Cine que me hace
sufrir
BABEL «««««
DIRECTOR: ALEJANDRO GONZÁLEZ IÑÁRRITU.
INTÉRPRETES: BRAD PITT, CATE BLANCHETT,
ADRIANA BARRAZA, GAEL GARCÍA BERNAL, RINKO KIKUCHI, KOJI YAKUSHO, ELLE FANNING,
NATHAN GAMBLE. GÉNERO: DRAMA/ EE.UU./ 2006. DURACIÓN: 142
MINUTOS.
1 Tal vez la verdad sólo se encuentre ya en el tañido melancólico de esa campana que reúne rezos y monsergas, en la blanca desnudez de mi amada musa que no esconde el placer ni los lamentos, en los ojos sin luz divina de los que sufren. Tal vez, como escribió el poeta, todo lo que no es música se confunde con el silencio... y uno intenta inútilmente alejarse de un mundo con síntomas que apuntan a una inminente extinción, donde ser viejo no dignifica porque resulta horrible y humillante, un mundo que ha convertido las fronteras en enormes cuchillos amenazantes que señalan la imagen vívida de la esperanza que sangra, que te vende perfumes asegurándote -prácticamente ante notario- que con unas gotitas de esa sutil fragancia en tu cuello follarás mucho y variado, un mundo donde la estupidez es la primera causa de mortalidad. Yo busco mi instante de grandeza en el llanto, el amor en la primera mirada, camino arrastrando una maleta cargada de olvido porque ya sólo me interesa profundizar en la ausencia y el vacío donde se asienta la vida... y es que el asco abre las primeras alboradas del nuevo año con la misma sensación de angustia, desolación y hastío.
2 No sé por qué escribo esto, será por el estado de consternación, la sensación de pesar que me invadió tras visionar la nueva obra de arte firmada por el mexicano Alejandro González Iñárritu, del que recuerdo haber escrito la crítica de su ópera prima Amores Perros (2000) en lo que representó mi primera colaboración para este semanario. Es imposible no amar este centenario invento llamado Cine tras el visionado de relatos fílmicos como el que nos ocupa y que cierra la trilogía sobre el amor, el sufrimiento, la compasión y las coincidencias que inició con el film anteriormente citado y continuó con la magnífica 21 gramos (2003). Habrá quien piense que la fórmula está ya muy gastada, pero a mí me sigue pareciendo una obra perfecta de ingeniería narrativa, cuyo modélico ensamblaje sigue sorprendiendo aunque se haya convertido en la marca intransferible de sus responsables, el guionista Guillermo Arriaga y el propio Iñárritu. Babel es muchas cosas; con una espléndida puesta en escena recrea con agudeza el tan en boga efecto mariposa; cumple el papel de balanza de Zeus que marca el peso exacto de las almas, del dolor absoluto y su inabarcable desconsuelo; sirve como reflexión sobre la violencia como realidad telúrica que traspasa fronteras, anida en cualquier parte, disemina el sufrimiento y extiende sus tentáculos para destruir los jardines de la inocencia; sirve, en fin, como ejercicio catártico para que los espectadores nos sintamos insignificantes ante la tragedia o la desgracia, para que lloremos empáticamente enredados en la inmensa aflicción e impotencia de sus protagonistas, encierra el código mágico, la hipnosis y el virtuosismo de los dramas más auténticos y universales, te hace tomar conciencia, lavar impurezas, iniciar una cura de humildad, te deja desnudo, confundido y herido, como el niño a quien preguntan por su madre y señala el cielo.
3 Babel
nos hace viajar por tres continentes para concluir el lacerante itinerario
sobre la pasión, la pérdida y la compasión presentando tres situaciones
finalmente relacionadas: una pareja acomodada de turistas estadounidense, Richard
y Susan (Brad Pitt y Cate Blanchett) que se encuentran viajando en
autobús por Marruecos cuando dos niños marroquíes disparan hacia el vehículo
con el fusil que acaba de adquirir su padre, una acción que parece accidental y
que termina hiriendo gravemente a Susan. El suceso será tergiversado por la
prensa que lo reviste de atentado terrorista. A miles de kilómetros de allí, en
Japón, una adolescente sordomuda, Chieko (Rinko Kikuchi) sufre la
ausencia de su madre que se suicidó y el desprecio y la indiferencia de su
padre, Yasuhiro (Koji Yakusho) que no la entiende. La joven tiene
problemas para entablar relaciones sexuales y se comporta en público de manera
poco recomendable. Finalmente, al otro lado del mundo, en la frontera entre
México y Estados Unidos, una mujer madura llamada Amelia (Adriana
Barraza) viaja con su sobrino Santiago (Gael García Bernal) camino de
Tijuana para asistir a una boda familiar. Con ellos viajan también dos niños
pequeños, Debbie y Mike (Elle Fanning y Nathan Gamble) que
resultan ser los hijos de Richard y Susan y que Amelia ha cuidado desde que
eran bebés. Obligada ante la imposibilidad de encontrar a alguien de plena
confianza para que los cuide en su ausencia, tomó la decisión de llevarselos
con ella a México, sin sopesar las terribles consecuencias un acto
aparentemente normal.
4 Para la construcción de este artefacto transfronterizo,
de narrativa alterada y discontinua, el director ha empleado diferentes
formatos de película para cada una de las historias (buscando remarcar
visualmente las constantes dramáticas y emocionales) algo que es perceptible pero
que no es lo más interesante de la función, de lo que se trata al fin es de que
todas las piezas del rompecabezas formen un gran mosaico en el que quede
sobredimensionado lo efímero de la felicidad, la imposible redención y una
hiriente letanía del fracaso. Da igual que yo les cuente que ese rifle que
de en mano en mano va... y que hiere a la turista norteamericana es el vínculo
que une el relato japonés con el resto de las historias, porque el rifle es
sólo un símbolo infernal, un icono maldito inmerso en el tráfico de las
fronteras de la globalización, un instrumento precioso que revela nuestro
carácter siniestro y depredador. Iñárritu bucea en nuestro desamparo, en la
incomunicación de un cosmos que ha multiplicado la paranoia y la psicosis de la
Guerra Fría, el hombre dejará de existir como paisaje urbano ante la
inseguridad de verse abocado al abismo de un terror cotidiano, el rifle es el
tótem que fusiona lenguas y culturas, un legado de poder que siembra el odio y
la destrucción, allí donde puede que sólo quede ya soledad, miseria y
alienación.
Ha bastado sacar a dos turistas occidentales económicamente
solventes de su medio urbano natural, colocarles en esa nada virtual llamada
Tercer Mundo, para que todos sus sueños solidarios, su romanticismo de diseño,
su ingenua e ilusa moral, sus moderneces y afanes aventureros salten en
pedazos, y el film resulta muy eficaz en ese sentido, al mostrar que el
fantasma de la globalización no ha hecho sino ahondar en la neurosis, la
desconfianza y remarcar las diferencias. Todo el elenco está magnífico -sobre
todo en los momentos de mayor dolor, como ese magistral Brad Pitt realizando la
estremecedora llamada final- y el gran director de actores que tienen detrás de
la cámara les sacude con sadismo, sacando de ellos el desgarro y la
desesperación que proyecta la anomia, el malestar y el pesimismo de un hábitat
en proceso de demolición.
Un guión repleto de casualidades con mensaje alrededor de la dificultad de comunicarnos y la paradoja de un mundo global en el cual coexisten realidades tan distintas. Podría resultar artificioso pero la brillante realización de Iñárritu lima las aristas y brinda uno de los mejores títulos de la pasada década.
ResponderEliminarUn abrazo.
Brillante comentario, amigo Ricard. Tras un nuevo visionado, el film de Iñárritu no ha perdido ni un ápice de su excelencia y frescura, es más, tal vez su mensaje sea hoy más auténtico, cercano y doloroso, como una herida abierta que en lugar de cicatrizar se vuelve cada día más purulenta. Y sí, la globalización sólo ha servido para desnudar nuestras miserias y hacer más visibles las diferencias.
ResponderEliminarUn abrazo.