Elegida peor película de 1996 y nominada a los Premios
Razzie como una de las peores películas de aquella década, resulta
absolutamente incontestable que Andrew
Bergman nos sirvió un espectáculo zarrapastroso con dos únicos objetivos:
por un lado exhibir el espléndido y moldeado físico de una Demi Moore atlética
y musculada para la ocasión y así obtener jugosos beneficios en taquilla; y por
otro, lanzar una loa a la industria de la silicona, mano de santo para arreglar
algunos defectillos en las esculturas femeninas mínimamente dotadas y dejarse
de complejos. Striptease nos presenta a Erin
Grant (Demi Moore) que tras perder
el trabajo y la custodia de su hija, se hace bailarina de striptease en un
antro de Miami con el propósito de reunir el dinero suficiente para recurrir la
sentencia que le ha otorgado la custodia a su marido. La belleza, el erotismo y los meneos de Erin llamarán la atención de
un pervertido miembro del congreso (Burt Reynolds) que no se detendrá ante nada
con tal de conseguirla.
Nadie discute que estamos ante un pestiño de
dimensiones estratosféricas ni que Demi
Moore siempre fue -y es- una actriz mediocre, pero también merece poca
discusión que estamos ante unos de los más bellos cuerpos que han desfilado por
una pantalla de cine. El rollo de la
lucha por la custodia de su hija es sólo una excusa maniquea que en forma de
falso cine social sirve como burda coartada para que la ex de Bruce Willis
contonee las caderas, mueva el culo y haga botar sus tetas de silicona. Y sí,
sabemos que el espectáculo esconde mucha goma sintética y quizás Demi se
muestra un poco brusca en la coreografía, desatada con un ritmo y unos
movimientos que tal vez requerían un poco más de sensibilidad, sensualidad y
cadencia… Pero nadie negará que el precio de la entrada fue amortizado con
la insinuante visión de un cuerpo esculpido en un gimnasio y el excitante
atrevimiento de aquella jovencita de Ghost que tanta timidez e inocencia
transmitía.
Es como si
la película careciera de guión y si alguna vez lo tuvo se olvidaron pronto de
él, lo que sí está contrastado es que la diva cobró 12 millones de dólares por
enseñarnos sus encantos rodeada de otras beldades, convirtiéndose en la actriz
mejor pagada ese año. Los responsables nunca encontraron el tono para encarar
una película que transita varios géneros (thriller, cine social, erótico, drama
y comedia) con el convencimiento de que un solo fotocromo de Demi Moore en
tanga les solucionaría la papeleta del desatino narrativo. El papel de político
corrupto y pervertido de un Burt Reynolds en el abismo de la decadencia es una
broma de mal gusto aunque, por otra parte, es el personaje más tristemente
creíble. En fin, un subproducto ideado como vehículo para el
lucimiento de su estrella y para excitar el morbo del espectador siempre ávido
de sensaciones inspiradoras. Lo peor fue la impresión general de que hubo mucha
gente que se tomó esta mierda en serio.
LES DEJO CON UNAS IMÁGENES DE UNA DEMI MOORE JOVENCITA Y PRESILICONA, PERTENECIENTES A UNO DE SUS PRIMEROS PAPELES, LA COMEDIA "LÍO EN RÍO" (STANLEY DONEN, 1984). A MÍ ME GUSTABA MÁS.
Me gusta más en "Lío en Río".
ResponderEliminarUn abrazo.
Totalmente de acuerdo, además es un film muy superior al arriba comentado. Además, tras 21 años felizmente casado, a mí me dan morbo esos tetitas pequeñas, me devuelven a mi convulsa y furtiva adolescencia.
ResponderEliminarUn abrazo.