍTICA: "PIRATAS DEL CARIBE: LA VENGANZA DE SALAZAR"


"PIRATAS DEL CARIBE: LA VENGANZA DE SALAZARêê   
   
    
    Corría el año 2003 cuando el director Gore Verbinski fue requerido para situarse detrás de la cámara en Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra. Era previsible que aquel inteligente artefacto comercial sería ordeñado hasta la última gota tras el bombazo en taquilla, ya que partiendo de un presupuesto de 140 millones de dólares acabó recaudando 654 millones. Y es que el invento, ideado para ser disfrutado por un amplio espectro del público, tenía todo lo que el espectador pide a una película palomitera: aventura, romance, acción y humor, así como un elenco muy atractivo encabezado por Johnny Depp, Orlando Bloom y la bella Keira Knightley. Ese fue el principio y debería haber representado también el fin. Pero en Walt Disney no estaban dispuestos a sacrificar a la gallina de los huevos de oro y la convirtieron en una gallina clueca si dejar que abandonara el nido. Así, Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto (2006), Piratas del Caribe: En el fin del mundo (2007) y Piratas del Caribe: En mareas misteriosas (2011) nunca llegaron a rozar el listón dejado por el film original, sobre todo la última, que estuvo dirigida por el mediocre Rob Marshall.


   En la Quinta entrega de la saga nos encontramos de nuevo con el pirata más excéntrico del Caribe, Jack Sparrow (Johnny Depp) que esta vez no podrá escapar tan fácilmente de su destino. En su camino se cruzará un peligroso villano llamado Salazar (Javier Bardem), un capitán que junto a su fantasmal tripulación acaban de escapar del temible Triángulo del Diablo. El único deseo de Salazar será matar a cada pirata con el que se encuentre, y especialmente, acabar con el escurridizo Jack Sparrow. Para escapar de Salazar, Sparrow tendrá que hacerse con el Tridente del Poseidón, y para encontrarlo tendrá que forjar una alianza con la astrónoma Carina Smyth (Kaya Scodelario) y Henry Turner (Brenton Thwaites) Hijo de Will Turner (Orlando Bloom) y soldado de la marina real que quiere acabar con la maldición de su padre.

   
  Flojita esta nueva entrega firmado por los nórdicos Joachim Ronning y Espen Sandberg que en 2006 estrenaron aquella tontería titulada Bandidas con Salma Hayek y Penélope Cruz. Piratas del Caribe: La venganza de Salazar es una película plúmbea, que es lo peor que se puede decir de un film de piratas que dura casi 130 minutos. Estrenada seis años después que la anterior, estamos ante una rara mezcla de secuela y reebot que apuesta todos sus activos a un impresionante despliegue de efectos digitales y que tiene en el prólogo sus momentos más inspirados: el fantasmagórico navío de Salazar surgiendo de la espesura del océano con sus piratas zombies proyectando una imagen espectral.


  Pero si los avances tecnológicos sirven para conformar un fastuoso diseño de producción y dotar a la función de un espléndido look visual, el anodino e infantiloide guión penaliza en exceso una trama en donde el Tridente del Poseidón es sólo una excusa, un MacGuffin para desarrollar de manera torpe la aventura. Recordemos que la idea original de la franquicia surge de una atracción de un parque temático, de modo que no es de extrañar el tono paródico de los personajes y lo desmesurado de la acción, que nunca encuentra el equilibrio entre el guiño autorreferencial, los escasos momentos de acción hiperbólica y la desvalida narrativa. Y es que se va haciendo cada vez más complicado no resultar reiterativo en algún aspecto que no sea la simple pirotecnia.

   
   Hay momentos logrados que para muchos espectadores compensarán el precio de la entrada: la infernal nave de Salazar alzando su esquelética armadura y atrapando los barcos, los temibles tiburones zombies de carne horadada atacando la barca de Jack Sparrow, Salazar y su legión de los muertos del mar caminando por el agua y tal vez el momento culmen del fin de la maldición dentro del largo clímax final. Pero, apuntado está, al espectador le invade una sensación déjà vu sin importar que los rostros cambien y la comicidad de Depp supera todos los límites del amaneramiento. Sirva como homenaje la aparición de rostros entrañables como los de Knightley y Bloom, y reseñaremos el aspecto viscoso y repugnante de nuestro Bardem entregado en un papel que oscila entre la melancolía y la ira. Ciclotimia  aplicable a una historia que avanza entre la bufonada y el esteticismo barroco.  


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