martes, 17 de febrero de 2015

CRÍTICA: "CINCUENTA SOMBRAS DE GREY"

Gran espectáculo para el espectador masoca
CINCUENTA SOMBRAS DE GREY ê
DIRECTOR: SAM TAYLOR-JOHNSON.
INTÉRPRETES: DAKOTA JOHNSON, JAMIE DORNAN, MAX MARTINI, ELOISE MUNFORD, LUKE GRIMES.
GÉNERO: ROMANCE / EE. UU. / 2015  DURACIÓN: 124 MINUTOS.   
          
      
     Incluso para alguien como yo, que manejo un blog de cine y erotismo, resulta difícil entender un fenómeno que ha convulsionado el imaginario colectivo femenino sin discriminación de clases en nuestra sensible sociedad. Más si uno piensa que, ausente del relato y, por supuesto de la película, el acto de la sodomización (tan ligado al ritual del BDSM) y eliminada la escena comprometida del tampón que Chistian Grey le quita a Anastasia como preámbulo de una de sus tibias sesiones sadomaso, todo queda en un sonrojante teatro adornado con ataduras y unos azotes. Vamos, en un pueril gatillazo. Y es que, amigos lectores, son mujeres el público principal en la mayoría de las salas, un reflejo del perfil de lectores de que devoró la trilogía de E. L. James, dejando alojadas en lo más íntimo de sus mentes unas fantasías infantiles muy poco transgresoras. Ellas serán testigos de cómo en esta adaptación a la pantalla grande se han dulcificado y descontextualizado algunas secuencias eróticas hasta despojarlas de cualquier cariz impío y embriagarlas con el perfume de un cuento de hadas. Como apuntaba, no sé lo que la gente busca en este pastelazo en un mundo atiborrado de porno. No lo sé, pero si algo consigue la película es usurpar al sexo de su deliciosa chispa y su disfrute natural y espontáneo.
     

      Anastasia Steele (Dakota Johnson) es una estudiante de literatura de la Universidad de Washington (Seattle) que recibe el encargo de entrevistar al popular y joven empresario Christian Grey (Jamie Dornan) un millonario de 27 años que deja a Anastasia impresionada con su fuerte atractivo y magnetismo. La inocente e inexperta Ana intenta olvidarlo, pero no lo consigue. Cuando la pareja, por fin, inicia un tórrido romance, a Ana le sorprende las peculiares prácticas eróticas de Grey, al tiempo que descubre los límites de sus más oscuros deseos.


       Todo eso, entre comillas. Siendo sincero, pocas cosas pueden sorprender a alguien que, como el abajo firmante haya crecido en las salas de cine viendo El último tango en París, El imperio de los sentidos, Crash, Fóllame o las más recientes El Anticristo o Ninphomaniac. La directora Sam Taylor-Johnson, que demostró talento en su anterior película Nowhere Boy (2009) un magnífico biopic sobre la infancia y adolescencia de John Lennon, templa en exceso el pulso para que la película puede ser degustada hasta por las más ancianas mamás, y se supone que la coartada es el sexo, pero eso es algo que aquí está muy diluido, tanto como la forma rácana, fugaz de mostrar los desnudos en el gozo de unas prácticas sexuales poco abruptas y nada estimulantes. Que ningún espectador busque en Cincuenta sombras de Grey la descriptiva representación de un sexo guarro, aquí todo huele a perfume caro, a spot largo e insufrible, nadie gime de forma bestial ni chorrea placer, las bragas están impolutas y los planos de genitales brillan por su ausencia, y si uno espera que encontrar a los personajes exhaustos tras alcanzar el límite del paroxismo, Christian Grey le sorprenderá con un magistral solo de piano, así de sibarita es este macho alfa. ¿De dónde la viene la inspiración? No importa, sabe camuflar sus traumas, tiene mucho dinero y toda reticencia, incluso la nula química entre la pareja, acaba vencida por ese don, el verdadero fundamento de toda esta mierda.



      Cincuenta sombras de Grey es un film aburrido, que es lo peor que se puede decir de una película, superficial y ridículo en incontables tramos de su extenso metraje, que tiene el mérito de convertir a la en su tiempo tan polémica como mediocre 9 semanas y media en una obra maestra. Tan cruel y hortera en su esteticismo rimbombante como plomiza es su línea de diálogos, verborrea sincopada de una relación que se inicia como un contrato de mínimos y máximos de unos juegos sadomasoquistas convertidos en toda aspiración de unas vidas mediocres que se aferran a la única rama del acantilado para no  enfrentarse al vacío de su existencia; el masoquismo lo sufre el que se sienta en la butaca y el sadismo lo ejerce la mano que te sirve el ticket de la entrada. Luego están los intérpretes, con un Jamie Dornan excesivamente pétreo y el torso desnudo para presumir de musculatura pues tiene imposible hacerlo de sus dotes artísticas; y una Dakota Johnson (que no tiene, precisamente, lo que se podría calificar como un cuerpo de infarto) penalizada en su rol por sus esfuerzos de contención en su afán de representar a una chica apocada, frágil y cohibida, sin darse cuenta de que cuando más nos gusta es cuando se emborracha, extravía su mirada, se muerde el labio y sus gestos se contraen dejando entrar en erupción su volcán uterino. Me la trae al pairo lo que piensen sobre el asunto del bondage y la sumisión las asociaciones feministas, lo que me molesta es la asepsia quirúrgica de la función, que todo resulte tan falso y tramposo, su carencia absoluta de oscuridad y quebranto… Nada que ver con el espectáculo grotesque que protagonizaron Carmen de Mairena derramando placeres sobre un Dinio confundido.



2 comentarios:

  1. ¿Qué te esperabas? En fin, que mientras mi mujer la veía en compañía de otras muchas féminas yo me fui con el pequeño de la casa a ver "Bob Esponja".

    Sin embargo, a mi mujer no le pareció tan mala. Cierto que sus expectativas tras haber leído las críticas no eran muy altas.

    Un abrazo.

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  2. Uno siempre espera algo más, nos hemos vuelto tan poco exigentes. Lo curioso es lo atractivo que resulta el invento para tantas féminas, consecuencia, creo yo, del deseo sexual castrado y traumas nunca superados. He ahí un tema para la reflexión... si tuviéramos argumentos y se pudiera realizar un ejercicio de regresión a la infancia. Ay, madre.

    Un abrazo.

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