Película póstuma de Stanley
Kubrick que adapta la novela “Relato
soñado” del escritor austriaco Arthur Schnitzler- amigo de Sigmund Freud e
influenciado por él- y que nos
presenta al doctor William Hardford (Tom Cruise) cuya vida parece ir muy bien: realiza
un trabajo que le satisface, tiene una mujer preciosa y una hija. Pero al día
siguiente de asistir a una fiesta, su bella esposa, Alice (Nicole Kidman) le habla de un sueño erótico que ha tenido en
el que estuvo a punto de dejarlo por un desconocido. Abrumado por esta
confesión, acaba entrando en un local, donde un antiguo compañero le habla de
una congregación secreta dedicada al hedonismo y el placer sin límites. A partir
de entonces, un mundo dominado por el sexo y las perversiones se abre ante él.
Siempre me ha fascinado la manera en
que Kubrick es capaz de revestir de misterio y seducción algunas historias que
ni siquiera merecen profundas reflexiones, dilemas existenciales que no
conducen a ninguna parte y para los que no existen respuestas: la dificultad de
las relaciones de pareja, las contradicciones inherentes al ser humano, las
fantasías prohibidas, los límites del deseo, el cinismo de la sociedad… y,
sobre todo, los lazos del matrimonio, que anudan una relación amorosa que se va
degradando con el tiempo hasta tener visos de un artificio burgués de
corrección tan frustrante como hipócrita. La excelente fotografía de la recreación
de un Nueva York fascinante donde late la tentación de los placeres ocultos, la
llamada de un submundo en el que el doctor Bill Hardford se sumerge como
venganza a la herida emocional que le ha producido las confesiones de su mujer
(su tórrido sueño con un oficial de la marina), y se adentrará en lugares
secretos donde sólo es posible la entrada con invitación, experiencias
extramatrimoniales que acabarán poniendo en riesgo todo lo que tiene; la
seguridad de su vida tal y como la ha disfrutado hasta ahora y todo lo que le
rodea.
La secuencia esencial de la orgía en
la mansión repleta de enmascarados impecablemente vestidos de etiqueta y que
conforman la élite de la sociedad, personas que están por encima del bien y del
mal como ministros, jueces, obispos, nobles, generales y jefes de policía,
banqueros… se impone como una alegoría sobre su carácter intocable cuando una
prostituta es asesinada y no pasa absolutamente nada porque todos ellos están
por encima de las leyes que ellos mismos redactan y aprueban. Bill (Cruise) es
médico, es decir, un don nadie, alguien de ínfima categoría como para
pertenecer a ese hermético y privilegiado círculo. El asesinato de la
prostituta no significa nada, sólo una mosca aplastada contra un cristal para
todos los que pertenecen a ese club tan misterioso como poderoso, que en definitiva son los que ordenan y dirigen nuestras insignificantes vidas. Se comenta que
el rodaje supuso la gota que colmó el vaso del proceso de desgaste psicológico
de la pareja Cruise/Kidman en la vida real. Lo cierto es que a partir de ahí su
relación se fue al carajo y no dieron apenas explicaciones sobre los motivos. La
película la tuvo que terminar Humphrey Pickwick y la moraleja que yo extraje
del relato (abierto a múltiples interpretaciones) es que existe un poder
omnímodo, inalcanzable, que nos obliga a vivir la vida que ellos quieren. Claro,
que muchos espectadores quedaron desconcertados con la palabra que pronuncia
Alice ("fóllame") y que cierra de forma enigmática el film. El último guiño del maestro.
Esta sí es una obra maestra. A los americanos les chafaron algunos planos de la orgía superponiendo digitalmente personajes de manera que no se vieran los coitos. Dicen que el responsable de esta doble versión fue el propio Kubrick, para evitar una calificación X.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno, la película no la cabó él, peró sí es verdad que el maestro se negaba a autocensurarse y se estrenaron dos versiones, una que trataba con más brevedad las escenas de revolcones y desnudos integrales, destinada al mercado USA porque corría el riesgo de ir directa a las salas X, y la que se estrenó en Europa, tal y como el genio la había concedido. Pero ese tema dependió mas de los productores (e imagino que también de los distribuidores) que del propio director. No olvidemos que el cine es un negocio, una industria que tiene que dar beneficios porque hay gente que se juega su dinero, y el mercado estadounidense es demasiado jugoso para andarse con tonterías.
ResponderEliminarEs una gran película para poner el lazo a una filmografía fantástica.
Un abrazo.