El terror que surgió del frío
DÉJAME
ENTRAR êêêêê
DIRECTOR: TOMAS ALFREDSON.
INTÉRPRETES: KARE HEDEBRANT, LINA LEANDERSSON,
PER RAGNAR, HENRIK DAHL.
GÉNERO: TERROR / SUECIA / 2008
DURACIÓN: 115 MINUTOS.
Tomas Alfredson no es
un iniciado en esto del cine, de hecho Déjame entrar es su sexta película
para la pantalla grande. Cierto que, por cuestiones de distribución, la
cinematografía sueca no cuenta actualmente con mucho predicamento
internacional, pero un país que ha alumbrado la vida y la obra de nombres tan
insignes para la historia del 7º Arte como Ingrid e Ingmar Bergman, debería ser
más asiduamente explorado en su vertiente fílmica, aunque sólo fuera para
constatar que la calidad de su producción puede superar fácilmente a
cinematografías como la nuestra.
Pero si ya es raro que, apoyada por su
gran éxito en Sitges y en una treintena más de festivales, se estrenen en
nuestro país películas suecas, mucho más lo es que este botón que nos sirve de
muestra forme parte de un género como el terror, que sólo en la literatura nórdica
-si exceptuamos algunos films como “La
hora del lobo”, de Bergman- ha gozado una mayor tradición. De esa raíz
procede “Déjame entrar”, primera
novela del escritor John Ajvide
Lindqvist, todo un exitazo en Suecia y traducida a más de veinte idiomas
(en español se encuentra publicada por la editorial Espasa).
La cinta nos presenta a Oskar (Kare Hedebrant) un niño de 12
años introvertido y solitario que vive en un suburbio de Estocolmo en los
primeros años 80. Oskar no tiene amigos y sufre acoso escolar, aunque nunca
responde a los abusos y agresiones, siempre lleva un cuchillo con el que
imagina su venganza. Una noche conoce a Eli
(Lina Leandersson), una niña que acaba de mudarse al piso vecino de Oskar
acompañada de un hombre mayor, Hakan
(Per Ragnar). Eli sólo sale de noche y poco después de su llegada la policía
detiene a su acompañante por matar y desangrar a varias personas. Eli y
Oskar se hacen inseparables y la niña le
pide que reaccione ante Conny
(Patrick Rydmark), el líder de los matones que le acosan. Será tras el ataque
de una niña a una transeúnte que posteriormente morirá incendiada por los rayos
del sol, que Oskar descubrirá el misterio que esconde Eli: una niña triste, de
piel pálida, que sólo sale de noche y a la que no afectan las heladas
temperaturas.
Hacía tiempo que una película no
impregnaba mi alma impura de tanta soledad y tristeza. Con Déjame entrar Alfredson
abona la inteligencia del espectador –harto de engullir subproductos de género-
sin olvidar en ningún momento la pulsión poética y la naturaleza de la
dramaturgia. Así, la propuesta cautiva por su originalidad, el gran trabajo de
sus pequeños intérpretes, su fría y neutra textura, su tono absolutamente
decadente, sombrío, romántico, y su transgresora exposición de los códigos ancestrales
del mito. Deprimente relato de soledades
que se abrazan al cobijo de la noche aún más hiriente con su lecho nevado,
aterradora radiografía de la anodina vida suburbial, del discurrir plomizo y
sin perspectiva de futuro de una sociedad del bienestar cuyo débil pálpito
alumbra la incomunicación y la desintegración social. Retrato de seres con
graves carencias afectivas: el solitario Oskar, víctima del acoso de sus compañeros
de colegio, humillaciones que sufre en silencio por la distancia sideral que le
separa de una madre con tiempo sólo para asimilar su propia frustración y
aislamiento; y Eli, la pequeña y afligida bebedora de sangre, tan desolada y
fuera de tiempo (a la sazón niño castrado hace más de doscientos años),
abocados a la desesperada ignición de un beso de sangre, protagonistas de un
amor lastrado por el dolor y la diferencia.
Tomas Alfredson desborda talento
suficiente para encajar en el engranaje de la vida cotidiana una fábula cruel
en perfecto equilibrio con los clichés narrativos de la remota leyenda
vampírica (al vampiro, de piel casi translúcida, le está vetado entrar en una
casa sin ser invitado, los efectos de la luz solar siguen siendo para él igual
de devastadores –tránsito que aprovecha para descansar-, tiene una agilidad
pasmosa para trepar por todo tipo de superficie, es inmune al frío, su olor es
muy penetrante y su dieta básica sigue siendo la sangre humana), escrutando el
reverso de esas convenciones para apuntalar un estremecedor naturalismo, claves
que realzan la conmovedora situación personal del niño que sufre acoso escolar,
dotando a la atmósfera de una mayor sordidez y dramatismo, así como de una excepcional
magia y ternura a la relación que mantiene con Eli, la pequeña chupasangre.
Hay
algo especial en la introspección psicológica de los personajes, en el sutil
balanceo que nos induce a mirar la descomposición de un microcosmos alienado,
mortecino y tantas veces irracional, en contraposición con la metamorfosis
nocturna, el estado de transfiguración de ese mundo cuando irrumpe en él una extraña
criatura, elevando al grado de dependencia crónica la relación que inicia la
pareja preadolescente. Rebosante de hallazgos narrativos (diálogos punzantes y
lacónicos son el complemento perfecto de una gramática absolutamente visual);
técnicos (utilización magistral del fuera de campo, estilo personalísimo de los
encuadres); y estéticos (la elección de un escenario urbano desolador con aroma
a fin de trayecto), que nos hacen avanzar con temor hacia un final demoledor en
la piscina, en el que lo mediocre y brutal queda eliminado por el sesgo de la
innegable realidad: la ley del más fuerte. Obra maestra absoluta.
La historia de dos seres solitarios y singulares. Y una expeditiva manera de acabar con el bullying. Excelente. Por cierto, ¿has visto la versión americana?
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, claro, el remake que dirigió Matt Reeves es muy digno, pero no llega a la excelencia del film seminal. El sueco Tomas Alfredson es un director muy interesante, me gustó mucho "El Topo" y estaré muy pendiente de su secuela, "La gente de Smiley", que se estrenará el próximo año. El caso es que "Déjame entrar" es una película redonda que he visto varias veces y que nos presenta dos de las mejores interpretaciones infantiles de la historia del cine.
ResponderEliminarUn abrazo.