El tormento y el monstruo
UN MONSTRUO VIENE A VERME ★★
DIRECTOR: J. A.
Bayona.
INTÉRPRETES: Lewis McDougall, Felicity Jones, Sigourney
Weaver, Liam Neeson, James Melville, Toby Kebbell.
GÉNERO: Fantástico
/ España / 2016 DURACIÓN: 108 MINUTOS.
Al
igual que muchos aficionados pienso que el cine de J. A. Bayona (director que goza de mucho predicamento entre la crítica
oficialista) luce de una manera impecable, con una pulcritud sin mácula,
intachable tanto en el aspecto visual como en su precisión narrativa. Sucedió
con aquel refrito rebosante de tópicos titulado El orfanato (2007) aunque
todavía sigue intrigándome cómo se le puede practicar el boca a boca a alguien
que no tiene mandíbula, y sucedió con Lo imposible (2012) en donde Bayona
confiere a la historia un tratamiento insano, sensiblero y manipulador para
construir un melodrama pueril, efectista y lacrimógeno. Un monstruo viene a verme
cierra la trilogía sobre la maternidad y la muerte con las mismas virtudes y
defectos que encontramos en las obras anteriores.
La trama sigue a Connor (Lewis McDougall) un chico de 12
años que tras la separación de sus padres tendrá que ocuparse de llevar las
riendas de su casa, pues su madre (Felicity Jones) está enferma de cáncer. Connor
intentará superar sus miedos y fobias con la ayuda de un monstruo (voz original
de Liam Neeson), pero sus fantasías se enfrentarán con la realidad, y con su
fría y calculadora abuela (Sigourney Weaver).
Puedo comprender que nadie diga –aunque lo
piense- que Un monstruo viene a verme es una película flojita, que más allá
de su aspecto formal todo suena a déjà vu (incluso el monstruo, idéntico a
Groot de Guardianes de las Galaxias y a Living Elemental, una de las
figuras del juego de rol Mage Knight), que si traspasas su hábil y mágica
nebulosa lo que queda es un excesivo melodrama que apela de manera tan obscena
como facilona a las emociones con cosas tan trascendentes como la muerte y el
refugio íntimo de la fantasía. Eso sí, todo está narrado de un modo intenso y
una espectacular puesta en escena que intenta camuflar la carencia de profundas
esencias discursivas. Entre el drama de ese monstruo llamado cáncer que devora
a la joven madre de Connor, el maltrato que él recibe por parte de sus
compañeros de clase, la tensa relación con su abuela (Sigourney Weaver
imponiendo su oficio) y la escasa empatía con su padre, avanza una historia que
sitúa al protagonista al borde del abismo para ser salvado por un monstruo
surgido de la febril imaginación de un ser abocado a la más severa angustia
existencial, un monstruo que le pide que le revele algo tan tremendo como “la
verdad”; la aceptación del sufrimiento y el lacerante desgarro de la muerte.
De acuerdo que la
película contiene momentos brillantes (la secuencia en la que Connor intenta
evitar que su madre se despeñe por un precipicio) y la pericia del director se
deja ver en la forma que el protagonista visualiza a través de la ventana ese
mundo alternativo como puerta de acceso para escapar de una realidad asfixiante
y al mismo tiempo buscar respuestas y soluciones ante el terrible avance la enfermedad
de su madre, un bálsamo que amortigüe su angustia e inabarcable dolor.
Un monstruo viene a verme
despliega una belleza visual apabullante (el húmedo paisaje de la campiña, el
detalle puntilloso en los interiores, la azulada y neblinosa luz bañando los
misterios de la noche, la colosal primera aparición del monstruo), y no desentonan ninguna de las tres historias
animadas que puntúan el relato y que el monstruo le cuenta a Connor a cambio de
que él le cuente la suya. Pero si algo bueno vuelve a demostrar Bayona es su habilidad para dirigir a niños actores, y Lewis McDougall se aprovecha de ello
regalándonos una sentida y sólida actuación. Si recargado de acontecimientos
trágicos encontramos el discurrir cotidiano del protagonista: un mero saco de boxeo
para sus compis de clase, la irreversible enfermedad de la madre… insoportable
cuando de lo que hablamos es de una desmedida carga dramática en la realidad
vivida por un niño de 12 años, todo parece quedar fagocitado por la fantasía, o
por los sueños de la razón y el tormento que producen monstruos, porque lo
mejor de la función son los encuentros de Connor con ese
gigantesco e imponente árbol, encuentros que sirven de vía de escape para
sobrellevar su funesta existencia a tan temprana edad, y templar el espíritu
ante una pérdida irreparable que le llena de amargura. Un monstruo viene a verme es
un film irregular, excesivo, cargante en su vena melodramática, también una
ingenua introspección sobre la pérdida de la inocencia a través de un
fantástico viaje emocional.
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