Alegoría distópica como apunte para la revolución
ELYSIUM êêêê
DIRECTOR: NEILL BLOMKAMP.
INTÉRPRETES: MATT DAMON, JODIE FOSTER, SHARLTO COPLEY,
WAGNER MOURA, ALICE BRAGA, DIEGO LUNA. WILLIAM FICHTNER.
GÉNERO:
CIENCIA-FICCIÓN / EE. UU. / 2013 DURACIÓN: 131 MINUTOS.
He apuntado en
alguna ocasión que la ciencia-ficción ha sido, es y será siempre un género
genuinamente masculino. Todavía recuerdo el ya lejano estreno de la magistral Blade
Runner en un cine barcelonés de más de 600 butacas en el que apenas
media docena estaban ocupadas por mujeres. Nada extraño cuando uno ha observado
desde pequeño a todas las grandes mujeres de su entorno apegadas a la realidad
más estricta, con ilusiones y fantasías más tangibles y terrenales. Pero no
deja de ser un contrasentido que, en la actualidad, sean mujeres las mejores
novelistas del género (Ursula K. Le Guin, por ejemplo).
Tras su
celebrado debut con la excelente District 9 (2009), un clásico
instantáneo que pasado el tiempo está siendo valorado en su justa medida, el
sudafricano Neill Blomkamp, convertido ya en
un referente para los aficionados a la Sci-fi y que en aquella realizó una
denuncia severa sobre el Apartheid que sumió a Sudáfrica en la más absoluta
ignominia y vergüenza, vuelve a la carga con ELYSIUM lanzando otra
denuncia social que explora las cada vez más grandes diferencias entre ricos y
pobres.
Lo Ángeles, año
2154. Los seres humanos están divididos en dos grupos: los ricos que viven en
la estación espacial Elysium, y todos los demás que malviven como pueden en una
Tierra devastada y superpoblada. Cuando un obrero con un pasado de delincuente,
Max Da Costa (Matt Damon) sufre un
accidente y recibe una dosis mortal de radiación, sabe que su única salvación
es colarse en Elysium para servirse de las estaciones médicas de alta
tecnología que usan sus habitantes y que les mantiene jóvenes y sanos.
Con la ayuda de
un mafioso, Spider (Wagner Moura), le
ofrece un trato para ayudarle: una suma importante de dinero en efectivo o
cumplir para él una importante misión consistente en extraer información de
Elysium para su propio jefe, Spider le coloca a Max un exoesqueleto robótico
que multiplica su fuerza y sus reflejos, pero que le convierte en un disco duro
andante. Tras conseguir la información, vital para la igualdad entre seres
humanos en mundos tan opuestos, su peligrosa hazaña es detectada por Rhodes Delacourt (Jodie Foster),
ministra de Elysium que preserva a toda costa el lujoso tren de vida de sus
habitantes, y que encargará a su fiel esbirro Kruger (Sharlto Copley) que localice a los rebeldes y los aniquile.
Con un
presupuesto mayor que con el que contaba en su ópera prima, Blomkamp logra con ELYSIUM
un artefacto a su altura y demuestra ser un creador interesantísimo que se toma
su trabajo muy en serio, algo de agradecer cuando además toma la
ciencia-ficción como vehículo para indagar en el drama y la problemática de la
inmigración y las abisales e insultantes diferencias entre los ricos y los
pobres, iluminando así un metafórico edén, inmaculado, armonioso y confortable,
donde la hedonista élite adinerada ha construido su propio Bel-Air en forma de
paraíso extraterrenal, dejando que las clases medias y bajas se pudran en
condiciones infrahumanas subsistiendo en ciudades subterráneas.
ELYSIUM
se eleva como una musculosa fábula distópica en donde la ingenuidad de su
discurso puede dejar a los espectadores más avezados descolocados. No es mi
caso, porque siempre puedo aferrarme a la asombrosa estética ciberpunk de un
universo fantástico en donde los escarceos y las peleas entre rebeldes
proscritos y cyborgs militarizados nos deparan unas estupendas escenas de
acción rodadas a veces con un acertado tono semidocumental que resalta su
verismo, y en donde la empatía de la platea con esos revolucionarios añade un
plus de emoción y dramatismo, a lo que siempre ayuda una perfecta labor de
vestuario y un magnífico diseño de armamento high-tech y artilugios biomecánicos.
La mala baba de
Blomkamp se hace notar en detalles que a muchos bobos les parecerán mosqueantes:
en Elysium la clase pija y pudiente habla francés, en la Tierra el español es
el idioma global. Certera aproximación clasista hacia una de las culturas (la
nuestra, es decir, la hispana) de un desarrollo progresivo idiomático brutal y
una de las más castigadas por la inmigración, la marginación y las desigualdades
sociales, y de la que los destroyers como este cronista extraerán algún apunte
positivo: somos muchos, somos fuertes, guerrilleros y orgullosos, y si
continuáis discriminándonos y tratándonos como basura, os lo haremos pagar con
intereses.
Brillante en el
apartado técnico; espléndido diseño de producción, efectos visuales y de
sonido, escenarios y decorados hiperrealistas, apoyados en una desasosegante
fotografía y una briosa banda sonora que oscila entre el tono lírico y el
industrial a cargo del debutante Ryan Amon; y un apartado artístico que se
ajusta como un guante de cirujano con un Matt Damon de inagotables recursos,
una Jodie Foster elegantemente implacable, y un villano carismático y memorable
(impresionante Sharlto Copley en un papel muy alejado del que desarrollara en
el debut de este director), tan intimidantemente bestial como un dislocado
personaje de videojuegos. Personalmente
me hubiera gustado un final más agresivo, con más metralla subversiva, pero se
adivina con nitidez el aliento al despertar ciudadano, indignados con las
disímiles condiciones de vida, la corrupción política y la dictadura de la
economía. ¡Tolerancia cero! Sí, para todos esos políticos, banqueros y empresarios corruptos
que bajo el pelaje de la democracia han creado un mundo más mísero, inhumano,
despiadado e inhabitable.
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