Adaptar
las novelas del autor-emblema (junto a Douglas Coupland) de la Generación X, Bret Easton Ellis, no es nada fácil, su
universo narrativo suele ser demasiado decadente, sórdido, provocativo, transgresor,
historias complejas llenas de aristas por las que pululan multitud de
personajes superficiales, atormentados, sin alma, en pleno proceso de
desintegración derivado de una vida de excesos y un insondable vacío
existencial. Relatos que siempre nos abocan a un final nada complaciente o
convencional.
Aun así, siempre ha sido un escritor muy atractivo para el
mundillo cinematográfico que ya en 1987 se interesó adaptando su novela “Menos que cero” con el título Golpe
al sueño americano (Marek Kanievska), un film fallido que contaba con
un gran elenco de actores jóvenes. Mary Harron trasladó a la pantalla grande su
best-seller más famoso, American Psycho (2000), que a pesar
de las malas críticas tras su estreno se
ha convertido en una película de culto en la línea del psycho-killer yuppy de
los 80 con una música y un diseño acorde a la época y un magnífico Christian
Bale. También Roger Avary se vio tentado por la literatura del enfant terrible angelino adaptando “Las
leyes de la atracción” en su película Las reglas del juego (2002), de
nuevo una demoledora radiografía de la juventud adinerada y nihilista
estadounidense en donde las drogas y el sexo suelen ser leit-motiv básicos.
Sexo, drogas y
rock and roll son tres elementos sustanciales en la por ahora última adaptación
a la pantalla grande de una novela suya, LOS CONFIDENTES (The
Informers,
2009), en la cual el director australiano Gregor
Jordan pone todo su empeño en dotar de un cierto sentido la visión
corrosiva de Ellis sobre esa clase alta norteamericana, barnizada por un
estilizado post-modernismo con sus ingredientes tradicionales: futilidad, lujo,
moda, ambigüedad sexual, excesos y tecnología. Así nos encontramos en Los
Ángeles de 1983 con un joven pijo bisexual (Jon Foster), adicto a las drogas y
a las orgías que comparte con su novia (Amber Heard). Están también sus padres
(Billy Bob Thornton y Kim Basinger), que intentan recuperar su matrimonio
después de que él haya tenido una aventura con una locutora de televisión. Por
otro lado, nos encontramos con un cantante de rock siempre colgado (Mel Raido),
a quien su mujer ha abandonado y pasa la depresión tirándose a adolescentes de
ambos sexos.
Por último, un conserje de un hotel (Brad Renfro, que murió de
sobredosis al terminar el rodaje y a quien está dedicada la película),
amenazado por su tío (Mickey Rourke) para que esconda en su casa a un niño
secuestrado. Vidas cruzadas para dar forma a film nada despreciable y en donde
se refleja en gran medida el abismo y el contraste profundo entre la decadencia
moral y espiritual y la riqueza material de la clase alta norteamericana.
Con
sus abúlicos, frívolos, ególatras, alienados, violentos protagonistas sumidos
en una espiral de drogas, alcohol y perversiones sexuales. Un desolador final
sintetiza a la perfección los dramáticos efectos de esa plaga bíblica del sida
que comenzaba a hacer estragos en la alegre promiscuidad de los 80 de Reagan.
Destaca la bellísima Amber Heard con excitante baile y unos desnudos inolvidables.
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