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lunes, 18 de julio de 2016

SESIÓN DE MEDIANOCHE: “VIOLACIÓN EN EL ÚLTIMO TREN DE LA NOCHE” (Aldo Lado, 1975)


L´ULTIMO TRENO DE LA NOTTE


    El director italiano Aldo Lado, que comenzó su carrera con dos celebrados giallos: La corta noche de las muñecas de cristal (1971) con Ingrid Thulin y Jean Sorel de protagonistas, y ¿Quién la ha visto morir? (1972) con el efímero James Bond George Lazenby al frente del reparto, firmó a mediados de los 70 la que sin duda es su película más conocida, Violación en el último tren de la noche (L´ultimo treno della notte, 1975), un film que recuerdo haber visto siendo apenas un adolescente varios años después de su estreno en un cine de barrio de sesión doble. Pasado el tiempo la recuperé en Vhs para confirmar que si bien el film del realizador italiano se imponía como un nada soterrado remake de la película de culto y ópera prima de Wes Craven La última casa a la izquierda (1972), la película de Lado era superior a la cinta que le servía de inspiración y que, a la vez, estaba inspirada en El manantial de la doncella (Ingmar Bergman, 1960).

    
    La trama sigue a Margaret (Irene Miracle) y Lisa (Laura D´Angelo), dos amigas que deciden pasar la Navidad en Italia en casa de los padres de ésta última. Para ello, toman un tren desde Munich, pero durante el trayecto Lisa advierte al eminente doctor Giulio Stradi (Enrico Maria Salerno) que su llegada se va a demorar debido a la intromisión de dos molestos gamberros, Blackie y Curly (Flavio Bucci y Gianfranco De Grassi). Lo que el competente médico ignora es que las dos jóvenes se van a convertir en las víctimas indefensas de unos pervertidos que montarán con ellas una orgía de sexo y sangre con la complicidad de una señora de aspecto respetable (Macha Méril) que se siente atraída por uno de ellos.


     Habiendo señalado la fuente de la que bebe Violación en el último tren de la noche, que transita la misma fórmula de “violación y venganza” y que como el film de Craven recrea un clima de impunidad donde los criminales campan a sus anchas en busca de sangre inocente (y hablamos de la Europa más desarrollada), Aldo Lado se las arregla para introducir un elemento distorsionador novedoso con la figura de la distinguida dama que, a pesar de su impecable aspecto, esconde una mente pervertida, psicótica y criminal, en perfecta afinidad con la pareja de salvajes perturbados. La historia se construye inicialmente con la preparación del viaje de las chicas y una escena familiar de la familia de Lisa, con el abnegado doctor que intenta conciliar su trabajo de salvar vidas con su presencia al lado de su familia en una fecha tan señalada como el día Navidad, y su esposa esperando emocionada la llegada de su hija.


      Al comienzo, las dos amigas siguen el juego a los esquinados delincuentes en la suposición de que sólo son dos gamberros con ganas de divertirse, aunque pronto se darán cuenta de su carácter antisocial, temible y amenazador. Uno de ellos, Blackie, adivina rápidamente la personalidad morbosa y promiscua de la misteriosa señora y se la lleva al lavabo del tren para montárselo con ella, a partir de entonces se convertirá un sorprendente aliado en un juego sádico espeluznante. No fue buena idea hacer transbordo, pensarán las chicas, pero es demasiado tarde para arrepentirse, quedando atrapadas en un vagón semivacío a merced de los dos psicópatas.

    
     Comienza así una terrible pesadilla de la que no podrán huir, una espiral de horror que incluye una atroz agresión sexual cuyos espeluznantes síntomas vemos reflejados en los rostros de las víctimas. El último tramo del film está dedicado a la implacable venganza que sigue un patrón similar a la perpetrada en el citado film de Craven, con el doctor ofreciendo posada y comida a los criminales que han atacado y vejado a su hija, sirviéndoles en plato frío su brutal y letal castigo. El punto novedoso lo representa la dama enigmática del tren (el mal no sabe de clases sociales) cuyo destino final me guardo. Con una excelente música de Ennio Morricone, Violación en el último tren de la noche contiene las dosis necesarias de erotismo salvaje, violencia, sadismo y morbosidad como para interesar al aficionado al género, y aunque no inventa la rueda, está rodada con profesionalismo y evidente carga emocional.  


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