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viernes, 24 de febrero de 2017

CRÍTICA: “NOCTURAMA” (Bertrand Bonello, 2016)


La película que se negó a programar el Festival de Cannes

NOCTURAMA êêê

     
    Pienso, como Immanuel Kant, que el arte debe mostrarlo todo a pesar del horror que puede provocar. Así, no entendí que Nocturama fuera despreciada para su exhibición en el Festival de Cannes debido a los terribles atentados terroristas que asolaron la capital francesa y que estaban aún recientes. Bertrand Bonello, cuya mejor película sigue siendo para este cronista Casa de tolerancia (2011), nos sitúa en París una mañana cualquiera. Allí, un grupo de adolescentes de diversa procedencia pululan por el metro y otros lugares de la capital actuando de una manera extraña pero sincronizada. Al parecer todo obedece a un plan. Sus gestos, sus acciones son siempre precisas, se reúnen en el mismo lugar, unos grandes almacenes, a la hora del cierre. Varios lugares fácticos saltan por los aires. París entra en erupción. La noche acaba de comenzar.

       
     Nocturama sí fue exhibida en el pasado Festival de San Sebastián representando una grata sorpresa para algunos críticos y espectadores. Me quedo a medias, pues el inconformismo y desencanto de una generación se eleva como una fabulosa coartada para las acciones terroristas –y los daños colaterales- que llevan a cabo un puñado de chavales -que son tildados de enemigos del Estado- carecen de una justificación política real y de peso para dar una cobertura razonada a tan tremendos atentados contra el presidente de un banco, el Ministerio del Interior e incluso la dorada estatua de Juana de Arco. Su rabia no parece tener un soporte consistente sobre todo en Francia, tal vez el país en el que mejor se vive del mundo y que se ve acechado por las zarpas de la ultraderecha más ultramontana y se ha convertido en uno de los objetivos principales del terrorismo yihadista aunque nada tiene que ver aquí con la historia narrada.

     
   Es cierto que Bonello no toma partido y desarrolla su propio guión con un estilo documentalista, que plantea, reflexiona e interroga sin aportar respuestas ni soluciones, que todo puede suceder como consecuencia de la decadencia política, social y económica de una sociedad que vive de espaldas a las miserias humanas, pero la furia e incluso el odio que atesoran las generaciones jóvenes no pueden servir de pretexto para la denuncia desaforada ni mucho menos para tan salvaje como estéril respuesta

      
    Por supuesto, el castigo para los jóvenes protagonistas será contundente, expeditivo y sin asomo de piedad. De esta forma el discurso de Bonello adquiere una alarmante coherencia si se compara con la impunidad con la que actúa el desalmado sistema hipercapitalista, amparado por las leyes y la justicia. Resulta curioso e incluso extravagante el caótico encierro que protagonizan el grupo de muchachos en un lugar tan icónico del capitalismo como lo son unos grandes almacenes, un quilombo que no puede pasar desapercibido para las fuerzas de seguridad y que contrasta brutalmente con la medida y exquisita precisión en la planificación de los atentados. Al final, la función deja claro que son sólo críos que obnubilados se dejan hipnotizar por el embrujo consumista y hedonista en un islote creado para ese fin. Lo que acabará delatándoles y actuando como reflejo patético y a la vez frívolo del presagio de la muerte. El Estado y la Banca siempre ganan.

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