Proyecto: hasta que
el cuerpo aguante
PROYECT X
DIRECTOR: NIMA NOURIZADEH.
INTÉRPRETES: THOMAS MANN, MILES TELLER, OLIVER COOPER,
JONATHAN DANIEL BROWN, DAX FLAME, KIRBY BLISS BLANTON..
GÉNERO: COMEDIA /
EE. UU. / 2012 DURACIÓN: 88 MINUTOS.
Uno nunca sabe
dónde está la fórmula del éxito, aunque el productor de Resacón en las
Vegas, Todd Phillips (el nuevo rey de la comedia gamberra), parece
tener buen ojo para el asunto. De nuevo da en la diana al producir la ópera
prima del director británico de ascendencia iraní Nima Nourizadeh, que formado en el campo del videoclip y sobre una
idea de Michael Bacall logra un nuevo film de impacto taquillero, pues PROYECT
X
lleva más de 100 millones de dólares recaudados partiendo de un ajustado
presupuesto de 12 millones. Así, este panegírico de las fiestas bestiales
acabará convirtiéndose en un clásico generacional instantáneo con una
influencia corrosiva sobre nuestra actual juventud, que ya anda montando
fiestas similares con las consiguientes consecuencias.
El
argumento de PROYECT X es muy simple: Los padres de Thomas (Thomas Mann) se marchan de vacaciones tranquilos porque
están seguros de que su hijo de 17 años es un perdedor nato, un don nadie que no
va a ocasionar ningún problema al quedarse solo en su lujosa casa. Lo que no se
imaginan es que la ocasión será aprovechada por el joven para organizar una
fiesta de cumpleaños a la que invita a sus amiguetes frikis, Dax (Dax Flame), J. B. (Jonathan Daniel
Brown) y Costa (Oliver Cooper), que
será el encargado de diseminar las invitaciones a través de las redes sociales,
mensajes en los móviles y páginas web. De este modo, Thomas asiste estupefacto
a la llegada de más de 1500 invitados copando toda su propiedad, en la que
prácticamente no queda ni un solo metro libre. Es una fiesta monstruosa con
música a tope, regada con alcohol, aliñada con éxtasis y sexo desenfrenado. Un
descomunal fiestorro que escapa a su control y acaba causando un
desproporcionado desorden público, pero quizás todo esto tenga algo positivo y
Thomas acabe ligándose por fin a la popular morenaza Alexis (Alexis Knapp) o tal vez a la sensible rubia Kirby ( Kirby Bliss Blanton).
Este cronista temía que el ya manido
rodaje “cámara en mano” (mockumentary) resultase demasiado molesto, pero en
esta ocasión se ha logrado que esa cámara tantas veces afectada por el
Parkinson no resulte tan mareante. La presentación de los protagonistas se hace
de una manera ligera con cuatro pinceladas que nos acercan a la rutina de de esos nerds supersalidos, echar un polvo es
el leit motiv de estos perdedores para montar lo que será la gran protagonista
de la función: la fiesta, la más
salvaje, grande y popular de la historia, que acabará convirtiendo en héroes a
un trío de losers impopulares y desubicados. En realidad de lo que se trata, como antes lo hicieron cintas como Desmadre a la americana, Porky´s, Amercican Pie o Supersalidos,
es de realizar un retrato desenfocado de una generación, la actual youtube,
esclavos de la tecnología, con enormes taras educacionales y problemas para
encontrar su sitio en la sociedad. Una generación despreocupada por el mañana que
piensa que la mejor forma de romper su innato aburrimiento es montando fiestas
épicas y descomunales, a ver si en una de estas, tan salidos como están, mojan
el churro. Ese desenfreno orgiástico en que se convierte la bacanal
contiene algún momento hilarante aunque no por ello menos chusco (el enano
conduciendo el Mercedes del padre de Thomas y arrojándolo a la piscina).
No estamos
hablando de una película original (con las pelis antes mencionadas la única
variante es el tamaño monumental de la fiesta y su capacidad destructiva: todo
un barrio residencial), ni llena de diálogos inteligentes; aquí los gags se
reducen a las situaciones que va recogiendo la cámara (despelotes, el enano en
el horno, el perro que sale volando arrastrado por un puñado de globos, la
figurita del gnomo que al ser bateada esconde una sorpresa, Thomas y J. B.
lanzándose a la piscina desde el tejado y muchas, muchas tetas), y a las
reacciones de los invitados borrachos, drogados o practicando sexo ante el
objetivo de ésta. De manera que, los personajes, faltos de profundidad,
aparecen y desaparecen en pantalla cogidos en una acción cada vez más absurda,
por lo que el espectador no siente ninguna empatía hacia ninguno de ellos. Su ambiguo final convierte el artefacto en
una colosal apología de las juergas desmadradas interminables y peligrosas. Ni
soy sociólogo ni seré yo quien lo critique ¿o es que nuestra sociedad, nuestro
mercado laboral ofrece grandes salidas a esta juventud desnortada? Si para ser
popular necesitas incendiar el mundo, adelante. Como ejemplo de peligrosidad e
irresponsabilidad tenemos a nuestros políticos y banqueros, con sus
propiedades, dinero, trajes y corbatas sí que haría yo una buena pira.
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