El sueño de la razón produce monstruos
"SHUTTER ISLAND"
(Martin Scorsese, 2010)
Leonardo DiCaprio no necesita repetir cien veces que Martin Scorsese es el mejor director
vivo para convencerme. Asimilé este axioma irrefutable mucho antes de que él
tuviera un nombre en esto del cine. Y fíjense que todavía anda por ahí Francis
Ford Coppola firmando engendros pretenciosos como “Tetro”, confirmando lo que ya sabíamos hace décadas: que no es ni
la sombra de aquel genial cineasta que abanderó junto con Scorsese la
generación que cambió la faz de Hollywood en los años setenta. En fin, la obra
de Dennis Lehane esta resultando un
verdadero filón para la meca del cine, pues al igual que ocurrió con “Mistyc River”, novela también de este
autor bostoniano trasladada magistralmente a la pantalla grande por Clint
Eastwood, cuando un talento innato como el del director italoamericano se une
en combinación perfecta con una sugerente base literaria (de la que Laeta
Kalogridis extrae un espléndido libreto) el resultado sólo puede ser deslumbrante.
Por cierto, no fueron los únicos, Ben Affleck logró un film excelente, de gran
éxito crítico, adaptando la novela de Lehane “Adiós, pequeña, adiós”.
Vayamos con el argumento: Verano de 1954.
Los agentes federales Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo) son enviados a una remota isla de Boston donde
tiene su enclave el hospital psiquiátrico Ashecliffe (algo así como una especie
de Alcatraz para locos) para investigar la desaparición de una paciente, Rachel Solando (Emily Mortimer)
peligrosa asesina allí recluida. Durante sus pesquisas y bajo el azote de un
temible huracán que puede dejar aún más aislada la isla, se entrevistan con el
responsable médico del centro, el siniestro Dr. John Cawley (Ben
Kingsley) que les recibe con una amabilidad muy sospechosa. Así mismo, los
agentes interrogan al Dr. Jeremiah Naering (Max Von Sydow), al alcaide Warden (Ted Levine) y al tarado y
avieso recluso George Noyce (Jackie
Earle Haley). Los curtidos policías descubrirán pronto que el centro oculta
oscuros secretos y que los pacientes no son lo más peligroso que esconde la
isla, algo que afectará a la estabilidad mental de Teddy haciendo aflorar los
fantasmas del pasado.
Shutter Island es una pequeña joya
de culto que se eleva como una rara avis en la filmografía de su autor, un
thriller psicológico y kafkiano de
estética pulp con resonancias al cine negro de serie B de los años 40 y 50 y
cierta pátina hitchcockniana. Apoyándose en un soberbio elenco, un montaje ágil
y una dirección de actores impecable, Marty
bucea por la psique humana desde parámetros visuales y narrativos clásicos,
obligando a caminar a su protagonista por el filo de la navaja con la sensación
escalofriante de abocarle a la locura, demostrando una vez más su debilidad por
las personalidades escindidas y los estados alterados del alma.
Perfectamente
integrado en el mainstream
hollywoodiense, nadie a estas alturas es tan necio como para negar la maestría
y el pulso artístico de Scorsese, que nos presenta un primer acto afectado por
todos los códigos tradicionales del más sombrío cine policíaco, premisa que
revierte en relato de terror gótico a medida la acción avanza por los oscuros e
intrigantes laberintos de ese fantasmal manicomio, cuyos pasillos abren
paralelismos con la maraña cerebral de ese policía perturbado por lacerantes
recuerdos, sumergido en un mundo febril y pesadillesco que parece atrapar el hálito
barroco y decadente creado por las hermanas Brontë, paraje onírico que esconde
tras sus brumas una galería de personajes sufrientes, ensoñaciones paranoicas y
brutales dramas latentes.
Con una excelente fotografía de Tony Richardson saturada de
filtros ocres y azules, la cuarta colaboración Scorsese-DiCaprio atrapa desde
el primer momento con una sensación opresiva y vertiginosa; la llegada en ferry
de los dos agentes a esa isla tenebrosa plagada de policías que transmiten
mucha ansiedad y el corto e inquietante trayecto en jeep hasta el corazón de la
locura da paso a una trama que se
desdobla. Así, la rutinaria
investigación policial ceñida a los patrones del género se ve trufada de
trampas, giros inesperados y flash-backs inconexos (episodios pesadillescos, dramas
familiares, crueles experimentos, recuerdos de horribles vivencias en un campo
de exterminio) que finalmente quedan hilados con coherencia en un twist de
imágenes que destilan emotividad y amargura, enfrentando a nuestro protagonista
a la mayor de las tragedias, al más negro de los abismos: el infierno de la
demencia. Con un chispeante cóctel de géneros y estilos, en Shutter Island Scorsese dosifica el
suspense y manipula a su antojo las emociones del espectador, hipnóticamente
atrapado en la angustiosa espiral de un argumento desquiciado, un viaje al
verdadero confín del horror donde nada es lo que parece, un perverso juego de
espejos deformantes que te hace repetir: “El sueño de la razón produce
monstruos”. Un film complejo y admirablemente realizado.
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