De la épica y la estética
NOÉ êêê
DIRECTOR: DARREN ARONOFSKI.
INTÉRPRETES: RUSSELL CROWE, JENNIFER CONNELLY, RAY
WINSTONE, ENMA WATSON, ANTHONY HOPKINS, LOGAN LERMAN.
GÉNERO: AVENTURAS
/ EE. UU. / 2014 DURACIÓN: 138 MINUTOS.
Este cronista tiene un lejano recuerdo de
una película dirigida en 1928 por Michael Curtiz titulada El arca de Noé, una
superproducción a lo Cecil B. De Mille que narraba de forma paralela dos
historias; la fábula bíblica sobre Noé y
el diluvio, y por otra lado, una visión trágica de la Primera Guerra Mundial.
Era muy pequeño, pero desde entonces, salvo algunas películas de animación y un
telefilm bastante mediocre protagonizado por John Voight, siempre he estado
esperando el momento que algún osado director, siempre con el paraguas
protector de una potente productora, acometiera este mágico y conmovedor relato
bíblico haciendo uso de toda la modernidad tecnológica a su alcance.
Gracias al éxito de
Cisne negro, película que recaudó 330 millones de dólares, el neoyorquino Darren Aronofski logró de la Paramount
luz verde para un proyecto que ha tenido un coste de producción muy elevado y
grandes problemas de criterio entre productora y director para dar por
finalizada la película. A mí, que de este realizador tildado por algunos de
visionario, me gustaron mucho Réquiem por un sueño (2000) y El
Luchador (2008), no me gustaron tanto Pi, fe en el caos (1998)
y Cisne
negro (2010) y absolutamente nada La fuente de la vida (2006), esta
audacia de Aronofski me cae simpática, me gusta el riesgo que asume y su empeño
por ofrecernos su visión de una historia que le conmovió cuando era niño.
La trama, basada
en los textos del libro del Génesis, es conocida por todos, incluidos ateos y
agnósticos, y así, en un mundo asolado por los pecados humanos, Noé (Russell Crowe), un hombre pacífico
que sólo desea vivir tranquilo con su familia, recibe una misión divina:
construir un arca para salvar a su familia y a toda la creación del inminente
diluvio universal. Todo comienza cuando, cada noche, Noé tiene el mismo sueño:
las visiones de una muerte provocada por el agua y seguidas de una nueva vida
en la Tierra. La tarea no será fácil, pues Noé, además de enfrentarse a sus
propios dilemas morales, deberá luchar contra los problemas que la empresa
divina provocará en el seno de su familia y sobre todo tendrá que enfrentarse a
las sospechas y desconfianzas de Tubal-Caín
(Ray Winstone), líder de una tribu vecina, que pondrá límites a las fuerzas del
insospechado héroe.
No sé si los católicos, judíos y
musulmanes quedarán muy satisfechos con esta película o si ésta contradice o no
las enseñanzas bíblicas porque las opiniones de los fundamentalistas me
importan un carajo, yo sólo atiendo a los valores cinematográficos de la cinta,
y la equidistancia, la indiferencia y la pereza se apoderan de mí si tengo que
opinar sobre otros temas. Aclarado esto, encaro NOÉ como lo haría con
cualquier otro blockbuster, una
odisea muy estimable en un plano visual y poco emocionante en sus divagaciones
narrativas. He de reconocer que no me molestan las licencias que Aronofski y su
guionista Ari Handel se toman a la hora de ofrecernos su particular visión de
la épica epopeya (todo ese rollo malsano del descendiente de Caín con quien
Dios no se comunica y sus bestiales tribus, la historia de la chica a la que
salva la vida Noé y su familia, el cabreo de Ham porque su padre no querido
salvar a su amiga, las cómicas apariciones de Matusalén), ya que pienso que una
película cabe todo, y me molestan las férreas restricciones que los puristas
quieren imponer sobre las adaptaciones de cualquier texto esté o no basado en
hechos reales, aunque eso suponga una nueva reescritura de la historia.
Aronofski demuestra tenerlos bien puestos porque aún jugando con un presupuesto
muy elevado demuestra que no se casa con nadie.
Al fin y al cabo NOÉ no atiende sólo al marco épico y dramático de la fábula
bíblica, también, no podía ser de otro modo, al espectáculo y la fantasía de
tono místico, en la que además podemos adivinar un sentido tributo a la madre
naturaleza, pero que trata de profundizar, a ratos de manera aparatosa y a
ratos de forma sobrecogedora, en el peso moral de un hombre bueno condenado a
ser testigo de una catástrofe que no puede evitar siendo su fe constantemente
puesta a prueba.
Y lo cierto es
que como espectáculo la propuesta de Aronofski resulta verdaderamente fastuosa,
una obra que enlaza por su temática, ética y estética con el cine
postapocalíptico y el de catástrofes. La película, con unas lánguidas Jennifer
Connely y Emma Watson, gana muchos enteros con la presencia de Russell Crowe,
un tipo poco a poco trastornado por sus profundos y terribles dilemas morales,
inquebrantable, obediente siervo de los designios del creador y que Crowe hace
creíble en sus embestidas bélicas y en sus recogimiento espiritual. Hay sentido
del ritmo cuando comienza el temible diluvio y las hordas de Tubal-Caín se
enfrentan a Noé, protegido por unos gigantes y rocosos ángeles caídos llamados Los
Vigilantes. Una batalla bajo la lluvia y una misión mesiánica, que durante la
larga travesía en el arca nos hará temer por las obsesiones de un Noé cada vez
más perturbado, que convencido de que Dios quiere exterminar al hombre de la
faz de la tierra, también ellos deben perecer, incluidos los retoños que guarda
en su vientre la joven Ila, hijos de su hijo Shem.
La torturada
psique de Noé le hará encarar su triste destino en la tierra prometida
alcoholizado y en soledad, perdido en el laberinto de sus conflictos
espirituales, apartado de su familia en inconsciente de que sólo el amor
ilumina el camino de la inmortalidad.
En primer lugar, decirte que coincido casi al cien por cien en tu valoración de las películas de Aronofsky. Sobre esta última, me gustó bastante, particularmente su segunda mitad, cuando se centra en los dilemas morales de Noé. Le perdono que salgan monstruos de piedra y Anthony Hopkins haciendo el papel de siempre. Un abrazo.
ResponderEliminarClaro, Ricard, y además El Luchador no ha perdido fuerza desde su estreno, un film con el que Mickey Rourke debió ganar merecidamente el primer Oscar de su carrera. Anomalías, pero que se puede pedir si todavía recuerdo aquel Oscar a la Mejor Película concedido a Paseando a Miss Daisy. En fin, no está mal la película de Aronofski, pero tienes razón, las apariciones de Anthony Hopkins son excesivamente cómicas y los gigantes rocosos chirrian un poco.
ResponderEliminarUn abrazo