"MEAN DREAMS" êêê
Interesante película que sirve de
homenaje póstumo a Bill Paxton
El director canadiense Nathan Morlando debutó en el año 2011
con El
Gangster, un drama basado en hechos reales sobre un padre de familia
que se convierte en atracador de bancos. Sin ser una película redonda, se
adivinada ya el buen pulso de un cineasta llamado en un futuro para emprender
empresas mayores. Aquella película ganó el premio al mejor largometraje
canadiense en el Festival de cine de Toronto, y como curiosidad apuntaremos que
la cinta estaba proyectado que la dirigiese Denis Villeneuve, pero el retraso
en la producción hizo que finalmente fuera Morlando quien tuviera la
oportunidad de realizar su ópera prima. Por otra parte, y aunque está pendiente
el estreno de El círculo (James Ponsoldt, 2017), el film puede servir de
homenaje póstumo al gran Bill Paxton,
fallecido el pasado 25 de febrero tras una serie de complicaciones durante la
cirugía cardiaca a la que se sometió. ¿Negligencia? El asunto está ya en los
tribunales.
Siempre recordaré el excelente debut de
Bill Paxton como director con el original y terrorífico thriller Escalofrío
(2001), un film que fue aclamado por el escritor Stephen King y el director
James Cameron. Pero como olvidar su participación como actor en una larga lista
de películas como Calles de fuego, Terminator, Aliens: el regreso, Los
viajeros de la noche, Un paso en falso, Apolo
XII, Un plan sencillo y tantos otros. Además dirigió otra película
nada despreciable sobre un joven talento del golf titulada Juego de Honor (2005). Descanse
en paz este secundario de lujo que se comía con papas a muchos actores
principales.
Mean Dreams es una
interesante película que nos narra la historia de Jonas (Josh Wiggins) un adolescente que ayuda a su padre en las
labores de la granja y encuentra el amor en su nueva vecina, Casey (Sophie Nélisse) una chica
huérfana de madre que vive con su padre, Wayne
(Bill Paxton) un agente de la policía corrupto y alcohólico que la maltrata y
culpable de la muerte de su esposa en accidente al conducir bebido. Jonas toma
la iniciativa y decide robarle al padre de Casey una bolsa con casi un millón
de dólares proveniente de las drogas e inicia una escapada peligrosa con la
chica de la que está enamorado.
Película de deslumbrante esteticismo, Mean
Dreams sorprende por su concreción argumental en la presentación de los
personajes y su entorno, el ambiente rural de cualquier población agrícola
canadiense. Cierto que ese ejercicio de síntesis inicial con el encuentro de la
joven pareja, sus respectivas familias y la atmósfera que envuelven ambos
hogares se desarrolla de un modo acelerado si lo comparamos con el largo
desenlace, que impide un mínimo sosiego en el casi inexistente nudo central. A Nathan
Morlando le interesa sobre todo captar la energía y el impulso poético del amor
adolescente, la pasión, la confusión y la soledad que se apodera de ellos en
una huida infernal, perseguidos por el violento, cruel, padre de Casey, un
agente de la ley borracho, posesivo, maltratador y que se demostrará un
criminal sin escrúpulos. Jonas (magnífico Josh Wiggins) lo hará todo para
proteger a su amor, porque él es un romántico valiente al que no le importa el
dinero más allá de la coartada que supone para hacer daño al tipejo que
atormenta la vida de su amada.
El interés
de Morlando por explorar la belleza y las complejidades del primer amor, está
plasmado con una fotografía naturalista que planea por unos campos amarillos
que vestidos de otoño nos recuerda la influencia que tiene todavía hoy Terrence
Malick y su magistral Malas tierras (1973) en muchos directores
jóvenes, y el cineasta canadiense refleja ese paisaje de hierbas ondulantes,
intersecciones de caminos y cultivos agrícolas para lanzar una oda al viento
sobre la ternura e inocencia del amor de dos adolescentes solitarios.
Estaremos
de acuerdo en que la premisa de Mean Dreams
no resulta muy original (adolescentes rebeldes con causa, policías corruptos,
moteles de carretera baratos, una bolsa de dinero sucio, el refugio del
bosque), pero alcanza un gran atractivo plástico debido a la magia estética que
imprime Morlando, proyectando una visión fascinante del entorno, con
exuberantes postales de lagos entre la nebulosa y el follaje oxidado del otoño. Hay en la mirada de los adolescentes un halo de
tristeza que refleja el miedo, la ausencia y la incomunicación que ha presidido
sus vidas, lo que les lleva a construir apresuradamente un amor idealizado, que
pondrá a prueba su errática huida llena de obstáculos y enfrentamientos. El camino
sin retorno que han iniciado tal vez les libere de sus respectivas cargas
familiares y el ambiente asfixiante de sus hogares… pero la senda que se abre
ante ellos es un misterio que quedará para la imaginación del espectador.
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