martes, 3 de febrero de 2015

CRÍTICA: "LAS OVEJAS NO PIERDEN EL TREN"

Crisis generacional
LAS OVEJAS NO PIERDEN EL TREN êê
DIRECTOR: ÁLVARO FERNÁNDEZ ARMERO.
INTÉRPRETES: RAÚL ARÉVALO, INMA CUESTA, ALBERTO SAN JUAN, IRENE ESCOLAR, CANDELA PEÑA.
GÉNERO: COMEDIA / ESPAÑA / 2015 / DURACIÓN: 103 MINUTOS.
     

       El año 2014 ha sido bueno para el cine español en cuanto a la calidad de las producciones y la valoración crítica, esperemos que el nivel se mantenga con los sugerentes estrenos que nos depara la nueva temporada. No es el caso de la nueva película de Álvaro Fernández Armero, un director del que sólo salvo de la quema una película, la cáustica comedia Todo es mentira (1994), y que lleva siete años alejado de  la pantalla grande dedicándose casi exclusivamente al medio televisivo. Veamos: Obligados a irse a vivir al campo, Alberto (Raúl Arévalo) un escritor en busca de unas gotas de inspiración, y Luisa (Inma Cuesta), la idílica vida rural les empieza a pasar factura. Luisa está obsesionada en tener un segundo hijo, aunque el precio sea el sexo autómata y aburrido. El hermano de Alberto, Juan (Alberto San Juan) ni se plantea pisar el campo, es periodista en horas bajas, tiene 45 años y sale con una joven de 25 años, Natalia (Irene Escolar) a la que se aferra como a una tabla de salvación. Por su parte, la hermana de Luisa, Sara (Candela Peña) canaliza su ansiedad con la coartada de los hombres, con quienes no ha encajado nunca hasta que conoce a Paco (Jorge Bosh), un periodista deportivo que incluso parece que la quiere llevar al altar. O eso se cree ella.


      Atractivo reparto para una historia de tintes generacionales que se me antoja poco novedosa; el derrumbe económico, profesional y moral de una generación que reinó en los albores del nuevo siglo y que ahora masca sus miserias mendigando trabajos ínfimos o saliendo con chicas jóvenes para sentirse vivos mientras el reloj biológico marca las horas con el sigilo, el temblor y el temor de estar adosado a una bomba. Alternando el drama con la comedia (con gags poco inspirados), Armero, que firma un guión poco original, se mueve mejor en el terreno dramático, retratando con soltura las relaciones interpersonales de los personajes, sus sueños y anhelos. El relato se ve penalizado por los excesivos hilos que van trenzando las historias cruzadas y nunca logra despegar, tal vez debido al previsible proceder de unos personajes que anticipan sus destinos. Las ovejas no pierden el tren no es ni mucho menos una película infame y funcionan algunos apuntes dolorosamente nostálgicos sobre la crisis existencial y el herrumbre de una generación que ya no avanza, que con la crisis se quedo estancada en las ciénagas de sus problemas laborales y económicos y la responsabilidad de estar al frente de una familia que les hace sentir tristes y extraños. Cuarentones buscando su lugar en el mundo o comportándose como adolescentes para encontrar el pulso a la vida, telas de araña que nos vuelven a confirmar que todo sigue siendo mentira.



                

2 comentarios:

  1. A mí tampoco me convenció. Los gags carecen de chispa y el del padre diciendo lo de "¿Había mucho tráfico?" tampoco hacía falta repetirlo tantas veces y resulta un penoso broche final para una película que es un quiero y no puedo, aunque se salva por las interpretaciones y el tono melancólico que preside la función.

    Un abrazo.

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  2. Diagnóstico perfecto, amigo Ricard. Además, el tema de las crisis generacionales ya huele. No obstante, si la película no se derrumba del todo es porque la sostiene el reparto. Aun así, no dejará ningún poso en mi memoria.

    Un abrazo.

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