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domingo, 27 de noviembre de 2016

CRÍTICA: "ALIADOS" (Robert Zemeckis, 2016)

Ecos de un cine perdido
ALIADOS êê
Director: Robert Zemeckis.
Intérpretes: Brad Pitt, Marion Cotillard, Lizzy Caplan, Matthew Goode, Jared Harris.
Género: Thriller / EE.UU. / 2016 Duración: 124 minutos.

     
   La carrera del veterano Robert Zemeckis ha mantenido en el nuevo siglo un nivel más que aceptable desde que saludara la nueva era con una de las mejores películas de su filmografía, Náufrago (2000). Así, Polar Express (2004) un bello film de animación, Beowulf (2007) adaptación de un poema épico con la digitalización de actores y una perfecta inmersión en 3D, Cuento de navidad (2009) adaptación también en 3D del clásico de Dickens con un asombroso despliegue de efectos especiales, El vuelo (2012) junto con Náufrago su mejor película en lo que llevamos de siglo y que incluye una soberbia actuación de Denzel Washington, y El Desafio (2015) que basa su premisa en la hazaña de un funambulista francés que recorrió sobre un cable la distancia entre las desaparecidas Torres Gemelas de Nueva York, conforman un sugerente festival mezcla de entretenimiento, modernismo, clasicismo y, en definitiva, amor por el cine.


       Aliados nos sitúa en el año 1942 durante la Segunda Guerra Mundial. Max (Brad Pitt) es un espía del bando aliado que se enamora de Marianne (Marion Cotillard) una compañera francesa, tras una peligrosa misión en el norte de África. La pareja comienza una relación amorosa y se casan, pero todo cambiará cuando notifican a Max que Marianne puede ser una agente doble que trabaja para los nazis. 

     
     Con un guión francamente mejorable de Steven Knight, Aliados es ante todo una historia romántica en tiempos de guerra, lo que hace derivar la trama hacia los territorios del melodrama. La premisa no es nada original si desde Casablanca (la acción comienza en esa misma ciudad) sabemos que en los conflictos bélicos pueden surgir los amores más puros y la guerra no puede borrar su huella aunque la historia demande el sacrificio. Rodada al estilo de la vieja usanza la cinta se impone más como un ejercicio de nostalgia hacia una forma de hacer cine perdida en la noche de los tiempos, que como una aportación novedosa al género de espionaje en donde ingredientes como el drama o el romanticismo se debaten -en una época convulsa de supervivencia- en una espiral de sospechas, traiciones y desconfianza. La trama, con ecos referenciales del maestro Hitchcock, tiene poca fuerza como para generar la tensión afilada de películas como El ojo de la aguja o las novelas de John Le Carre o Graham Greene que parecen inspirar el libreto, le sobra glamour y sofisticación y le falta progresión dramática.

     
    Aliados es, en su concepción de película filmada bajo los códigos de la vieja escuela, una película esteticista, academicista y exuberante más preocupada porque los espectadores concentren su mirada en la bella pareja protagonista, que derrocha elegancia, perfume, sensualidad y una distinción algo apolillada, que en la intriga bélica que siempre queda solapada por los escarceos de la pareja, que sin derrochar una química especial se regalan un buen polvo en un automóvil cubierto por otro polvo más tangible y material, el que provoca una tormenta de arena.

      
     Sí, un amor en las turbulencias de un tiempo atroz, que dejó tierras y mares regados de cadáveres y en donde las relaciones se consumen tras una cortina de fatales sospechas. Un amor atravesando el dolor y la tragedia, en el frente, en la sociedad civil, pasto de bombardeos, ataques y atentados. Un amor como resistencia, fuente de vida, esperanza y paz. Con escasas set pieces de acción (el atentado en Casablanca contra el embajador nazi, el enfrentamiento en la comisaría francesa, las dos secuencias de bombardeos), siempre nos quedará la duda de si Aliados construye todo su andamiaje como sentido tributo a los años dorados de Hollywood en medio del hartazgo sobre la constante banalización del Séptimo Arte, o es sólo un capricho de esencia vintage o demodé en el que no importa tanto el fondo como la forma. En cualquier caso el resultado es el mismo: un film de impecable puesta en escena  cuyo lujoso envoltorio sólo guarda evanescentes aromas de otro tiempo.


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