CÓDIGO DESCONOCIDO
(CODE INCONNU: RÉCIT INCOMPLET DE
DIVERS VOYAGES)
Drama - Francia, 2000 - 117
Minutos.
DIRECTOR: MICHAEL HANEKE.
INTÉRPRETES: JULIETTE BINOCHE, THIERRY
NEUVIC, SEPP BIERBICHLER, ALEXANDRE HAMIDI.
Y regresó mi adorado Michael Haneke
para poner las cosas en su sitio. Un hecho aparentemente banal, pero
humillante, como es que un adolescente tire un papel arrugado a las manos de
una mendiga que pide limosnas en un concurrido bulevar de París, es el
incidente que hace confluir las vidas de varios personajes muy dispares; Anne
(Juliette Binoche) una chica empeñada en triunfar en el mundo del cine; Amadou
(Ona Lu Yenke) un monitor musical que trabaja en una institución para sordomudos;
María (Lumunita Gheorghiu) una inmigrante rumana que malvive mendigando y que
envía a su país todo el dinero que gana.
Estamos ante otra gran creación del
director de la escalofriante Funny Games (1997) -uno de mis
clásicos films de cabecera- en donde el
realizador austriaco trazaba una disección clínica y atroz de la violencia, y
muy recientemente se han estrenado su último y espléndido film, La pianista,
una película que revela sin pudor las obsesiones y las patologías sexuales de
una profesora de música que lleva una doble vida. En Código desconocido,
estrenada unos meses antes que la anterior, nos sumerge en una violencia más
pérfida y alevosa, la que genera la incomunicación, un tema de mayor calado en
nuestra falsa sociedad del bienestar que la representación misma de los límites
de la violencia. Haneke, a través de ese altercado que se origina -el papel
tirado a las manos de la mendiga- indaga en la vida de unos personajes que se
cruzan por azar -un tema recurrente en toda su obra- trasladándonos a entornos
surcados por el fracaso, la inseguridad, la soledad y el drama.
La cámara nos guía por un recorrido
laberíntico sin salida ni respuestas, y nos enfrenta a múltiples preguntas que
se amplifican en el espectador más receptivo, que pronto advertirá su falta de
reflejos, su insensibilidad ante la adversidad y las desdichas ajenas, pues Code
Inconnu expone con dureza algunas
muestras de la ponzoña que consume a nuestra moderna sociedad. Así, en una de
las escenas más emotivas, Juliette Binoche es asediada en el metro por unos
jóvenes delincuentes magrebíes, sólo un anciano, sobrepasado ya por la
vergüenza y el hastío, se arriesga a enfrentarse a ellos, Binoche le da las
gracias mientras deja escapar, entre lágrimas, la angustiosa tensión acumulada.
Nada me cuesta reconocer que, por algún extraño resorte emocional/sensorial
ninguna otra escena, y digo ninguna, ha estimulado mi llanto tan
desconsoladamente en un cine. París, como una nueva Babilonia multirracial, de
una riqueza cultural exquisita, pero también fría y desconfiada, amamantando a
la sombra de los fastos de la nueva Europa otros miedos a los que combatir. Es
ahí, en la desazón urbana, donde el plano-secuencia cobra efectos de ritual en
manos de este virtuoso realizador, un territorio cada vez más inhóspito y
hermético, en el que los personajes más o menos definidos desarrollan los
peores tics de su automatismo global, siendo, sin embargo incapaces de ocultar
su infinita tristeza.
Siento por Michae Haneke una enorme
devoción, es, sin duda, uno de los mejores hallazgos de las últimas décadas, lo
demuestra una vez más en este relato sin fin, su mirada hiriente percibe con
nitidez el dolor y el escarnio en los tiempos del cólera, los males del mundo
que nos ha tocado vivir, la vívida representación de una realidad que nadie
debería obviar. Una mirada flamígera que siempre me hace reflexionar sobre
cuestiones para las que no hay respuestas. Código desconocido fue
para mí la mejor película extranjera del año 2001.
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