EL LARGO VIERNES
SANTO (1980)
Elegida por la
Academia de Cine Británica como una de las cien mejores películas británicas de
la historia, EL LARGO VIERNES SANTO
(John Mackenzie, 1980), es una de esos films que merece ser rescatado
por los aficionados más jóvenes que estén interesados por descubrir lo mejor de
cinematografía europea. Con guión del dramaturgo Barry Keffe y rechazada por varias productoras por su obscena carga
de violencia y peligroso mensaje político, su estreno fue todo un éxito que
encumbró la carrera del recientemente fallecido Bob Hoskins (menos a Helen
Mirren, que en su juventud no pasó del estatus de actriz florero) y
representó el debut en la gran pantalla de un jovencísimo actor irlandés llamado
Pierce Brosnan ¿les suena? La cinta
nos narra la historia de Harold Shand (Bob Hoskins), un gangster londinense
bien establecido que está a punto de cerrar un lucrativo negocio con la mafia
estadounidense. Todo se va al traste cuando una serie de bombas estallan en
distintas partes de la ciudad, matando a amigos y miembros de su banda. La relativa
paz de los últimos diez años salta por los aires y para llegar a la verdad,
Harold tendrá que enfrentarse a una poderosa organización dejando un copioso
rastro de sangre.
De la irregular carrera de John Mackenzie (que posteriormente insistiría mucho en la
fórmula) sólo salvo dos películas; El
Cuarto Protocolo (1987), basada en el best seller homónimo de Frederick
Forsyth y en la que vuelve a contar con Pierce Brosnan, esta vez de
protagonista muy bien acompañado por Michael Caine; y el film que nos ocupa,
sin duda su mejor obra. Hoskins encarna
a la perfección el retrato de gangster hortera y orgulloso que tras una vida de
crímenes se quiere labrar un perfil de empresario honorable y en vías de llevar a
cabo el negocio de su vida, un negocio consistente en comprar unos terrenos a
precio de ganga que multiplicarán hasta el infinito su valor cuando Londres sea
designada la sede para acoger los Juegos Olímpicos de 1980. Lo que
Mackenzie nos muestra es una ciudad deprimida tras la crisis económica que
asoló a la nación en la década de los setenta, un entorno urbano gris y
herrumbroso donde se respira la corrupción política, la traición y el IRA se ha
convertido en un sindicato en la sombra que quiere llevarse su parte del pastel
de cada operación inmobiliaria, sobre todo si se hace de forma sucia con terrenos abusivamente recalificados.
Con eficaz pulso
narrativo y una carga de violencia visceral, EL LARGO VIERNES SANTO es una obra maestra incontestable en donde
todo funciona como el engranaje de un reloj suizo: un guión de hierro que
apenas te da un momento de respiro una vez que los personajes nos han sido
presentados; la magnífica actuación de Bob Hoskins descubriéndonos por primera
(aunque no por última vez, recuerden Monalisa o El viaje de
Felicia) su enorme talento y amplísimo abanico de
recursos; una Helen Mirren demostrando lo desaprovechada que estuvo en su
juventud pues sólo ha sido reconocida en la madurez de su carrera; unos
actores británicos de lujo entre los que podemos citar a Dave King, Kevin McNally, Paul
Freeman y Billy Nighy, sin olvidarnos de la presencia incombustible de Eddie
Constantine; y la sensación hiperrealista (no exenta de un humor negrísimo) de
que todo lo que sucede en la pantalla es verídico, toda esa podredumbre
política y sus intereses bastardos con la mafia sirve de sustrato para la
estruendosa caída de un gangster déspota a quien el destino le tiene preparado
un final terriblemente irónico. Magistral
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