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lunes, 10 de octubre de 2016

CRÍTICA. "UN MONSTRUO VIENE A VERME" (J. A. Bayona, 2016)

El tormento y el monstruo
UN MONSTRUO VIENE A VERME ★★
DIRECTOR: J. A. Bayona.
INTÉRPRETES: Lewis McDougall, Felicity Jones, Sigourney Weaver, Liam Neeson, James Melville, Toby Kebbell.
GÉNERO: Fantástico / España / 2016  DURACIÓN: 108 MINUTOS.   

   
     Al igual que muchos aficionados pienso que el cine de J. A. Bayona (director que goza de mucho predicamento entre la crítica oficialista) luce de una manera impecable, con una pulcritud sin mácula, intachable tanto en el aspecto visual como en su precisión narrativa. Sucedió con aquel refrito rebosante de tópicos titulado El orfanato (2007) aunque todavía sigue intrigándome cómo se le puede practicar el boca a boca a alguien que no tiene mandíbula, y sucedió con Lo imposible (2012) en donde Bayona confiere a la historia un tratamiento insano, sensiblero y manipulador para construir un melodrama pueril, efectista y lacrimógeno. Un monstruo viene a verme cierra la trilogía sobre la maternidad y la muerte con las mismas virtudes y defectos que encontramos en las obras anteriores.
       

    
    La trama sigue a Connor (Lewis McDougall) un chico de 12 años que tras la separación de sus padres tendrá que ocuparse de llevar las riendas de su casa, pues su madre (Felicity Jones) está enferma de cáncer. Connor intentará superar sus miedos y fobias con la ayuda de un monstruo (voz original de Liam Neeson), pero sus fantasías se enfrentarán con la realidad, y con su fría y calculadora abuela (Sigourney Weaver).


     Puedo comprender que nadie diga –aunque lo piense- que Un monstruo viene a verme es una película flojita, que más allá de su aspecto formal todo suena a déjà vu (incluso el monstruo, idéntico a Groot de Guardianes de las Galaxias y a Living Elemental, una de las figuras del juego de rol Mage Knight), que si traspasas su hábil y mágica nebulosa lo que queda es un excesivo melodrama que apela de manera tan obscena como facilona a las emociones con cosas tan trascendentes como la muerte y el refugio íntimo de la fantasía. Eso sí, todo está narrado de un modo intenso y una espectacular puesta en escena que intenta camuflar la carencia de profundas esencias discursivas. Entre el drama de ese monstruo llamado cáncer que devora a la joven madre de Connor, el maltrato que él recibe por parte de sus compañeros de clase, la tensa relación con su abuela (Sigourney Weaver imponiendo su oficio) y la escasa empatía con su padre, avanza una historia que sitúa al protagonista al borde del abismo para ser salvado por un monstruo surgido de la febril imaginación de un ser abocado a la más severa angustia existencial, un monstruo que le pide que le revele algo tan tremendo como “la verdad”; la aceptación del sufrimiento y el lacerante desgarro de la muerte.

   
    De acuerdo que la película contiene momentos brillantes (la secuencia en la que Connor intenta evitar que su madre se despeñe por un precipicio) y la pericia del director se deja ver en la forma que el protagonista visualiza a través de la ventana ese mundo alternativo como puerta de acceso para escapar de una realidad asfixiante y al mismo tiempo buscar respuestas y soluciones ante el terrible avance la enfermedad de su madre, un bálsamo que amortigüe su angustia e inabarcable dolor.

      
    Un monstruo viene a verme despliega una belleza visual apabullante (el húmedo paisaje de la campiña, el detalle puntilloso en los interiores, la azulada y neblinosa luz bañando los misterios de la noche, la colosal primera aparición del monstruo), y no  desentonan ninguna de las tres historias animadas que puntúan el relato y que el monstruo le cuenta a Connor a cambio de que él le cuente la suya. Pero si algo bueno vuelve a demostrar Bayona  es su habilidad  para dirigir a niños actores, y Lewis McDougall se aprovecha de ello regalándonos una sentida y sólida actuación. Si recargado de acontecimientos trágicos encontramos el discurrir cotidiano del protagonista: un mero saco de boxeo para sus compis de clase, la irreversible enfermedad de la madre… insoportable cuando de lo que hablamos es de una desmedida carga dramática en la realidad vivida por un niño de 12 años, todo parece quedar fagocitado por la fantasía, o por los sueños de la razón y el tormento que producen monstruos, porque lo mejor de la función son los encuentros de Connor con ese gigantesco e imponente árbol, encuentros que sirven de vía de escape para sobrellevar su funesta existencia a tan temprana edad, y templar el espíritu ante una pérdida irreparable que le llena de amargura. Un monstruo viene a verme es un film irregular, excesivo, cargante en su vena melodramática, también una ingenua introspección sobre la pérdida de la inocencia a través de un fantástico viaje emocional. 

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