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lunes, 17 de agosto de 2015

CRÍTICA: "EXTINCTION"

De rencores y pandemias
EXTINCTION êêê
DIRECTOR: MIGUEL ÁNGEL VIVAS.
INTÉRPRETES: MATTHEW FOX, JEFFREY DONOVAN, QUINN McCOLGAN. AHNA OREILLY, CLARA LAGO.
GÉNERO: TERROR / ESPAÑA / 2015  DURACIÓN: 110 MINUTOS.   
          
       
      Miguel Ángel Vivas debutó en el año 2001 con el largometraje Reflejos, un thriller fallido que no convenció a casi nadie. Tras realizar un par de cortos, da la campanada con Secuestrados (2010), un magnífico film que encuentra su mayor virtud en el feroz naturalismo, en los efluvios orgánicos, la fisicidad y cercanía del drama. Esa casa donde sucede el drama que actúa como un personaje más y en donde la tensión se puede cortar con un cuchillo, salpicándonos de lágrimas, sudor y sangre, electrizando nuestros tímpanos con gritos desgarradores, respirando el hálito de la desesperación y el sadismo en un hogar convertido en una brutal coreografía del pánico no apta para un público sensible. Tras realizar el resultón film Los tres cerditos (2014), estrena ahora Extinction, cinta que desarrolla su acción en un futuro postapocalíptico.


      Extinction arranca nueve años después de que una infección provocada por el uso masivo de armas químicas, haya convertido a gran parte de los seres humanos en criaturas salvajes y sin intelecto. Patrick (Matthew Fox), Jack (Jeffrey Donovan) y su hija Lu (Quinn McColgan) sobreviven solos en las afueras de Harmony, un rincón olvidado y permanentemente nevado. Algo terrible que ocurrió entre Patrick y Jack hace que el odio perdure entre ellos, pero cuando los infectados reaparecen adaptados al gélido ambiente, dejarán los rencores aparte para proteger aquello que más quieren: la pequeña Lu.
     
      Adaptación de la novela “Y pese a todo…” del especialista en literatura de terror y fantástica Juan de Dios Garduño, Extinction no es una propuesta novedosa en su premisa y corpus argumental y, sin embargo, nos muestra una atractiva y peculiar visión del hombre en el desafío de la supervivencia que mide su pánico entre un clima glacial letal y una horda de infectados a modo de zombis con un look vampírico de ultratumba. La figura del hombre se hace pequeña en la soledad e inmensidad de un paisaje deshumanizado en donde el hombre es sólo una presa pasto de depredadores, sobreviviendo a duras penas en el más despiadado aislamiento y en permanente vigilia. Miguel Ángel Vivas opta, como sucede en la novela, por un ritmo pausado, y las escenas de acción escasean porque al director le interesa más la interacción de los personajes en una atmósfera de final de civilización, que tendrán que dejar atrás sus heridas emocionales (medidos flashbacks nos narran el por qué de su situación personal) para implicarse en un drama que deja al descubierto las aristas de sus perfiles psicológicos ante el infortunio de su astrosa existencia.


       Extinction es una película estimable que, eso sí, queda lejos de la excelencia de La Carretera (John Hillcoat, 2009) film basado en la magistral novela de Cormac McCarthy con la que guarda algunos puntos en común (estéticos, narrativos, el abismo de desolación de los personajes y la penosa carga existencial que soportan) con la novela de Garduño y con esta adaptación cinematográfica de Vivas. El cinéfilo más observador encontrará algún guiño a la sublime La Cosa (John Carpenter, 1982), aunque el arco dramático no genera nunca situaciones verdaderamente emotivas, en parte por ciertos aspectos inconsistentes del guión y en parte por el insípido trabajo de Matthew Fox frente a la mayor solidez de Jeffrey Donovan y la doliente languidez de Quinn McColgan. Frente a ellos la figura del infectado o zombi como amenaza de un mundo en extinción, donde el hombre es, una vez más, un lobo para el hombre que acecha y ataca sólo en puntuales momentos de la trama. La función está lejos de ser redonda aunque los 1´2 millones de euros invertidos lucen muy bien, pero faltan explicaciones sobre esa pandemia desatada por el uso de las armas químicas, sobran escenas soporíferas que ralentizan la narración y el drama familiar acaba perdiendo fuerza a favor de un clima asfixiante y la soberbia luz que nos brinda ese mago de la fotografía llamado Josu Inchaustegui. 


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